Feminismo y salud laboral
- Escrito por Susana Huertas Moya
- Publicado en La Zurda
El mes de abril es un mes muy importante para la clase trabajadora y los prevencionistas, ya que se celebra en su vigésimo octava jornada, el Día Internacional de la Seguridad y Salud en el Trabajo. Cada año, la Organización Internacional del Trabajo dedica este día para reivindicar la importancia de la salud de los trabajadores y trabajadoras y, además, homenajea a las víctimas de los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales del año anterior. En Madrid el año pasado fallecieron 59 trabajadores y trabajadoras y se presentaron 862 partes de enfermedad profesional.
Este año en España el lema de la campaña para UGT es: “la salud y la seguridad, un derecho fundamental en el trabajo”. Lema que me ha llevado a pensar como prevencionista en los derechos fundamentales de las y los trabajadores y como mujer me ha hecho detenerme en el derecho fundamental de la igualdad y, por tanto, de cómo conseguir ese derecho a través de la prevención, y la respuesta es: el feminismo.
Todo esto me hizo llevarme a una serie de preguntas ¿Existen desigualdades con respecto al género en la seguridad y salud en el trabajo? ¿Están relacionados la lucha de las mujeres trabajadoras por encontrar una igualdad entre hombres y mujeres y la lucha por preservar la salud y la vida de los y las trabajadoras? Hay que tener en cuenta que ya existen ciertos estudios que hablan de la Salud Laboral y la mujer, pero ¿existe desigualdad?
Mi parte más técnica me lleva a hacer lo que nos han enseñado para prevenir los peligros en los puestos de trabajo, que es proteger a las plantillas de los riesgos, ante los que están expuestos, y hacerlo con la observación y anticipación de lo que va a ocurrir. Para ello, se estudian y se investigan los accidentes ya ocurridos y se añaden unas nuevas medidas preventivas a las que ya tenemos. Ante esto tenemos que tratar con los fríos datos y las más impasibles estadísticas. Mi deber como sindicalista es poner cara e historia a cada una de esas cifras, vidas que se ven en muchos casos afectadas en su salud o que incluso dejan de ser y reclamar por ellos indemnizaciones cuando esos accidentes, en su mayoría, se podrían haber evitado.
Los riesgos ante los que se enfrentan la clase trabajadora no se diferencian por género, ni por sexo, es decir, el riesgo es un peligro que puede sufrir un trabajador o trabajadora en su puesto de trabajo o su entorno laboral. El riesgo de caerse desde más de 2 metros de altura si estamos subidos un tejado es el mismo ya sea quien realice el trabajo un hombre o una mujer. Pero sí es verdad, que existe una salvedad en la dimensión de sexo con respecto a los riesgos, cuando hablamos de los riesgos asociados al embarazo o la lactancia que son biológicamente inherentes a las mujeres. Pero no nos podemos quedar sólo en una dimensión de diferenciación por sexo, hay que ir más allá y ver si existe una diferencia social, que nos lleve a pensar en posibles desigualdades.
Las cifras nos cuentan que en el año 2020 el total de accidentes de trabajo en la Comunidad de Madrid, según las cifras oficiales que aporta el Instituto Regional de Seguridad y Salud en el Trabajo, fue de 68.152 accidentes, de los cuales 45.216 los padecieron hombres y 22.932 mujeres. Prácticamente en todas las estadísticas separadas por sexo, ya se trate por sector o por gravedad de los accidentes, se aprecia que las cifras son mayores en los hombres que en las mujeres, exceptuando una salvedad, los accidentes leves in itínere, que son los accidentes producidos al ir desde el domicilio al puesto de trabajo y viceversa, donde se puede constatar que 5.508 accidentes los sufrieron las mujeres y 4.280 los hombres y, sobre todo, se producen más en el sector servicios. Esto ya nos empieza a hacer ver que existe una diferencia en las condiciones laborales. Son las mujeres las que están teniendo más este tipo de desplazamientos y, por tanto, las que más sufren este tipo de accidentes, en su gran mayoría accidentes de tráfico.
Las otras cifras que tenemos que analizar son las cifras de enfermedades profesionales. Se habla de este tipo de enfermedades cuando son contraídas a consecuencia del trabajo y cuando se especifican en el cuadro de enfermedades profesionales que recoge el artículo 5 del R.D 1299/2006. Este cuadro debe ir actualizándose con nuevas enfermedades que demuestren la relación causal trabajo-enfermedad.
La Comunidad de Madrid emitió, en 2020, 62 partes de enfermedad profesional, frente a los 3.893 partes de la Comunidad Valenciana, que tiene un sistema instalado en el Servicio Público de Salud para la detección temprana de las enfermedades causadas por el trabajo. De los partes de Madrid, 430 se dieron en hombres y 432 en mujeres, tendencia que ha sido mayor en años anteriores, en los que las mujeres han llegado a declarar casi un 70% del total de los más de 3.000 partes que se declararon entre 2018 y 2019. La Comunidad de Madrid es la Comunidad Autónoma que menos partes presenta de toda España, por lo que existe una subdeclaración de enfermedades a consecuencia del trabajo que se encuentran invisibilizadas y asumidas por los Servicios Públicos de Salud de la Comunidad de Madrid, descargando la responsabilidad legal de las empresas.
Estas cifras demuestran la masculinización y la feminización de los puestos de trabajo. Los partes de enfermedades profesionales clasificados por sectores nos demuestran, primero, que en los últimos años se emiten más partes de enfermedad por las mujeres y, segundo, que en los sectores sanitarios, de servicios sociales, actividades administrativas y servicios auxiliares y hostelería, hay una tendencia claramente de actividad femenina, pues se producen más enfermedades en las mujeres, frente a los sectores masculinizados, como son la industria manufacturera, construcción y administración pública y defensa. El sector con más partes declarados se engloba en una categoría que se denomina “comercio al por mayor y al por menor; reparación de vehículos de motor y motocicletas”, donde se separan en 66 partes en hombres y 56 en mujeres.
Tras los fríos datos, comprobamos que el hombre sufre más accidentes físicos, es decir con lesiones o muerte en el momento del accidente, y las mujeres más enfermedades profesionales. Esto nos habla de que existen sectores feminizados y masculinizados. Ante esto, tenemos que tener en cuenta que los accidentes de trabajo se recogen en su totalidad (en su grandísima mayoría a no ser que la empresa quiera ocultarlos) y que, tras esto, se estudian, siendo los técnicos quienes incorporan medidas preventivas para evitar posibles riesgos que pueden llevar directamente a una lesión grave o a la muerte. Sin embargo, la enfermedad profesional es de marcado corte femenino, son condiciones laborales que van minando la salud de las trabajadoras poco a poco y que las lleva a tener una mala o pésima calidad de vida y que las puede llevar a la muerte en un futuro. Además, estos riesgos no se pueden estudiar en su totalidad para poner medidas preventivas, porque la mayoría de las enfermedades profesionales se invisibilizan al no ser declaradas y asumidas por la Seguridad Social y, por lo tanto, no se pueden prevenir. No existen posibles mejoras para las condiciones de trabajo donde más se declaran las enfermedades profesionales. Esta desigualdad es algo que UGT lleva reclamando desde hace muchísimos años, aquello que no se ve, no existe, y por desgracia las mujeres trabajadoras sufren una degradación de su salud que no tiene como responsable legal a la empresa. Las condiciones de las mujeres están en una extrema precariedad porque ni siquiera puede llegar a mejorarse en un futuro.
A todo esto, hay que sumar el ninguneo, casi en su totalidad, que tienen las empresas ante los riesgos psicosociales, riesgos, de los que sólo se reconoce el estrés y la fatiga laboral y como causa, casi única, el exceso de trabajo. Riesgos entre los que en sus causas se excluye el doble trabajo que desarrollamos la mayoría de las mujeres en la vida personal. Ese doble trabajo es aquel en el que las mujeres le dedicamos más tiempo que el hombre a los cuidados y a las tareas domésticas y que nos hacen tener menos tiempo para descansar y, por tanto, aumenta nuestros niveles de fatiga y estrés ante una alta carga de tareas profesionales. También, nos lleva a tener que tomar decisiones como la de tener o no hijos si se quiere crecer en un entorno laboral o no poder tenerlo, si se quiere, por una escasa estabilidad económica. Todo esto, lleva a las mujeres a padecer enfermedades físicas y mentales, derivadas de esos riesgos psicosociales, que merman su salud y su calidad de vida. El consumo de fármacos tranquilizantes y antidepresivos ha aumentado en los últimos años y las que más los consumen son el género femenino. Las mujeres y sus derechos vuelven a estar invisibilizados. Otro dato que nos demuestra como la mujer tiene la necesidad de estar en dos sitios a la vez, es el dato de los accidentes in itínere de los que hablamos anteriormente. La mayoría de estos accidentes se producen entre las 7 y 9 de la mañana y entre las 13 y 14 horas.
Sí que existe, por tanto, una desigualdad en cuanto a género en la prevención de los riesgos que conllevan accidentes y enfermedades profesionales. Sigue existiendo como prevencionista la necesidad de seguir protegiendo la vida y la salud de las y los trabajadores, pero también existe necesidad como feminista y sindicalista de reclamar una prevención eficaz y real ante los riesgos a los que se expone la mujer trabajadora. Como prevencionista-sindicalista-feminista lucharé por la igualdad efectiva del derecho fundamental de preservar la salud de las trabajadoras y de los trabajadores.
Susana Huertas Moya
Secretaria de Salud Laboral y Desarrollo Territorial de UGT Madrid.