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Antonio Rodríguez García-Vao, abogado, enseñante, periodista, dramaturgo, poeta, republicano y masón


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Estos días, que el confinamiento impuesto hace que la introspección que me caracteriza esté más viva que nunca, me han llevado a recordar la primera vez que visité el cementerio civil de Madrid. Cualquiera que haya atravesado sus puertas habrá quedado sorprendido por la belleza de muchos de sus mausoleos y repasando los nombres cincelados sobre ellos, la historia de lo más granado de la heterodoxia y el librepensamiento de España. Recuerdos que saltan en un instante del olvido.

Entre esas sepulturas, hay una que especialmente siempre me ha llamado la atención y creo que no pasa desapercibida para nadie: la tumba de Antonio Rodríguez García-Vao. Obelisco que se encuentra nada más pasar las metálicas puertas de la necróposis a la derecha, frente a los enterramientos de Dolores Ibárruri, “Pasionaria”; y Pablo Iglesias.

Este monumento fue costeado por suscripción popular a iniciativa del semanario las Dominicales del Librepensamiento donde Antonio Rodríguez García-Vao era redactor. Semanario que aglutina las diferentes tendencias heterodoxas, racionalistas y librepensadoras de la España de finales del siglo diecinueve y principios del veinte. Defensor del republicanismo, el liberalismo, el feminismo, el divorcio, el libre examen, la cuestión ultramarina, el estudio de las humanidades, la historia de las religiones, estando en contra de la pena de muerte. Muestra sus simpatías con la masonería, el espiritismo, la teosofía, la Institución Libre de Enseñanza, la Asociación por la Enseñanza de la Mujer, la Sociedad Protectora de los Niños y el resurgimiento de la cultura sefardí en España. De fuerte carga anticlerical, le llevó a una fuerte contestación desde las instituciones oficiales y los órganos de prensa de las autoridades eclesiásticas. Aparecía los domingos en gran formato y apretados textos. Sus directores fueron los masones Ramón Chíes Gómez (seudónimo y simbólico Eduardo de Riofranco), Fernando Lozano Montes (con el seudónimo y simbólico Demófilo) y más tarde, Antonio Zozaya. Colaboran en sus páginas figuras del republicanismo español como Francisco Pi y Margall, José Francos Rodríguez, Emilio Castelar, Rosario de Acuña y Villanueva, Esperanza Pérez, Amelia Carvia, Odón de Buen, Miguel Morayta, Eduardo Sojo, Salvador Sellés, Joaquín Dicenta, M. Curros Rodríguez, Eduardo Zamacois, Pedro Barrantes, José de Diego y por supuesto, Antonio García Vao.

El elemento arquitectónico ha perdido parte de su belleza cuando, en mayo de 2019, unos desarmados robaron la placa que decía: "A todos los Héroes del Libre Pensamiento. El Congreso de Librepensadores 1892" y que los defensores de la heterodoxia actuales consideramos “un doble asesinato al librepensamiento”. El primero fue, el propio crimen perpetrado contra Antonio Rodríguez García-Vao. Estos vándalos probablemente quisieron eliminar de este obelisco su esencia que no es otra, que la representación del adogmatismo y la diferencia; símbolo en suma de todos aquellos y aquellas que defendieron, defienden y defenderán la libertad de conciencia y pensar y por ello, olvidados por la historia.

Pero ¿Quién fue aquel hombre que mereció tan hermoso y simbólico elemento arquitectónico?

Su buen amigo, el masón de la logia madrileña Amor, médico, escritor periodista, político republicano que llegaría a ser alcalde de Madrid, gobernador civil de Barcelona y ministro, José Francos Rodríguez se encargó el 21 de enero de 1886, tres días después de su cruel crimen, de hacer en las Dominicales una reseña biografía.

Antonio Rodríguez García-Vao nació en Manzanares (Ciudad Real) el 24 de marzo de 1863 y como veremos murió asesinado por un sicario en Madrid, el 18 de diciembre de 1886. De familia humilde, pronto todos se trasladan a Madrid. A los once años decide dedicarse al estudio. Algo que consiguió, gracias a la ayuda de dos tíos, uno de ellos miembro del cuerpo de la administración militar; y el otro, un empleado que fue como un segundo padre para él.

Ingresó en el instituto Cardenal Cisneros donde destacó, consiguiendo muchos premios. Gracias a él, el instituto consigue un galardón en la Exposición Universal de París. En la universidad Central estudió la carrera de Filosofía y Letras, y Derecho. Consigue doctorarse en Filosofía.

Trabajó en varios colegios privados, mientras preparaba cátedra de Universidad, animado por el masón, catedrático y Gran Maestro del Grande Oriente Español Miguel Morayta. Al propio tiempo que ejercía la abogacía a las órdenes del jurista y ministro durante la Primera República, Manuel Pedregal y Cañedo.

Fue redactor de Las Dominicales del Libre Pensamiento y del semanario Criterio Científico, director del semanario La Escena y colaborador en periódicos como La Ilustración Española y Americana, El Globo, La Saeta, El Libre Cambista, el Comercio Ibérico y El Tribuno de la Coruña. Dirigió la revista teatral La Escena y logró estrenar varias obras, algunas con su buen amigo José Francos Rodríguez.

Fue autor de algunos libros de poemas, obras de teatros, ensayos, entre los que destacan Amor que mata la fe. Drama (1892), Ecos de un pensamiento libre (1885), El altar y el trono, El amor y los frailes (1886), El castillo de Manzanares. Leyenda (1882), El monaguillo. Obra póstuma (1886), La encubridora, drama (en colaboración con José Francos Rodríguez (1887), La encubridora (1887), La historia: su carácter y tendencia en la época presente (1885), Estudio de la filosofía grecorromana (1885), Métodos para el estudio de la Historia, Estudio de filosofía grecorromana (1885). Dejó algunas obras inconclusas como El hijo de la viuda.

Miembro de la logia madrileña Comuneros de Castilla número 289 (antes número 22). Esta logia celebró una tenida en su honor el día 23 de diciembre de 1886, en su sede de la calle Onofre número 3, principal de Madrid.

Amante de la modernidad, del librepensamiento, de la democracia, de los valores progresistas. Republicano de corazón, admirador entusiasta de Castelar, enemigo de la pena de muerte, adversario del fanatismo y luchador contra la ignorancia.

El 18 de diciembre de 1886, cuando salía de un centro de segunda enseñanza en la glorieta de Bilbao de Madrid, donde ejercía como profesor de francés es apuñalado: “Saliendo, doblaba, embozado en su capa, la esquina inmediata, al atravesar el cortísimo espacio es acometido brutal, aleve y atropelladamente por la espalda, sintiendo que un largo y retorcido cuchillo, taladrando la capa, el gabán y ropas interiores, se le hunde en las entrañas”.

Logró llegar a su casa, situada en la calle Luchana: “Haciendo un supremo esfuerzo, García-Vao llega tambaleándose al portal de su casa. Allí, gateando, sube unas cuantas escaleras y la amantísima familia que vio salir con él, floridas todas sus legítimas esperanzas, recibe un agonizante, una flor marchista”.

Aunque fue operado de urgencia falleció a las pocas horas: “Tras cuatro horas de angustias, dolores y desfallecimientos, exhalaba el último suspiro”.

A su entierro asistieron más de cuatro mil personas entre las que se encontraban el ex presidente de la Primera República Nicolás Salmerón, Gumersindo Azcárate, Pedregal, renombrados políticos, escritores, periodistas, miembros de la academia de Jurisprudencia, personas republicanas, miembros de la masonería, intelectuales, y muchas y muchos amantes de la libertad.

Las dominicales del Libre Pensamiento se vieron incapaz de publicar todas las manifestaciones de duelo que les llega de toda España. Entre las que aparecen en el dominical encontramos las de Joaquín Dicenta, Joaquín G. Gamiz Soldado, Lastra y Pado, Torromé o Fernando Lozano.

En su honor los masones de Castro del Río (Córdoba) dieron su nombre a la logia que fundaron el año siguiente a su muerte en 1887, bajo los auspicios del Grande Oriente Español y que estuvo activa hasta 1893.

Los que encargaron su asesinato quisieron no solo poner fin al hombre sino especialmente a sus ideas y así, dar un duro golpe al librepensamiento. Acabaron con la persona, le lloraron sus familiares, sus amigos, los librepensadores, los republicanos, los masones. Le lloramos hoy, todas las personas que defendemos la heterodoxia y el adogmatismo. Pero no pudieron ayer, ni podrán hoy liquidar sus ideas. Hoy, ciento treinta y cuatro años después, siguen más vivas que nunca.

¡Viva Antonio Rodríguez García-Vao! ¡Viva el librepensamiento! ¡Viva la libertad!

Bibliografía

- Alberto Gay Heredia: "Logia García Vao de Castro del Río". http://decastroero.blogspot.com/2010/08/logia-garcia-vao-de-castro-del-rio-1887.html (visto el 20/03/020)

- Asociación en defensa del Patrimonio Histórico, Artístico, Cultural, Social y Natural de la Comunidad de Madrid. https://madridciudadaniaypatrimonio.org/blog/nuevos-actos-vandalicos-en-el-cementerio-civil-de-madrid-doble-asesinato-del-libre-pensamiento (visto el 20/03/2020)

- Dominicales del Libre Pensamiento, 21 de enero de 1886

- Dominicales del Libre Pensamiento, 27 de enero de 1886

- Dominicales del Libre Pensamiento, 1 de enero de 1887

- El Imparcial, 23 de diciembre de 1886.

- Hemeroteca Digital. Las Dominicales del Libre Pensamiento http://hemerotecadigital.bne.es/details.vm?q=id:0002605908&lang=en (visto el 22 de marzo de 2020)

- Javier Valenzuela: "La necrópolis de los heterodoxos", El País, 16 de septiembre de 1984 https://elpais.com/diario/1984/09/16/madrid/464181860_850215.html (visto el 20/03/2020)

Funcionario del Cuerpo de Gestión de Sistemas e Información de la Administración General del estado. Actualmente destinado en el Ayuntamiento de Madrid como jefe de Unidad en la subdirección general de Comunicaciones del Organismo Autónomo Informática Ayuntamiento de Madrid (IAM). Doctor en Historia e historia del arte y territorio con la tesis “Masonería y Política en Madrid (1900-1939). Miembro del Centro de Estudios históricos de la Masonería Española (CEHME). Miembro del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Libros: La quema de conventos de mayo de 1931 en el Madrid republicano. El anticlericalismo de la gasolina y la cerilla. Saarbrücken, Academia Española, 2015, y La masonería madrileña en la primera mitad del siglo XX. Madrid, Sanz y Torres. 2019.