A propósito de Galdós
- Escrito por Emilio Meseguer
- Publicado en Cultura
No sé como empezar este lazo que me une con D. Benito desde hace más de 50 años.
Lo conocí en 1967, nada había estudiado sobre él en el bachiller. Nosotros, los amigos, montamos un grupo de música, contábamos con un viejo sótano para ensayar, pero no teníamos fondos para comprar todo lo que se requería. Se nos ocurrió recorrer la calle Fuencarral y calles aledañas pidiendo a los vecinos los libros y revistas que les sobraran para hacer un mercadillo de segunda mano y los restos a vender por papel viejo. Nos salió bien, nos dieron muchos libros y periódicos viejos, en el sótano los distribuíamos. Allí le conocí. Ante mí estaban, en el suelo, todos los Episodios Nacionales. Algo me hechizó, los llevé a casa y comencé a leerlos, a disfrutarlos, quise conocer de su vida. D. Benito, era el pequeño de cinco hermanos, su padre coronel en la reserva, consiguió por méritos de guerra en la defensa de Cádiz, durante la guerra de Independencia, unas tierras en Las Palmas, en el monte Lentiscal, allí construyó la finca denominada Los Lirios. La madre es una mujer recta que siempre frenó el atracón de mimos que sus hermanas le otorgaban.
Eso le hizo mella, para él siempre, su madre, Dña. Dolores, será “Doña Perfecta”. De su padre, D. Sebastián, aprende a escuchar sus relatos de guerra, estos le ayudan a configurar una idea de patria, honor, defensa y lucha, que sabe plasmar magníficamente, años después, en los Episodios Nacionales.
No fue un avezado estudiante, aunque sí un temprano escritor. Antes de ser remitido a Madrid por sus padres, en el año 1862, Benito escribe en Omnibus, un periódico local. Su llegada a Madrid es por causa de unos amores mal comprendidos por su madre, Él se enamora locamente de Sisita, una hermosa joven hija del hermano de su madre. Su prima. Dña. Dolores impone que Benito estudie en Madrid y a Benito no le queda otra opción, se instala en una pensión cerca de la Plaza Mayor y comienza a vivir Madrid y de paso, a ratos, estudia derecho en la Universidad Central de la calle de San Bernardo, hace buenas migas con algunos profesores, como Giner de los Ríos, que le ayudan a construir su personalidad, pero sigue sin olvidar a Sisita.
Destaca en el carácter de Galdós, que era un hombre cerebral, escurridizo, tímido, amigo de escuchar, lejano a prodigar sus ideas y abierto a entender lo que los demás hacían. Esa es la base de su realismo, la introspección y el entendimiento de los seres que le rodeaban.
Dijo su amigo Clarín, tras estar trabajando conjuntamente en su biografía, “Memorias de un desmemoriado”: de Benito, lo único que tengo claro de su vida es que nació en Canarias”. Esto nos da a entender su carácter poco expansivo.
No obstante fue amigo de las tertulias y de los cafés con tertulias, allí conoció a literatos y políticos que le abrieron puertas y escaños.
Termina el curso pero ya ha comenzado a escribir para El Debate, luego para La Nación y decide no seguir estudiando. Se está haciendo un nombre entre los periodistas, pero eso no es suficiente para poder comer a diario. Su hermano se encarga de contribuir a su manutención.
El periodismo no lo rechaza, además de articulista y gacetillero, trabaja como crítico musical, va adquiriendo dominio de la pluma y del lenguaje.
En 1867 con su hermano a ver la Exposición Universal de París, allí se ilustra sobre los escritores del momento en Francia, lee a Balzac y quiere escribir como él y publicar libros con dibujos como los de Doré. En esa época ya ha comenzado su primera novela “La Fontana de oro”, que terminará en 1868 con gran esfuerzo.
Viajó por Europa y España, pero nunca volvió a Las Palmas, se consideró desterrado.
Siempre seguí siendo admirador de la narrativa de D. Benito, un día visitando la logia del Grande Oriente de España, en la calle Juan Ramón Jiménez, pregunté al experto que la mostraba, por la relación de Galdós con la masonería. Él me confirmó que había sido masón, insistí en saber a qué logia perteneció y cuando, pero me confesó que eso no se sabía, los papeles de las logias habían desaparecido por causa de la guerra.
Pude confirmar las afirmaciones de aquel masón. El Profesor en historia Dr. Ferrer Benimeli, uno de los mayores expertos en masonería que existen en España, escribe en uno de sus libros lo que ocurrió en la provincia de Huesca, donde se contabilizó, en toda la provincia, un número no superior a las cinco decenas de masones antes de la guerra. Tras la sublevación fueron fusiladas unas cinco centenas de personas acusadas de masones, posiblemente familiares y amigos de masones.
Parece ser que Franco quiso ser masón, como su hermano y su padre, pero no le dejaron entrar en masonería y eso potencio el odio hacia estos. Lo clásico.
Sabemos que existió desde el comienzo de esa guerra un encono hacia distintos grupos sociales e ideológicos, la mayor parte de las fichas policiales de antaño, que albergaban tres conceptos, para ellos, los sublevados, denigrantes, los mismos que en la ficha policial de Lorca, donde aparece como: socialista, masón y homosexual.
El 1 de marzo de 1940 una Ley especial para la Represión de la masonería y el comunismo, dejaba de manifiesto que eran unos delincuentes sociales, y que desde el punto de vista jurídico era una aberración, ya que nunca anteriormente apareció algo así en los distintos Códigos Penales y de Justicia Militar. A nadie se le ocurrió pensar que el comunismo estaba enfrentado a la masonería y por tanto esa doble militancia era absurda, pero la virtud de los vencedores organiza la sociedad como mejor le parece.
Fue el caso de mi abuelo, estaba fichado por homosexual, comunista y masón. La historia lo desmiente, está escrito que a él no le dejaron ser masón, está escrito que formó parte del grupo de escritores anarquistas y en cuanto a su sexualidad nada sé. Solo de sus andanzas con unas cuantas señoras de la época que, como no es una revista de información cardíaca, no voy a hablar de ellas por ser conocidas por muchos de Vds.
Por estos motivos, no pocos años me costó enterarme de la relación del escritor con la masonería. En mi último libro, Torresfuxias de Olmosviejos, un cuento de adultos, una de las tramas de este es la búsqueda de esta relación de don Benito con la masonería.
Dejamos para otro momento esas cumplidas explicaciones. Mientras tanto, si los editores los permiten, seguiré glosando en los siguientes artículos, la figura de este hombre que murió hace un siglo y que los viejos no tuvimos ocasión de conocer bien, él estuvo mal visto durante la dictadura y perdido durante la continua transición.
Emilio Meseguer
Ergónomo PhD. Profesor del Master Prevención de Riesgos Laborales en Suffolk University Campus Madrid. Sindicalista. Dramaturgo y Escritor. Vicepresidente del Colectivo de Artistas Liberalia. Guionista y conductor de los programas de radio: Mayores con reparos, Salud y Resistencia y El Llavero.