Escó, ese pueblo aragonés que casi es navarro
- Escrito por María Pilar Úcar Ventura
- Publicado en Obreros por el mundo
Mi madre dice, bueno…decía, que ella era mañica, así con el diminutivo tan característico de la zona, que era aragonesa, de Zaragoza.
En mi párvula imaginación (siempre febril), aparecía por arte de birlibirloque una ciudad con la Virgen del Pilar (venerada a tutiplén por aquellos lares).
Mi madre decía Esco, así, con acentuación llana como denominan a esa población la mayoría de sus habitantes.
De muy pequeña visité aquel lugar, y de repente me encontré, magia potagia, en un pueblo muy pequeñito, casi vacío, destartalado, con las paredes de las casas medio derruidas, calles pequeñas, cortas y empinadas por las que iba caminando con dificultad: cuestas en las que estaba garantizado tropezarme con las piedras y con los hierbajos que retrepaban en perfecto desorden.
Ni asomo de la Virgen, ni de esa gran localidad figurada por mí.
Y las gallinas acudieron a nuestro camino: susto pavoroso, picoteando a mi alrededor esos animalitos alados que armaban una buena gresca con su cacareo incesante.
Alguna lugareña, vieja, muy vieja, salió a saludarnos, de negro riguroso, amable y acogedora. Recuerdo como si fuera ahora el olor a…un olor penetrante que me costó identificar, y que hoy lo sigo definiendo como “olor a pueblo”.
Por fin llegaba a ese sitio del que tanto me habían hablado: conocía historias de la maestra, el cura y el médico: tres bastiones franquistas que sostenían el conocimiento, alimentaban la fe y procuraban la salud de parroquianos.
Aquellas casas de la parte de arriba y aquellas otras, de abajo, separadas por un amago de carretera. Escó se ensanchaba con el tiempo. Huertas familiares y campos extensos, árboles frutales, caminos y fuentes. Escondrijos de historias, sucesos pretéritos, pasaban los años y la guerra. Se paraban artistas a “retratar” (lo) tan pintoresco, tan atractivo en el altozano desde la llanura, tan fértil y activo con su población.
Mi madre decía que era el primer pueblo de Zaragoza (esa era su perspectiva, claro).
Fácil imaginar las fiestas patronales de san Andrés en su plaza, momento de estrenar abrigo, hasta entonces a pasar frío con otros ropajes, romerías en la primavera y mercados en los pueblos vecinos: Ruesta Sigüés, Tiermas…
Hoy, vaciado…En la década de los 60 arribó el “pántano” como se pronuncia en el dialecto navarro-aragonés por efecto de ultracorrección lingüística; esa obra de ingeniería trajo dinero, agua de regadío, esfuerzo y abandono. O a Zaragoza o a Navarra. No quedaba otra. El embalse de Yesa inundó casi todo: meandros fluviales, recovecos paisajísticos, ilusiones y juventudes. La llanura y la colina asistieron impávidas a la transformación de un modo de vivir acomodado a sus hechuras sin pretensiones.
La vida más o menos plácida de unos habitantes que debían salir de sus límites para encontrar un nuevo futuro, mejor, quizá…distinto, siempre.
Sospecho que a mi madre nunca le gustó el pueblo, su pueblo; ni ese ni ninguno. Partió muy joven, nada más acabar la escuela a la capital, a Pamplona como ya lo habían hecho otras paisanas suyas antes. A servir, así decían: de “muchacha” a casa de una familia bien.
Hoy resulta un pueblo pintoresco y ha sido elegido por algunos cineastas como escenario de películas y de algún cortometraje también.
Cuando paso por la carretera lo miro con nostalgia y rememoro aquella visita que hice agarrada de la mano de mi madre y sonrío…
Me consta que algunos familiares de sus antiguos moradores se reúnen en ciertas fechas para contar historias vitales, para compartir el sentimiento de comunidad y de afectos.
Escó o Esco permanece (casi) mudo, reposando desde su cerro con la torre de la iglesia desmochada y enseñoreando el lugar que fue: quien tuvo, retuvo parecen señalar sus muros. Un remanso de paz en medio de un paraje para los sueños…
(A mi madre, in memoriam)
María Pilar Úcar Ventura
Doctora en Ciencias de la Educación, Licenciada en Filología Hispánica y Diplomada en Filología francesa. Actualmente Profesora de Lengua Española en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid) donde ha desarrollado distintas responsabilidades de gestión.
Ha impartido cursos de doctorado y Máster en Didáctica de Segundas Lenguas en la Escuela Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores de España y en universidades extranjeras, entre otras: Wharton College, en la School of Law de Seattle University, Université de Strasbourg, y desde 2002, es profesora invitada en la Copenhagen Bussiness School de Dinamarca, en el Tecnológico de Monterrey (México), en la UNAM de DF (México) y en la Universidad de Ginebra (Suiza). Forma parte del claustro de la Universidad de Maroua en Camerún.
Destacan entre sus publicaciones, Con eñe, Lengua y Cultura españolas; Cuadernos didácticos para el guión de cine (C.D.G.); En el aula de Lengua y Cultura; Idea y redacción: Taller de escritura, y ediciones críticas de diferentes obras literarias enfocadas a la enseñanza: La tesis de Nancy, El conde Lucanor, Romancero, Fuenteovejuna…
Asiste como ponente invitada a congresos internacionales, entre los que destaca el último celebrado en La Habana sobre Lingüística y Literatura. Ha participado en la Comisión para la Modernización del lenguaje jurídico del Ministerio de Justicia y en diferentes Jornadas de Innovación docente. Dicta conferencias y publica artículos sobre la interconexión lingüística en traducción.
Su investigación se centra en la metodología de la enseñanza del español (lenguaje para fines específicos) y análisis del discurso.
Actualmente coordina el proyecto de investigación Violencia y Magia en el cuento infantil y forma parte del programa Aglaya sobre la investigación en mitocrítica cultural.