Marie Curie
- Escrito por María Teresa Pedraza Guzmán de Lázaro
- Publicado en Cultura
RECORDANDO LA VISITA QUE LA INSIGNE CIENTÍFICA Y PREMIO NOBEL, REALIZÓ AL ATENEO DE MADRID EN 1933, DURANTE UNA DE SUS BREVES ESTANCIAS EN NUESTRO PAÍS
Nunca debes tener miedo de lo que estás haciendo cuando es correcto
Marie Curie
Deberíamos pensar más sobre lo importante que ha sido el siglo XIX y lo poco que lo conocemos. Tendríamos que hacer un esfuerzo para llenar este hueco profundo.
Según algunos historiadores, durante este mes de mayo, se cumplen doscientos años de la creación del Ateneo de Madrid. La Docta Casa está cargada de historia, de experiencia y, entre los ateneístas destacados, se encuentran afamados hombres de letras, científicos, políticos, economistas, intelectuales y eruditos que han dejando su impronta a lo largo del siglo XIX y primer tercio del XX. En una síntesis de urgencia hay que recordar a sus primeros presidentes, José Guerrero de Torres o el General Francisco Javier Castaños, vencedor en la Batalla de Bailén, en 1808.
Desde que inició sus actividades se ha caracterizado por ser un foro abierto de debate, donde con espíritu crítico y cordialidad, no exenta de pasión, se han expuesto y analizado las ideas más avanzadas de política, economía, ciencia, literatura o filosofía. El Ateneo es todo un símbolo del espíritu ilustrado.
Como es lógico y previsible, su trayectoria está vinculada a la historia de nuestro País. Sus vaivenes, son los nuestros. Nació vinculado al Trienio Liberal (1820-1823)… mas tras la invasión de los Cien mil hijos de San Luis, las libertades desaparecen, se encarcela a los liberales o se ven forzados a exiliarse y se cierran las Instituciones Culturales de mayor prestigio.
En Londres, algunos destacados liberales siguen en contacto y alientan proyectos comunes. Regresan a España, ya con Isabel II en el trono y fundan, según unos o refundan, según otros el Ateneo Científico, Literario y Artístico. Su primer presidente fue Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano, más conocido como Duque de Rivas, en 1935.
Hay que esperar a 1884 para que se traslade a su ubicación actual en la calle Prado, bajo la presidencia de Antonio Cánovas del Castillo. Comienzan a ser famosos los encendidos debates de sus secciones, la brillantez de sus cátedras y la actualidad e interés de sus polémicas sociales, políticas, económicas y filosóficas.
Diversas personalidades, de rango internacional, lo visitaron en diversos momentos. De hecho, era un lugar prácticamente obligado en la agenda de cualquier personalidad literaria o científica que arribara, aunque fuera por poco tiempo, a Madrid.
Marie Curie visitó España en tres ocasiones. La última en mayo de 1933, invitada por el Gobierno de la II República por iniciativa de Enrique Moles, un químico de reconocido prestigio. Lo hizo para presidir e intervenir en una reunión internacional sobre ‘El porvenir de la Cultura’, que tuvo lugar en la Residencia de Estudiantes, tan vinculada a la Institución Libre de Enseñanza. Tomaron parte, asimismo, en este encuentro internacional, el ensayista y poeta francés Paul Valery, autor del ‘Cementerio Marino’ e intelectuales españoles como Gregorio Marañón y Miguel de Unamuno, entre otros.
Marie Curie pese a su agenda apretada, dedicó unas horas a la Docta Casa. Es recibida, solemnemente, en el emblemático despacho de Manuel Azaña. Esa fecha queda en el recuerdo de la historia del Ateneo como un día muy señalado. A continuación, pronuncia una espléndida conferencia en el Salón de Actos.
Como podrá verse por la Docta Casa han pasado las más ilustres personalidades de las Artes, las Letras y las Ciencias.
Centraremos nuestra atención, ahora, en los aspectos más destacados de la trayectoria humana y científica de Marie Curie. Fue una mujer excepcional. Naturalmente, tuvo que hacer frente a grandes dificultades y supo vencerlas. Vivió en condiciones de pobreza y cuando llegó a París y conoció a Pierre Curie, iniciaron asombrosos descubrimientos que les valieron, nada más y nada menos, que dos Premios Nobel.
Entre sus hallazgos se encuentran el del Radio y el Polonio, elementos más radioactivos que el Uranio. Por cierto, el Polonio lo bautizó así en recuerdo de Polonia su país natal.
En 1903 logró el Premio Nobel de Física compartido con su marido y con Henri Becquerel. Fue la primera mujer en la historia en ser distinguida con este galardón. Cuando Pierre Curie, su marido, murió en un accidente, Marie tuvo acceso a la Cátedra de Física de la Sorbona, siendo la primera mujer en lograrlo.
Marie Curie toda su vida fue una luchadora. Rompió, en varias ocasiones –y ese es otro de sus grandes méritos- los techos de cristal y las limitaciones que impedían a la mujer, el acceso a puestos académicos de relieve y a la élite de las investigaciones.
Es particularmente meritorio y entrañable que tuviera la intuición de que la Radioterapia podía ser un tratamiento eficaz contra el cáncer. Esta labor científica le valió en 1911 el Nobel de Química, esta vez en solitario. Me parece de justicia, señalar que estuvieron a punto de arrebatárselo, ya que hubo denuncias, interesadas, de un escándalo amoroso. Albert Einstein la convenció de que lo aceptara. Parece lógico indicar que si se hubiera tratado de un varón esa supuesta conducta inmoral, no se hubiera tenido en cuenta. Como podrá observarse la igualdad estaba lejos de conseguirse. Otro hecho de singular importancia, es que llegó a formar parte de la Academia Nacional Francesa de Medicina.
Maria Salomea Skłodowska, nombre de soltera de Marie Curie, dedicó su vida a la ciencia. Es un hecho amargo que su muerte, también, está íntimamente relacionada con esta dedicación. Durante años estuvo expuesta a los elementos radioactivos y a sus efectos nocivos, sin tomar las debidas precauciones. Esta exposición reiterada le ocasionó una anemia aplásica que acabó con su vida a los sesenta y seis años. En 1995, siendo Presidente de la República Francesa, Françoise Mitterrand, sus restos junto con los de su marido, Pierre Curie, fueron trasladados al Panteón de Hombre Ilustres de París, donde se rinde un tributo de admiración y respeto a las figuras ilustres de Francia. Este último reconocimiento, en cierto modo, vino a paliar algunas afrentas del pasado.
Tras haber repasado los méritos y la labor científica de Marie Curie, pionera en tantas cosas, dedicaré unos párrafos a hablar del Ateneo. Creo que el Bicentenario debe servir para que los madrileños conozcan la Docta Casa y realicen una visita a este compendio de Historia, Literatura, Filosofía, Pedagogía y Ciencia en el siglo XIX y en el primer tercio del XX.
Debe formar parte del patrimonio común de todos los madrileños la historia de sus espacios de mayor interés como La Cacharrería, donde tenían lugar veladas y tertulias llenas de ardor y pasión.
Probablemente, los ateneístas coincidan en que uno de sus lugares emblemáticos es, sin duda, la Biblioteca con un fondo bibliográfico excepcional, especialmente, por lo que se refiere al siglo XIX. Algunos de quienes la frecuentan cuentan, a modo de anécdota, que allí ‘Nació Donoso Cortés, perdió la vista Cánovas, Castelar se quedó calvo y Moreno Nieto murió’.
Otra joya que merece ser conocida y admirada es el despacho de Manuel Azaña, al que hemos aludido anteriormente. Don Manuel, como es harto sabido, fue Presidente de la II República pero, también, y esto es menos conocido, Secretario y Presidente del Ateneo. En sus paredes podemos observar cuatro grandes lienzos de pintores del siglo XIX: Aureliano de Beruete, Rafael Monleón y Torres, Cristóbal Férriz y Sicilia y Agustín Lhardy Garrigues. Me parece magnífico un retrato del pintor Rosales, realizado por Joaquín Sorolla. Conviene comentar que existía una costumbre en el Ateneo y esta, no era otra, que los pintores consocios se hicieran retratos unos a otros. Gracias a esto, contamos con este magnífico Sorolla, que forma parte del patrimonio artístico de la Docta Casa.
Finalmente, unas palabras para ensalzar el Salón de Actos, centro neurálgico del Ateneo y donde han dado conferencias e intervenido en debates, algunas figuras relevantes de la vida cultural y política. Ya hemos mencionado a Marie Curie, hagámoslo ahora por citar solo dos figuras relevantes, Albert Einstein y José Ortega y Gasset.
Quisiera que estas reflexiones sirvieran para homenajear a Marie Curie y, también, para dar a conocer la inmensa riqueza del patrimonio artístico que atesora el Ateneo.
La Docta Casa –los ateneístas lo sabemos bien- es cultura, pensamiento, ciencia, diálogo y, sobre todo, debate porque sólo se avanza contrastando y haciendo la síntesis de las distintas opiniones a veces contrapuestas.
Debe seguir siendo también, un lugar de consenso y fraternidad como nos han mostrado los consocios desde su fundación.
Sería deseable que el objetivo de mayor envergadura que nos propusiéramos en el Bicentenario, no sea otro que reverdecer los laureles, que el Ateneo vuelva por sus fueros y nosotros… quienes hoy trabajamos en las Secciones y en la Junta de Gobierno, sepamos estar a la altura de quienes nos precedieron e hicieron posible los momentos más brillantes culturalmente e intelectualmente ambiciosos, durante tantos años.
Quisiera terminar este artículo citando un pensamiento de Marie Curie, lleno de sensatez, modestia y sabiduría ‘me enseñaron que el camino del progreso no era rápido ni fácil’.
María Teresa Pedraza Guzmán de Lázaro
- Enfermera
- Especializada en ortoptica y pleoptica por el Centro Internacional de optometria
- Presidenta de la sección de Ciencias de la Salud
- Vicepresidenta de la sección de artes plásticas
- Presidenta de la agrupación especial estudios e investigaciones científicas Marie Curie
- Perteneciente a la Junta de Gobierno como socia bibliotecaria del Ateneo de Madrid