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Jordi Graupera: “Tenía todas las condiciones para ser un imbécil integral”


  • Escrito por Irene Dalmases
  • Publicado en Cultura
(Tiempo de lectura: 2 - 4 minutos)

Doctor en Filosofía por la New School for Social Research de Nueva York, periodista, primer catalán en firmar un artículo en The New Yorker, independentista radical, Jordi Graupera no deja indiferente, ni cuando habla, ni cuando firma libros como "La perplexitat", con el que llega hoy a las librerías.

En una entrevista con EFE, Graupera, que hace cuatro años también quiso ser alcalde de Barcelona al frente de la candidatura Primàries, sin conseguir representación, no esconde que estos días está nervioso por la aparición de su nuevo volumen, con el que no tiene dudas y está contento por cómo ha quedado, pero "es verdad que pongo sobre la mesa una serie de cosas que no explico habitualmente, que nadie las explica habitualmente".

Reconociendo que tiene "muchos enemigos, todos con columna en el periódico, entonces es verdad que hay un punto de riesgo en hacer esto. Pero, si no, ¿por qué escribes?", se pregunta.

Publicado por Destino, en "La perplexitat" aúna ensayo con autobiografía y crónica y reflexiona sobre su estancia durante diez años en Nueva York, en el corazón del imperio, sin olvidar su pasado, sus dudas, sus fracasos o sus esperanzas.

El libro empieza con su primera perplejidad en los Estados Unidos, la noche de la victoria electoral de Barack Obama, en noviembre de 2008, apoyado en una pared, con unas muletas, frente a la First Corinthian Baptist Church, en Harlem, donde vivía, a los tres meses de llegar a Norteamérica.

Esa primera perplejidad por la victoria política de Obama, por no "poder imaginarte un mundo en el que tu adversario político esté defendiendo sus ideas de buena fe porque, necesariamente, o lo está haciendo de mala fe o lo hace así porque es corto".

"El libro -argumenta- es un proceso de reconciliación con el hecho de que no pasa nada por estar perplejo y porque la gente no se entienda, forma parte de nuestra manera de convivir y hay que aceptar que no nos entendamos. Incluso es mejor que esto pase a veces porque, contra lo que parece, permite que no nos matemos al no entrar en cuestiones que, de hacerlo, sí acabaríamos matándonos".

Abriéndose en canal, Graupera se detiene en los diferentes episodios que conforman el grueso de su vida y no oculta desde su adicción a la marihuana en su juventud a que su gran herida es la muerte de su madre, cuando él contaba con veinte años, y la del padre tres años y medio después.

A su juicio, este hecho "frenó mi ascenso a ser un gilipollas, porque tenía todas las condiciones para ser un imbécil integral al vivir en un ambiente en el que siempre se había loado todo lo que sabía hacer bien, pensando que la vida era algo fácil".

En este volumen cuenta los últimos días de su progenitora, los de sus abuelos, la relación con algunas de las mujeres que ha habido en su vida, sus pensamientos políticos con respecto a Cataluña o sus lecturas filosóficas, igual que aparece su vida cotidiana en la Gran Manzana, en los diferentes pisos en los que residió en Harlem, Brooklyn y Queens, con vecinos como Giuseppe.

"Escribir -prosigue- es una oportunidad para la transparencia, algo que es muy difícil en la vida por el ritmo que llevamos y porque te proteges. Si escribir tiene algún valor es porque señalas una verdad, un rincón oscuro de la habitación que sólo tú ves y solo tiene sentido explicarlo si estás dispuesto a pagar un precio, adentrarte en el universo del pudor, de la intimidad".

La obra acaba en el momento en el que se convierte en padre, sin ninguna duda, asevera, "el cambio más fundamental de mi vida. Soy un propagandista radical de la reproducción. Hay un cierto deber de transmitir el capital cultural que hemos acumulado y la mejor manera es educando a un ser humano o a varios, a tantos como puedas", concluye.