La temperatura a la que arde el papel: Fahrenheit 451
«No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe»
Fahrenheit 451, 1953, Ray Bradbury
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Licenciada en Filología Hispánica (1984-89) y en Filología Alemana (2001-04) por la universidad de Salamanca, con diplomaturas en italiano y portugués. Vivió 10 años en Alemania, donde dio clases en la VHS (universidad popular) de Gütersloh, Renania del Norte-Westfalia, desde 1993 a 2000.
Posteriormente, ya en España, decide dedicarse a la traducción y corrección de libros y textos de diversa índole, labor que sigue ocupando a día de hoy.
Es miembro de la AEPE (Asociación Europea de Profesores de Español), de ASETRAD (Asociación Española de Traductores e Intérpretes) y otras entidades relacionadas con la traducción.
Asimismo, colabora como traductora honoraria para diversas ONG.
«No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe»
Fahrenheit 451, 1953, Ray Bradbury
«Se absorbió más allá de la mera felicidad al sentir que ejercía el control sobre
los seres vivos. Les hablaba, los impulsaba, les ordenaba. Retraídos por la
marea, sus huellas se convirtieron en bahías en las que quedaron atrapadas y
le dieron la ilusión de la maestría»
El señor de las moscas, 1954, William Golding
«En las ciudades de los blancos abundan los hombres negros»
El hombre negro, 1916, Carmen de Burgos
«Tenga cuidado de no conseguir con la excesiva dulzura de la miel al larga amargura de la bilis»
El asno de oro o Las metamorfosis, s. II e. c., Apuleyo
«No pongas tu mirada en guías interiores ajenos, antes bien, dirige tu mirada directamente al punto donde te conduce la naturaleza del conjunto universal por medio de los sucesos que te acontecen, y la tuya propia por las obligaciones que te exige. Cada uno debe hacer lo que corresponde a su constitución»
Meditaciones, libro VII (55), 170-80, Marco Aurelio
«Se necesita mucha fuerza —dijo—, mucho orgullo o mucho amor para creer que los actos de un hombre tienen importancia y que la vida es más poderosa que la muerte»
Todos los hombres son mortales, 1946, Simone de Beauvoir
«Ya no tengo ni encuentro palabras con las que pedir misericordia.
Baldía y fea como una rodilla desnuda es mi alma»
El juguete rabioso, 1926, Roberto Arlt
«El tirano oprime a sus esclavos, y estos, en lugar de volverse contra él, se vengan en los que están debajo»
Cumbres borrascosas, 1847, Emily Jane Brontë
«Para ella don Nacib era todo: marido y patrón, la familia que nunca tuviera, el padre y la madre, el hermano que muriera a poco de nacer. Don Nacib era todo, todo cuanto poseía. ¡Qué feo era estar casada!»
Gabriela, clavo y canela, 1958, Jorge Amado
«¡Qué ventura tan grande si quisiera el Criador
que en este punto llegase mio Cid el Campeador!»
(Afrenta de Corpes)
Cantar de Mio Cid, c. 1207, probablemente de Per Abatt
“Yo el Supremo Dictador de la República: Ordeno que al acaecer mi muerte mi cadáver sea decapitado; la cabeza puesta en una pica por tres días en la Plaza de la República donde se convocará al pueblo al son de las campanas echadas al vuelo. Todos mis servidores civiles y militares sufrirán pena de horca. Sus cadáveres serán enterrados en potreros de extramuros sin cruz ni marca que memore sus nombres”
Yo el Supremo, 1974, Augusto Roa Bastos
«Nosotros somos esa gente que construye iglesias y fábricas, que forja cadenas y monedas; somos esa fuerza viva que alimenta y divierte a todo el mundo desde la infancia hasta la tumba…»
La madre, 1907, Máximo Gorki
«Aunque el trueno apagara frases enteras, Ti Noel creyó comprender que algo había ocurrido en Francia, y que unos señores muy influyentes habían declarado que debía darse la libertad a los negros, pero que los ricos propietarios del Cabo, que eran todos unos hideputas monárquicos, se negaban a obedecer»
El reino de este mundo, 1949, Alejo Carpentier
«Qué otra cosa podía esperarse de los jóvenes universitarios en aquel entonces si hasta los que decían servir a la verdadera causa cultural y democrática del país eran hombres que arrastrarían su adolescencia mítica hasta los cuarenta años»
Últimas tardes con Teresa, 1966, Juan Marsé
«Esto fue lo primero que todos recordaron: que de pronto apareció alguien y destapó un pequeño frasco. Y a continuación se salpicó varias veces con el contenido de este frasco y una súbita belleza lo encendió como un fuego deslumbrante».
El perfume, historia de un asesino, 1985, Patrick Süskind
«Como afanoso geómetra procura,
sin hallar el principio que le mueva,
del círculo encontrar la cuadratura»
La Divina Comedia, s. XIV, Dante Alighieri
«Sin duda están en lo cierto los filósofos cuando nos dicen que nada es grande ni pequeño sino por comparación»
Los viajes de Gulliver, 1726, Jonathan Swift
¿Por qué publicaría su obra de forma anónima este pastor anglicano irlandés, doctor en ciencias?
«Cumplía con su tarea cotidiana como un caballo de noria que da vueltas con los ojos vendados sin saber lo que hace»
Madame Bovary, 1856, Gustave Flaubert
«Tendremos noticias de ellos, y ellos las tendrán de nosotros. Los conozco; son hombres de mucho temple. Llevan consigo en el espacio todos los recursos del arte, de la ciencia y de la industria. Con esto se hace cuanto se quiere, y ya veréis cómo salen del atolladero»
De la Tierra a la Luna,1865, Julio Verne
«La desesperación dominaba la ciudad. Y ni siquiera se pecaba ya. El mismo
espíritu maligno parecía haberse adormecido y cada hombre seguía su solitaria
vereda. El viajero ocasional que se encontraba en Goray caminaba
desconsoladamente por las calles durante un rato, y luego, con el saco vacío
y una maldición en los labios, abandonaba la población»
Satán en Goray,1933, Isaac Bashevis Singer
«¡Qué vida tan incómoda la de las señoras que anden siempre en estos enredos! No les arriendo la ganancia... ¡Ay!, aborrezco los tapujos y las ilegalidades... He nacido para vivir con orden y con decoro, está visto. ¿Le dará a ese tunante por venir?»
Insolación, 1889, Emilia Pardo Bazán
«La tragedia de un ser era la victoria de otro. Así son todas las demás cosas del mundo ̶ se decía Lope, con ánimo ligero ̶ y hay que andar alerta y madrugar»
La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, 1964, R. J. Sender
«Solo Epicteto había mirado a los ojos a sus torturadores y les había dicho: ‘‘Haced lo que tengáis que hacer, y yo haré lo que tengo que hacer, que es vivir y morir como un hombre’’»
Todo un hombre,1998, Tom Wolfe
«No era incumbencia suya investigar si la supuesta relación entre la exactitud de su memoria y la inequívoca claridad de sus sueños se hallaba legitimada»
Auto de fe, 1935, Elias Canetti