Vox Populi
El pueblo sabe estrangular tiranos,
y odia tanto á Caifas como al judío
que sentencia lavándose las manos.
- Escrito por José Santos Chocano
El pueblo sabe estrangular tiranos,
y odia tanto á Caifas como al judío
que sentencia lavándose las manos.
¿Por qué seguir con calma indiferente
soportando al cacique empedernido?
¿Acaso carecemos de sentido
para estar humillándole la frente?
Dedicada á una sociedad que se creó con el fin de socorrer á los heridos, emigrados y presos de la sublevación republicana
Mientras haya desdichados
que lejos del patrio suelo
de triste llanto bañados
alcen los ojos al cielo;
Vedlos, firmes sobre el yunque:
son los hijos del Trabajo,
que el duro pan que se comen
amasan á martillazos.
Más bien motores semejan
(Himno)
José Lorite
I
A los niños proletarios,
la enseñanza, al principiar"'
Ciudad de amor, por el amor nacida,
que borrando las sombras del pasado
resurgiste triunfante á nueva vida
en un triunfo de paz aureolado.
Vuestra mano apartad; ella os delata
y os condena y maldice en su presencia,
porque la sangre que la tiñe ingrata
es continuo temor de la inocencia.
A un mismo tiempo que bendice mata;
EL TRABAJO
Depon tu vana insolencia,
Aristocracia maldita.
Hoy la voz de la conciencia,
como en tormento, te grita:
«Esa tierra que altanero
Soneto
¿Para qué la careta de Talía
si puro Carnaval es la existencia?
¿Para el crimen que oprime la conciencia,
no tiene un dominó la hipocresía?
¡Haya en todos paz, y sea la Tierra
de quien la trabaje, premio del sudor;
y el arado obre como arma de guerra
porque el mundo sea, en hombres-, mejor!
La yerba del bosque, impía, profana
la simbólica cruz que los arcos unía;
no se oye ya al toque del Avemaria
en son melancólico doblar la campana.
Famélicos, tristes, caminan rendidos,
los veo á mi paso, con pena y horror;
avanzan medrosos cual seres vencidos
faltos de alegrías, de paz y de amor.
Hay en sus miradas tenues, misteriosas,
“Esperanza de todos los mortales
que sufren el rigor de los tiranos,
y que se ven regidos por villanos
lo mismo que en los tiempos medioevales.
Esperanza de todo aquel que males
PARÁFRASIS DE SCHILLER
Soy ciudadano del mundo:
en donde abunda la vida
pongo mi afecto profundo,
tengo una tierra querida.
A un sabio preguntóle cierto día
uno del pueblo, en ademán curioso,
sobre un tema que obscuro y tenebroso
en su cerebro, inculto, aparecía.
Se llamaba Cruz.
Sus ojos se iluminaban
cuando a su casa
yo llegaba.
Un suave beso quedó en el viento,
la niña hermosa
se fue en silencio.
Sobre el «cochon» del carrusel montada
—reina del vicio en trono de locura—
va girando en mil vueltas. La cintura
quiebra en la contradanza dislocada.
Se me quedó prendido el pensamiento
entre la blanca bruma y el viento,
en la luna y en las rosas,
en el jazmín y en la escarcha,
en la laguna dorada,
y en las noches estrelladas.
Desde mi balcón veo los fulgores del poniente,
hermoso como una doncella, misterioso como la noche.
se va despacio, despacio se va septiembre.
Casi siempre, fuera, al volver la esquina,
parece que te veo andar de frente.
Vienes hacia mí resuelta y sonriente
cuando emboco la calle que se inclina.
Solo. Abrí los ojos y vi el mar.
Gris perla de fondo, transparente a ras.
Y las olas se acercaban hacia mí,
me tocaban y huían hacia atrás.
pensando en mi madre
Cuando tu voz se haya ido
y tu sonido se apague
y tus solemnes silencios
pervivan serenamente;
Fuertes como el ensueño, bajo la misma estrella
de amor ennoblecidos, los dos somos así:
por la lírica alfombra que nos sirve de huella
vamos cantando el himno de un hondo frenesí.
Reivindico el amor para exponerlo,
para agrandarlo,
para gritarlo con cualquiera.
En cualquier sitio enseñarlo.
Reivindico tu mano con su mano,
El cafetín se halla envuelto
en confusa niebla;
vese un rayo rojizo que sale
de entre la caldera.
Y un fornido mozo
Cada día, para albergar tu espacio,
amanezco por tu lado y en tu cama.
Obseso corazón que me reclama
instinto posesivo que no sacio.
No son vanas quimeras ni locas fantasías
de ensueño alucinado los trances del dolor...
los pechos comprimidos de insomnes costureras
que tosen y trabajan en mísera labor.
Allá van los pobres
seres explotados,
infelices ilotas que gimen
bajo el yugo de innoble trabajo;
suena el pito en la cuenca minera:
Como siempre, al entrar el invierno
despiadado, implacable, temido,
en la casa obrera queda sin trabajo,
por plazo impreciso,
el que gana el sustento de todos,
De dos en dos, unidos por las manos,
flacos y amarillentos como cera,
desfilan muchas veces por mi vera
secciones de indigentes hospicianos.
El marqués de Sade ha vuelto a entrar en el volcán en erupción
De donde había salido
Con sus hermosas manos todavía ornadas de flecos
Sus ojos de doncella
Y ese permanente razonamiento de sálvese quien pueda
¿Deberían ser olvidados los viejos amigos
y nunca recordarlos?
¿Deberían ser olvidados los viejos amigos
y los viejos tiempos?
Como se fue el maestro,
la luz de esta mañana
me dijo: Van tres días
que mi hermano Francisco no trabaja.
¿Murió?... Sólo sabemos
Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió a construir otras tantas? ¿En qué casas