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La canción del profano


  • Escrito por F. Pérez de Vega
  • Publicado en Poetas

Dios, ¿eres tú la infortunada sombra

que sobre el mundo sin piedad se abate?

No esperes si mi labio ya te nombra,

vana ilusión, que tu poder acate.

No lo esperes, ¡oh, no!, que no se asombra,

ni enmudece, ni tiembla en el combate

el corazón que lleno de entusiasmo

alguna vez te amó. ¡Triste sarcasmo!

 

Era yo niño; en mi serena frente

aun no brillaba el torcedor amago

de la duda cruel; con faz riente

tu nombre repetí, que era mi halago.

¿Dónde estás, dónde estás—gritaba ardiente—.

Dios? ¿Dónde estás que de mi fe en pago

no quieres dirigir mi paso incierto

por este mundo de maldad cubierto?.,.

 

Mas sólo el eco contestó á mi anhelo,

repitiendo mi voz con ironía,

y esa burla sarcástica, del cielo,

al principio, creí que descendía.

Quise rasgar el misterioso velo

que en noche dé tinieblas te envolvía,

y el niño, en esa edad pura, inocente,

te buscó con los ojos del creyente.

 

Nada supe de ti, que en el arcano

no tuviera su asiento formidable.

Nada supe de ti; todo era un vano

juguete de la vida miserable.

Te alababan los hombres, y en su mano

me mostraban tu imagen venerable;

pero, ¡ay!, que entonces, en su pecho mismo,

la perfidia encontré y el egoísmo.

 

Más tarde ya, aunque en mi edad temprana,

hastiado de tu mística leyenda,

ante el altar de la conciencia humana

de hinojos me postré; sencilla ofrenda

de mis labios brotó; la sombra vana,

temerosa de hallarse en la contienda,

á los rayos del sol de las verdades,

huyó con sus malditas liviandades.

 

(Vida Socialista, 19 de junio de 1910)