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40 años de ‘El nombre de la rosa’ de Umberto Eco


(Tiempo de lectura: 5 - 9 minutos)

En 1980 se publicó una de esas novelas llamadas a entrar por derecho propio en la historia de la literatura universal: ‘El nombre de la rosa’ del escritor piamontés Umberto Eco. Desde su aparición, la novela tuvo el reconocimiento de la crítica y del público lector. En poco tiempo, pasó a engrosar el elenco de los libros más vendidos. Asimismo, el diario Le Monde la incorporó a la lista de los 100 libros fundamentales del siglo XX y obtuvo premios como el Strega o el Médicis. En España la novela fue publicada en 1982 por la Editorial Lumen con una espléndida traducción de Ricardo Pochtar, gran conocedor de la obra de Eco. De esta novela editada en 35 países, se han vendido más de 15 millones de ejemplares. Una tercera parte en Italia.

La popularidad alcanzada fue tal que seis años después la novela fue llevada a la gran pantalla con enorme acierto. El encargado de convertir en fotogramas las palabras de Eco fue el cineasta Jean-Jacques Annaud. El director francés no solo respetó y condensó con brillantez la trama de la novela, sino que supo extraer el trasfondo de una obra en la que conviven diferentes niveles de lectura. Quizá, hoy en día, ‘El nombre de la rosa’ sea más conocido para el gran público por esta coproducción de 1986 en la que participaron Italia, Francia y Alemania Occidental (por entonces no había caído aún el Muro de Berlín). Más tarde, en 2019, Alemania e Italia produjeron una miniserie de 8 capítulos, dirigida por Giacomo Battiato, que ha cosechado críticas muy dispares.

El cuarenta cumpleaños de esta excelente novela es una oportunidad para descubrirla, si no la han leído aún, o para regresar a sus páginas si ya la leyeron. Estas líneas quieren ser una invitación a ello.

Ambientada en la primera mitad del siglo XIV, concretamente en la Italia de 1327, ‘El nombre de la rosa’ nos transporta a una época turbulenta de la Edad Media europea. No solo en lo político, sino también, y sobre todo, en el aspecto religioso. La Iglesia católica venía intentando consolidar su hegemonía desde hacía bastante tiempo. El año en que se desarrolla la novela los papas residían en la ciudad francesa de Aviñón. Así lo hicieron siete Obispos de Roma entre 1309 y 1377, período que no debe confundirse con el Cisma de Occidente que vendría inmediatamente después.

Durante varios siglos los papas hicieron frente a diversas corrientes heréticas o a poderes emergentes. Así, en el siglo XIII combatieron a los cátaros hasta la caída en 1244 de su último bastión, la ciudadela de Monstegur; a los seguidores del Abad Joaquín de Fiore; a los ‘fraticelli’ o al movimiento valdense que se extendió hasta el siglo XVI. Por otro lado, en 1312 había sido disuelta en Francia de forma expeditiva la célebre y demasiado influyente Orden de los Templarios. Dos años más tarde en París, sus más altos dirigentes fueron quemados en la hoguera, tras un arbitrario proceso cuya sentencia fue leída en el atrio de la catedral de Notre Dame. En otros países los templarios corrieron diversa suerte. En España no fueron perseguidos con virulencia como en la vecina Francia, siendo exonerados de diversas acusaciones sin fundamento. Muchos se integraron en órdenes como Calatrava o Montesa.

Umberto Eco era un gran conocedor del mundo medieval. En un libro anterior. Lector in fabula, había fijado su mirada literaria en una polémica que se planteó en el siglo XIV entre el Sumo Pontífice y los llamados franciscanos espirituales, un movimiento en los límites de la herejía que había nacido en el seno de la orden franciscana para defender la observancia rigurosa de la Regla y el Testamento de san Francisco de Asís. La controversia giraba en torno a la posesión de bienes y la pobreza de los apóstoles de Jesucristo. O sea, sobre si la Iglesia católica debía ser o no ser pobre. La polémica no fue baladí, pues en ella participaron pensadores de la talla de Guillermo de Ockham, quien profundizó sobre la doctrina de la pobreza apostólica, algo esencial para muchos franciscanos y una tesis dudosa y herética para el papado y los dominicos.

Este debate entre los espirituales y los delegados papales es una constante en el argumento de la novela, donde además el autor introdujo una de las herejías que había sido perseguida sin cuartel en los primeros años del siglo XIV, la herejía dulcinista. Liderados por fray Dulcino de Novara, los dulcinistas, entre otras cosas, se oponían a la jerarquía eclesiástica y al sistema feudal. Asimismo, propugnaban ideales de pobreza y humildad, y el establecimiento de una sociedad igualitaria. Por ello, el papa Clemente V decretó contra esta herejía una cruzada. De nuevo, cristianos contra cristianos. Dulcino sería capturado, torturado (como mandaban los cánones) y, por supuesto, quemado en la hoguera junto a su esposa Margherita.

En cualquier caso, la idea de Eco fue escribir una novela policíaca. Algo que sin duda consiguió. Los crímenes que se suceden en una imponente abadía benedictina del norte de Italia, tienen su leitmotiv ‘en un libro que mata o por el cual los hombres matan’, como afirma el fraile franciscano Guillermo de Baskerville (Sean Connery) en la película. Anotar aquí que la Sacra de San Michele, ubicada en la región del Piamonte italiano, fue el edificio que inspiró a Umberto Eco para configurar la abadía de su novela.

El libro asesino no es otro que el Libro II de la Poética de Aristóteles, una obra supuestamente perdida durante la Edad Media de la cual, en la novela de Eco, se conserva un ejemplar en una sala secreta de la laberíntica biblioteca de la abadía. En la realidad, se ha especulado mucho sobre la Poética. Unos piensan que el libro nunca fue escrito, otros que desapareció en el medievo y algunos que se trataba sólo de un texto elaborado por un amanuense de la obra aristotélica. Sin embargo, un documento bizantino del siglo X titulado Tractatus Coislinianusen recoge una teoría de la comedia en la tradición aristotélica que bien pudiera ser un resumen o estar fundada en el extraviado Libro II. El Tractatus afirma que la comedia provoca la risa, tan censurada por el monje Jorge de Burgos, y el placer. Este manuscrito del siglo X se conservó en el Gran Monasterio de Lavra en el Monte Athos. En la actualidad se encuentra en la Bibliothèque Nationale de París.

‘El nombre de la rosa’ es sin duda una novela para disfrutar, por la riqueza de contenidos y personajes que oscilan entre la creación literaria y la historia. Los protagonistas responden a una intención bien determinada. La crítica ha puesto de manifiesto, por ejemplo, la conexión entre el franciscano Guillermo de Baskerville en la ficción y el ya citado Guillermo de Ockham, personaje histórico este último en el que Eco pensó inicialmente para ser el protagonista principal de su novela.

Por otro lado, el joven Adso, hijo del barón austriaco de Melk al servicio del emperador Ludovico IV de Baviera, es quien narra la historia siendo ya octogenario. Este personaje pudiera estar basado en el abad francés de igual nombre, Adso de Montier-en-Der,​ nacido en 920 y autor de una biografía sobre el anticristo.

El libro nos sumerge en la rígida vida monacal, ordenada según las horas canónicas. La abadía es el escenario donde se suceden los hechos que conmocionan a una congregación dominada por la superstición y el temor al fin de los tiempos, y en el que fray Guillermo, decepcionado de su etapa como inquisidor, representa aquí la razón y la indulgencia. Un universo monástico que Eco construyó a lo largo de un año, leyendo, dibujando, haciendo esquemas y diagramas, pero sin escribir una sola línea.

Entre los monjes destaca el español Jorge de Burgos, personaje creado por Eco como homenaje a su admirado Jorge Luis Borges, pero también para hacer una alusión a la Hispania medieval, en la que surgieron magníficos manuscritos ilustrados, como el Comentario al Apocalipsis del Beato de Liébana.

Otros personajes de la novela fueron figuras eminentes de la Edad Media. Es el caso del franciscano Ubertino da Casale, líder de los espirituales; Michele de Cesena, ministro general de la orden franciscana y teólogo; Girolamo de Caffa, franciscano que llegó a ser primer obispo de Cafa (Crimea) y cuyo nombre era Jerónimo de Cataluña; el Cardenal y diplomático galo al servicio del papa de Aviñón, Bertrando del Poggetto; o el dominico e inquisidor francés Bernardo Guidoni que ocupó durante un tiempo el obispado de Tuy (Galicia), escribió un importante tratado para inquisidores y murió con setenta años en la ciudad de Louroux (Francia), pero no de forma violenta como sucede en el film de Annaud.

Son numerosas las preguntas e interpretaciones que desde su publicación ha suscitado la novela, tantas que el propio Eco, en contra de sus principios, se vio obligado a escribir las ‘Apostillas a El nombre de la rosa’. En ellas desvela Eco que el título de la novela tiene que ver con un verso extraído de la obra De contemptu mundi de Bernardo Morliacense, un benedictino del siglo XII, donde nos advierte que de todo aquello que desaparece únicamente nos quedan los nombres.

Dejo ahora mis oculi de vitro cum capsula sobre el scriptorium, no sin antes recomendarles vivamente que se adentren en las páginas de ‘El nombre de la rosa’, pues en esta novela de suspense hallarán muchas de las cosas ‘sabias, buenas y verdaderas’ que fray Guillermo enseñó a su discípulo Adso. Entre otras que de la rosa, al final, tan solo queda el nombre: ‘stat rosa pristina nomine, nomina muda tenemus’.

Francisco J. Castañón, escritor y periodista. En la actualidad dirige la revista Entreletras. Asimismo, es colaborador de Todo Literatura y otras publicaciones digitales. Tiene en su haber literario varios libros de poesía: Fuenfría (Ed. Verbum, 2003), A cuenta del Albur, poesía 1982-1995 (Ed. Visión Libros, 2010) Las horas indultadas (Ed. Verbum, 2011), Identidad (Ed. Vitruvio, 2016) y Equipaje sin lastre (Ed. Seehu, 2019). Es autor de diversos trabajos sobre historia y crítica literaria. Junto a los periodistas Joaquín Vidal y Eva Díaz Arévalo publicó en 2016 el libro Diccionario de la corrupción (Ed. Vitruvio). Bajo el mismo sello editorial, publicó en 2018 Mayo del 68. Una utopía tras las barricadas. Su último título, Pisadas en la Luna. De Apolo XI a Orión, explorando el espacio, se publicó en octubre de 2019.