Cesare Pavese: el dolor como oficio
- Escrito por Inma J. Ferrero
- Publicado en Cultura
Anochece con un suave susurro de lágrimas golpeando las ventanas. El cielo ha envejecido en el surco sombrío del gris que lo abraza toscamente, estrangulando poco a poco el azul oxidado en el filo de los tejados. Se ha roto el infinito en el vaivén ondulado de las nubes. No es casualidad, que la nostalgia siempre tenga frío, que los segundos se curven en la garganta convirtiéndose en punzantes agujas de tiempo.
“Vendrá la Muerte y tendrá tus ojos”
La verdadera impresión de las cosas inolvidables, dice Cesare Pavese, no sucede la primera vez que las encontramos, sino la segunda. Yo encontré por primera vez el diario de Pavese, El oficio de vivir, en Madrid, cuando tenía 35 años. Lo leí con persistencia, con devoción malsana, y acabé por rechazarlo como una intoxicación que repudia aquello que causa su mal y lo expulsa. Lo volví a encontrar hace unos meses, otra vez en Madrid, esta vez lo compré porque la curiosidad, siempre más fuerte que yo, quería saber que efecto tendría sobre mí al volver a leerlo.
El gran poeta y novelista italiano Cesare Pavese nació en el pueblo piamontés de Santo Stefano Belbo. Con seis años pierde a su padre, un funcionario del tribunal de Turín amante de la lectura, y desde entonces su vida queda para siempre influida la omnipresencia de su hermana y su madre Consolina, una mujer de fuerte carácter que intenta suplir la figura paterna a base de fuertes dosis de severidad. Pavese se refugia en sí mismo y en la literatura. Como provenía de una familia burguesa, cursó sus estudios en el Liceo moderno de Turín –donde se estudiaba inglés en lugar del griego que se estudiaba en el Liceo Clásico- bajo la orientación de Augusto Monti quien fuera figura relevante del antifascismo. En el Liceo se interesó por la lectura de la narrativa norteamericana e inglesa y tuvo como compañero al que luego sería el gran filósofo Norberto Bobbio.
Obtuvo la Licenciatura en Letras en el año 1932, y antes de dedicarse a la poesía se lanzó a la tarea de comenzar una traducción del inglés al italiano de la famosa novela de Herman Melville, Moby Dick, traducción que lo lanzó a la fama en Italia. De la traducción de Moby Dick, Pavese extrajo una doble lección que, al igual que la atmósfera de Santo Stefano, se iba a reflejar en su obra. Por un lado, la importancia de vincular una descripción realista a un símbolo profundo que articule la narración, el duelo a muerte entre la ballena blanca y el capitán Acab; Por otro lado, la necesidad de referir los acontecimientos desde una situación de testigo ocular de los mismos, pero evitando que el narrador sea el protagonista del relato.
En Turín, donde pasaría toda su vida, fue detenido en 1935 por su complicidad con la mujer de voz ronca, que desempeñaba importantes labores clandestinas en el partido comunista y de la que estaba perdidamente enamorado. La justicia de Mussolini lo encarceló en Calabria –dicen que esta fue la única temporada que pasó fuera de Turín-, donde se dedicó a escribir. Un año después regresó a Turín, se afilió al partido comunista, tradujo a John Dos Passos, Gertrude Stein y Daniel Defoe, y publicó la obra Trabajar cansa. Turín, siempre Turín, la ciudad en la que trabajó años en la editorial Einaudi. Tomando como referente su experiencia en el exilio calabrés, en 1939 escribió su primera novela, La cárcel. Después, a esta le sucedieron una tras otra sus obras más importantes, La playa, Fiestas de Agosto, Diálogos con Leucó, El diablo en las colinas, Tres mujeres y El hermoso verano, con el que consiguió el premio Strega. Ya en los cincuenta publicó La luna y las fogatas y su obra poética maestra, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos y El oficio de poeta.
De costumbres austeras y esquivas, Cesare Pavese nunca tuvo mujer, ni hijos, ni casa. Su vida trascurría entre un cuarto en la casa de su hermana casada y la oficina. Su literatura –no apta para frívolos ni indiferentes- está plagada de referencias a la soledad, la familia, el sexo, la mala suerte, el amor, lo desconocido y, sobre todo, la muerte. Agobiado por la depresión y el desengaño, el 27 de agosto de 1950 se suicida tomando diez dosis de somnífero en un hotel de Turín. El 16 escribió: “Un clavo saca a otro clavo, pero cuatro clavos hacen una cruz” y “mi obra pública está acabada en lo que me es posible. He trabajado, he dado poesía a los hombres, he compartido la pena de muchos”. El 17 escribió: “No deseo nada más en esta tierra. Este es el balance del año no acabado, que no acabaré”. El 18 acaba: “No escribiré más”. Y en el cajón de esa habitación encontrarán un poema: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. Los de ella. No tenía nada más que decir, ni a ella –porque no respondía– ni a nadie más. Excepto a nosotros.
Volviendo al inicio, El oficio de vivir abarca un amplio arco temporal: desde el 6 de octubre de 1935 (cuando Pavese apenas había cumplido los 27 años y comenzaba a ser plenamente consciente no sólo de su vocación artística, sino también de los problemas existenciales que llevaba desde hacía años) hasta el 18 de agosto de 1950, nueve días antes de quitarse la vida. Treinta años, por tanto, en los que asistimos como privilegiados espectadores al taller de trabajo de Pavese, en el que no faltarán las –escasas– alegrías o –insuficientes– satisfacciones, tampoco los –amargos y numerosos– sinsabores, las –constantes– angustias y el –omnipresente– terror sobre la veleidad de cuanto existe. Si bien Pavese realiza todo tipo de digresiones sobre diversos temas, son los avatares de su vida personal y más íntima los que sin duda cobran más relevancia a lo largo de su diario El oficio de vivir.
Un título que, de por sí, ya llama la atención. El hecho de referirse a la vida, (propia o ajena), como a un “oficio” por cumplir, es síntoma de un ánimo apesadumbrado bajo la permanente obligación de llevar a cabo ese mismo oficio, de llevarlo a cabo como una dolorosa e insoportable imposición. Pavese escribe: “Sufrir, sufrir, sufrir. ¿Y por qué? La vida, yo no la he pedido”. Un cansancio que tiene que ver, con el desamparado, la tristeza de sentirse incompleto. Por esta misma razón, suspira y escribe, “mi corazón está anhelante de espera, tan anhelante que está cansado, cansado”. Sentimientos que tienen una fuerte conexión con los expresados en el “Libro del desasosiego” por Fernando Pessoa: “Llevo conmigo la conciencia de la derrota como un pendón de victoria.”.
Yo no olvido a Pavese porque estoy fascinada con su arte, tal vez he vuelto a leer su diario porque no sé vivir. Y escribo sobre este libro que soy incapaz de abarcar porque no sé qué hacer con los agujeros que Pavese me ha taladrado con su segunda persona del singular.
“Qué grande es el pensamiento de que verdaderamente nada se nos debe. ¿Alguien nos ha prometido nunca nada? Y, entonces, ¿por qué lo esperamos?”
Inma J. Ferrero
Inma J. Ferrero (Madrid, 01/01/1977) Poeta, libretista, crítico literario, directora y fundadora de la revista cultural Proverso.
Ha publicado los poemarios El leve suspiro de un poema (Ed. Bubok. 2012) Égloga del pétalo dormido (Ed. Bubok 2013) Poemario Nocturno (Ed. Seleer 2013) El amanecer en este sombrío (MRV Editor Independiente 2014) Geografía Inversa (MRV Editor Independiente 2015) Óxido (MRV Editor Independiente 2016), Adagio ma non troppo (MRV Editor Independiente 2016), El acorde perturbado (Ediciones Vitruvio 2017), Azul Primero (Proverso Ediciones 2017), Allí donde las luciérnagas duermen junto al poeta Nicola Foti (Proverso Ediciones 2019). El Horizonte Purpúreo duermen junto al poeta Nicola Foti (Proverso Ediciones 2019). La quiete dell’uragano junto al poeta Nicola Foti (Proverso Ediciones 2019). Ianuarius junto al poeta Nicola Foti (Proverso Ediciones 2019). Ikigai (Proverso Ediciones 2020).
Ha ofrecido recitales en Madrid, León, Valladolid, Gijón, Salamanca, Úbeda, Baeza, Roma, Bruselas, Granada, Candás (Asturias), Guadix (Granada), Rosario (Argentina), Montesarchio (Benevento), Florencia.