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Removiendo recuerdos (Relato breve)


(Tiempo de lectura: 2 - 4 minutos)

Abre cajones, revisa armarios, todos los objetos, prendas y demás enseres que los llenaban, van desapareciendo poco a poco, se van llenando bolsas, cajas y todo aquello válido donde se puedan ir depositando.

Anda Carmen afanada cerrando la casa familiar, su padre ya había fallecido y su madre alojada en una residencia, hace innecesaria tenerla más tiempo desocupada. Sirvió en un tiempo como alivio familiar temporal, que ya no se intuye necesario, por lo que la familia toma la decisión de cerrarla definitivamente, evitando gastos y riesgos innecesarios.

Aquello que podría haberse hecho poco a poco, pero que quizás por pereza, o en evitación de dolor al remover todo aquello que durante años fue el refugio y morada de sus padres, ahora, puesta ya a la venta y con un comprador a la vista, debe hacerse rápida y arrebatadamente.

Cuantos sentimientos removidos al vaciar cajón por cajón todo aquello atesorado, ¿de cuántos años atrás? 30, 40, 50 ó 60 quizás…

Montañas de libros, videos, recuerdos de la empresa donde tanto tiempo trabajo su padre y que aparecen por doquier…

Se ha ido efectuando lotes con objetos de interés cotidiano, vajillas, cristalería, mantas, sábanas en perfecto uso, cortinas, cuadros, etc, etc., ornamentos de más o menos valor en función de las preferencias de cada hermano, así como otros apartados con objetos que donarán a alguna obra social, o lo ofrecerán a personas a las que saben le vendrá de perlas.

Todo esto se va haciendo con la boca seca, pero lo peor llega con los pequeños recuerdos tan personales. Despejar la mesilla paterna que durante tantos años fue un depósito de carteras, bolígrafos y demás regalos, muchos de los cuales nunca usó, pero que allí atesoraba todos ellos, sin orden, sin estructura alguna que justificara su almacenamiento, más allá de retener aquellos momentos felices de cuando le fueron regalados.

Ver fotos de su última cartera, aquellas que debían ser las más importante para él y que quiso portar privadamente, tarjetas y otros pequeños papeles que nunca quiso incorporar con los recuerdos familiares globales: papeles del equipo de futbol, carnés de todo tipo; del sindicato de toda su vida, del transporte público, de donante de sangre, al que durante tantísimos años contribuyó, esos últimos de jubilados, entidades a las que asistía…

Remover retales sobrantes de telas, hilos, dedales y agujas del costurero de la madre, que en otros tiempos ágilmente manejaba, hoy tan anciana y agotada que apenas puede empuñarlos. ¿Qué hacer con todo eso?, ¿guardarlo e incrementar lo acumulado por la propia vida y que ya rebosa el propio espacio de almacenamiento personal?. ¿Tirarlo?, ¡no, por dios!, ¿venderlo, regalarlo?, no puede con tantas emociones y dudas.

Carmen por un momento debe parar, tiene que beber agua, no puede dejar de llorar silenciosamente y moquear, claro con tanto polvo removido la alergia se le ha disparado, se justifica.

A la fatiga física de llenar cajas y cajas, que se van amontonando, se va acumulando la fatiga mental de tomar tantas decisiones, ¿que se reserva, que se abandona definitivamente?.

¡No puede seguir más!, decide parar y volver al día siguiente, para tratar de aclarar ideas que le ayuden a tomar decisiones.

Y así, poco a poco va despejándose la casa, han decidido que los muebles se quedan, que el nuevo propietario haga con ellos lo que estime oportuno. Cada quien ha tomado lo que ha preferido, haciendo otro apartado con lo que se donará. Han ido cerrando capítulo.

Definitivamente toca echar el último vistazo a la casa ya desvencijada, sin alma, despedirse de ella; ¡Qué pena!, decir adiós al barrio quizás definitivamente, hoy tan cambiado, con otros perfiles de vecinos, muchos de ellos provenientes de otras latitudes.

¡Lo peor ya ha pasado!, solo resta firmar, y pensar que hacer con ese dinero extra que percibirá con la venta de la casa.

Se le va ocurrido una idea ya más despejada de emociones, ¿quizás podría programar un viaje a Disneylandia en Paris?, del que tanto oye hablar a su nieto. ¡Sí!, parece buena idea, el círculo de la vid quedará así mejor cerrado, gastar lo que le dejaron los que le precedieron en los que le sucederán. Le hará un buen regalo a su hija, emprenderá ese o cualquier otro viaje con su nieto y, dará por bien empleado el dinero beneficiado.

Lo otro, lo de los recuerdos que le vienen una y otra vez a la cabeza, ya lo irá gestionando como pueda, poco a poco, como tantas otras cosas importantes a las que ha tenido que hacer frente en su ya larga vida.

Se peina, se pinta los labios, sonríe forzadamente, se alisa la ropa y sale a la calle decidida, a seguir viviendo su propia vida.

Secretaria Memoria Histórica y Mayores. Agrupación Socialista Rivas Vaciamadrid.