Las jóvenes españolas hablan sin tapujos sobre feminismo en «Rebeldes y libres», de la periodista Lydia Cacho
- Escrito por Cristina Bazán
- Publicado en La Zurda
El feminismo, el machismo, las masculinidades, la pornografía, el amor adolescente, la violencia machista, la culpa, la identidad, el activismo y el consentimiento son algunos de los temas de los que niñas y adolescentes españolas de 11 a 17 años hablan sin tapujos con la periodista y escritora mexicana Lydia Cacho en su nuevo libro «Rebeldes y libres».
En una entrevista con Efeminista, Cacho (México, 1963) explica que el libro es el resultado de la necesidad que tienen las menores de «discutir de una manera amorosa, afectiva, respetuosa y sin ser juzgadas todos estos temas, sobre todo el cómo son mujeres en este momento histórico de sus vidas».
La reconocida periodista de investigación, autora de 19 libros, recorrió España para conversar con 176 chicas, a quienes dejó que eligieran los ejes temáticos para que pudieran hablar con sinceridad de lo que más les interesaba. Ya había utilizado esta técnica en México hace algunos años en un proyecto educativo que fue muy exitoso.
«Cuando les preguntaba de qué querían hablar inmediatamente todas empezaron a hablar sobre la igualdad. Algunas de las chicas no se sienten representadas por el feminismo español, sobre todo las que son de otras razas y de otras etnias, y fue muy interesante porque inmediatamente quisieron hablar. Yo creo que tienen una necesidad y una urgencia de ser escuchadas y de dialogar con las personas adultas que quieran escucharlas», recuerda la autora.
Una de esas niñas es Basima, de 14 años, quien dice que como musulmana no se siente incluida en el discurso feminista español. «Sí quiero que tengamos los mismos derechos, que dejen de pensar que porque somos de otra raza, religión o color de piel pues que no somos tan iguales, ¿me entiendes?», le dice a Cacho.
Rebeldes y libres, de Lydia Cacho
En toda la obra (La esfera de los libros, 2023), las niñas y adolescentes muestran sus contradicciones y las dudas que tienen sobre varios temas, especialmente los que causan mayor polarización en las redes sociales.
Se cuestionan fuertemente si por identificarse como feministas deben ser activistas, hablan sobre cómo se sienten respecto a las etiquetas que impone la sociedad, sobre el machismo que creen que va aumentando entre los compañeros de su edad pese al auge de la lucha feminista, y sobre la defensa de los derechos trans. Interrogantes que no saben quién o quiénes las pueden despejar.
«Creo que hace mucho no me sentía tan reeducada como ahora escuchando a estas niñas. Fue un proceso educativo para mí, pero también un proceso emocional muy importante. Sentarme con ellas, escucharlas», asegura Cacho.
La autora afirma que es un «momento histórico» en que «las feministas tenemos una carga monumental sobre nuestros hombros, en todos los sentidos, de todas las generaciones. Y es porque el patriarcado hace eso. La cultura patriarcal nos convence a las mujeres y a los hombres que creemos en la equidad de que no hay manera de avanzar en la igualdad, en el buen trato, en la erradicación de todas las violencias y en particular de la violencia de género, si no es entregando prácticamente la vida al tiempo completo, la congruencia absoluta».
Y que si las feministas no hacen eso, dice, «sienten como si hubiera una policía feminista a su alrededor, que no siempre la hay, a veces sí, pero no siempre y no en todos los países».
«Todas estamos pasando hoy por procesos de transformación y de integración social que son súper complejos y a mí me parece que eso es lo más enriquecedor de este libro, que las niñas nos recuerdan que están en este momento en que todo está cambiando y que además el patriarcado rabioso y violento viene de regreso a darnos durísimo en todo el mundo», menciona.
La formación en igualdad
Al conversar con las niñas y adolescentes españolas, Lydia Cacho pudo darse cuenta de que ellas tienen mucha más información feminista «de la que jamás tuvo ninguna otra generación en la historia de la humanidad».
«Y esto es maravilloso porque tienen acceso no solo a material formativo que no existía cuando yo era niña, e incluso las generaciones abajo de mí no tenían todavía estas formaciones. Tienen recursos muy importantes, intelectuales, académicos, filosóficos y emocionales que nosotras no teníamos y eso me parece que les ayuda mucho», afirma.
Sin embargo, dice, todo esto las hace sentir «muy inadecuadas cuando no cumplen con todo esto que plantean los movimientos feministas».
«Cuando yo era niña nadie a mi alrededor ni a mi madre que era feminista estaba presionándola para que demostrara que era verdaderamente feminista. Y ahora sí creo que hay mucha presión y que las redes sociales han colaborado mucho con esto, con una exigencia ridícula que pone una presión extra en todas nosotras y que no es válida. Me parece que nos pone un estrés tremendo y a las niñas más y eso es lo que más me preocupa», reflexiona.
La violencia y el retroceso en derechos
También se ha podido dar cuenta de que las españolas tienen «clarísimo» que los avances en derechos están en juego y que la pornografía es un problema «gravísimo» que tiene su país.
«Casi cualquier niña de Centroamérica, del Caribe, de Sudamérica cuando les preguntas en ese entorno sobre la igualdad saben que todo está como en juego, en riesgo, y aquí (en España) las personas adultas te dicen que no, que van avanzando. Todo es discursivo, pero sí creo que las niñas españolas tienen mucha más claridad sobre eso», afirma.
«Por otro lado, yo había estado analizando mucho todo lo de la pornografía, es una de mis especialidades, y sabía que España tiene un problema gravísimo con la pornografía infantil y juvenil y con el consumo. Y bueno, las niñas lo dejan clarísimo, cómo afecta sus vidas personales y su noción del amor es lo que les genera más angustia y a mí francamente me dejó muy impresionada escuchar a todas las niñas hablando sobre ese tema», agrega.
Otro tema que les afecta es la violencia digital. «Todo este libro demuestra cómo las niñas tienen pavor a ser canceladas en las redes sociales, porque la cancelación de redes sociales no solamente es una cancelación de la vida pública, sino también de la vida emocional y del derecho a la voz y a la palabra y a la opinión, al derecho a expresar lo que tú sientes y lo que tú piensas y lo que tú ves en el mundo».
Debido a su trabajo investigativo, dice Cacho, ella recibe mucha violencia por medio de las redes sociales, por eso cree que lo mejor es «silenciar a toda la gente que está violentando».
«Creo que eso es algo que las niñas todavía no tienen claro, porque la generación Z vive en ese entorno, es su realidad, pasan muchísimo más tiempo en en las redes, comunicándose a través de las redes, que en presencial. Me parece que es una discusión que necesitamos tener todas y todos, porque a todos nos afecta esta violencia, pero ellas lo viven de una manera mucho más dramática porque sienten que desaparecen», valora.
El valor de la voz infantil
La periodista también destaca la incomodidad y molestia que sienten las niñas y adolescentes cuando los adultos no le dan valor a sus opiniones y a sus problemas.
«A mí lo que más me incomoda del machismo en el colegio es que hagan bromas; por ejemplo, si dices algo que les molesta, te dicen, tipo: «¿Por qué no te vas a la cocina, tía?», y se ríen. No soporto que hagan como si fuera tener sentido del humor y es puro machismo con burla. Para mí eso es discriminación, pero los profesores no lo ven, dicen que son «cosas de chicos», dice Alessia en el libro.
Por eso, dice Cacho, le gustaría que personas dedicadas a la enseñanza puedan leer su libro. «Me parece que la voz de las niñas y los niños dan un diagnóstico que casi ningún académico puede dar».
Cuenta que en algunas regiones de España sintió que las menores tienen desprecio hacia los adultos. «Un desprecio que viene de una desesperación o de una frustración porque no han sido escuchadas, porque no son tomadas en cuenta, porque todavía hay una buena parte de la sociedad española que cree que las niñas y los niños no tienen derecho a la voz pública», concluye.