La cultura iletrada
- Escrito por Emilio Meseguer
- Publicado en Cultura
Este nombre, el de “Cultura Iletrada”, o uno parecido fue propuesto por el crítico y teórico literario alemán Wlad Godzich. En este caso la cultura iletrada no es un paso adelante en el campo de la cultura, no, es la tendencia obsesiva de muchos gobernantes hacia el analfabetismo vecinal, el camino que ha tomado la derecha para que la sociedad se posicione fuera de todo concepto que abrace a la cultura, siendo la cultura ese motor necesario para que las sociedades sigan avanzando.
Estamos muy cerca de lo que nos ocurrió en el medievo con el teatro. Según el insigne profesor Lázaro Carreter, no hay vestigios documentados del teatro en esa época, hasta el siglo XI, no aparece el Auto de los Reyes Magos, una breve pieza de teatro religioso. Tenemos que esperar dos siglos para encontrar obras teatrales de Gómez Manrique. Ni antes ni posteriormente existe documentación del hecho teatral en castellano, en cambio Francia, en su langue d´oil, si cuenta con el registro de textos teatrales desde antes del siglo X. ¿Estaremos en un bucle?
A este escenario hemos llegado en Madrid, por causa y razón de la indiferencia o apatía hacia el hecho cultural, como derecho de todo ciudadano y como derecho nuestra sociedad.
Muy cierto es, que no se han levantado muros en contra de la cultura, el virus ha hecho ese trabajo sucio. Sí, está ocurriendo que se ha dado paso a una neblina que se podía valorar con el nombre de olvido; sí, hemos olvidado que existe un órgano llamado Consejo de la Cultura de la ciudad de Madrid, tal y como existen en otras capitales europeas y españolas: Londres, Berlín París, San Sebastián, Barcelona…. Aquellas ciudades con cierta trascendencia cultural poseen este órgano democrático que regula, da valor y sustenta la cultura de una ciudad.
Una vez que Dña. Andrea, olvida esa estructura, el área de cultura del Ayuntamiento de la capital, hace lo que le viene en gana, unas veces nada y otras veces poco, pero sin asesoramiento ni control, y dada la trayectoria cultural de dicha concejala, podemos deducir sus grandes estrategias culturales para Madrid, desde el aspecto de un desarrollo de la cultura de proximidad, inmaterial o social y desde las nuevas ofertas que se nos muestran a los vecinos, solo la cultura de lejanía, cada vez con mayor lejanía, es la que impera en la actualidad.
La cultura de proximidad con las Mesas de Cultura que emanan de los Foros Locales, están destinadas a ser sustentadas por los Vocales Vecinos de los paridos gobernantes y funcionarios de las Juntas Municipales, la neblina se expande y las Mesas esperan ser fagocitadas por el nuevo organigrama propuesto, el Consejo de Proximidad (¿A quién se aproxima?). De esta forma aparece en la capital la cultura domeñada o la deconstrucción cultural, algo que a todas luces se aleja de los principios jurídicos y ciudadanos en los que se potencien los valores, necesidades y sentires, de poner en relación directa, por medio de la cultura, el equilibrio y la equidad de cada barrio o distrito y su sostenibilidad, de hacer participar al marginado y del que está en vías de exclusión social, de inclusión de los más jóvenes, de los mayores y los migrantes. Una cultura que ponga en valor cuestiones como la accesibilidad, el principio de participación vecinal, el feminismo, el medio ambiente, la justicia o la soledad… Porque las normas dicen que la cultura, la material e inmaterial, es de todos, con todos y para todos. Y desde hace unos años se considera un derecho. Porque a decir de los sabios, la cultura es salud y medioambiente y mediación social y participación colectiva, es también integración y educación. En una palabra; es sociedad.
La nula gestión cultural es excluyente y va facilitando la exclusión colectiva e individual, ayuda, por omisión, a negar las acciones culturales de unos vecinos, unas asociaciones y una capital (Adiós principio de transmisión y difusión cultural).
Puede que sea el mezquino movimiento filosófico que emplean las autoridades para apagar sentires y sentimientos vecinales, así nunca sabrán los de arriba las necesidades y proyectos de los de abajo.
Puede que se trate de una deconstrucción cultural, como las que se hacen en las cocinas (una tortilla de patata en la que el huevo está escalfado, la patata en puré, la cebolla esferificada y el aceite en recipiente aparte). Es lo mismo pero no se parece en nada a una tortilla.
Los Centros educativos de cualquier nivel, no abren las puertas a la cultura, los Centros culturales, ya sean de mayores como los otros (nunca entendí esa separación que vulnera principios de equidad), no programan a gusto y necesidades del vecino. Son los poderes y sus adláteres los que, con espíritu carpetovetónico y patriarcal, deciden y tutelan el qué, el cuándo y el cómo se debe ver o participar, herencia de la más adusta censura de posguerra. Nadie puede proponer acciones culturales en sus barrios y distritos desde lo público, no hay controles vecinales que adviertan de lo innecesario de algunas acciones culturales o la necesidad de otras o exijan un mapeo distrital.
Nadie sabe por qué, en un Centro Cultural público, hay muchos más conciertos que en otro, si no se pregunta al vecino, nadie sabe por qué un autor puede presentar un libro en un Centro Cultural público y tras la presentación se pone a la venta su libro en el mismo Centro Cultural, con la colaboración del librero de cercanía y en otros no se puede hacer lo mismo. Nadie sabe nada.
Ante tamaño fracaso al que estamos abocados, creo que deberían surgir cooperativas entre el profesionalismo y el amateurismo, para abrir nuevas puertas a los derechos culturales del vecino: feminismo, desarrollo cultural individual y colectivo, freno a la marginalidad, integración de discapacitados, uso de derechos culturales sin matices, potenciación medioambiental, a la razón, a los valores ciudadanos a la salud, educación grupal, etc.
La cultura nos pertenece a todos. La cultura iletrada es una filosofía en la que se dicta el silencio y la distancia del vecindario para dejar hacer al electo.
Hablando de electos; cada día me encuentro más confuso: ¿Quiénes son los que deberían estar dentro y quienes fueran? Sí, hablo de los excluidos por decisión del que manda, también de los confinados en campos de refugiados, ya sean CIES o islas. ¿Quiénes deberían estar arriba y quienes abajo? Me refiero a los que de verdad son demócratas o lo aparentan y usan tendencias inquisitoriales en vivo o en videoconferencia.
¿Quiénes deberían proponer acciones culturales y quienes gestionarlas?
Algunas noche me despierto con sudores fríos de irracionalidad y veo claro como los unos somos los que pagamos los impuestos con el derecho a no decidir ni contribuir con ninguna opinión en el desarrollo de la ciudad (Solo contamos con el derecho a escuchar escandaleras inapropiadas). Parece que a través de los impuestos hemos adquirido el derecho a ser tutelados por nuestros electos, sus asesores y algunos funcionarios carceleros. Parece que con nuestro voto hemos adquirido el derecho a dejarnos hacer y a ser manipulados, sin protesta alguna. A dejarles a las administraciones que subviertan nuestros proyectos vitales bajo el poder de esa cultura iletrada a la que me refería y que, en ocasiones no muy contadas, funciona por acciones relacionadas con el 3%, que diría Maragall, o similar y por falta de transparencia total.
¿Hasta cuando vamos a dejar que influya en cada uno de nosotros esa filosofía de la cultura iletrada y deconstructiva, en la que se ofrece a los vecindarios nada de nada?
La cultura es, también, la expresión del ciudadano de cada pueblo, barrio o distrito. Empecemos, por tanto, a desarrollar ideas propias y evitemos que nos las impongan funcionarios de Centros Culturales públicos y de las Juntas Municipales que los rigen.
Decía Nietzsche, que había dos clases de personas, las que hacían suyas las ideas ajenas y los que contaban con ideas propias. Ya ha pasado el tiempo de asumir como nuestros los idearios ajenos, ahora nos toca, con responsabilidad y dedicación, contribuir con el resto de vecinos a desarrollar nuestro fondo de cultura inmaterial en centros públicos y nutrirnos de ellos.
Por suerte o desgracia para unos o para otros; es un derecho que nos asiste y no una petición descabellada.
Emilio Meseguer
Ergónomo PhD. Profesor del Master Prevención de Riesgos Laborales en Suffolk University Campus Madrid. Sindicalista. Dramaturgo y Escritor. Vicepresidente del Colectivo de Artistas Liberalia. Guionista y conductor de los programas de radio: Mayores con reparos, Salud y Resistencia y El Llavero.