Brasil, bajo la herencia antipolítica de un perturbado
- Escrito por Rafael Fraguas
- Publicado en Opinión
El asalto a las principales instituciones brasileñas, Presidencia del Gobierno, Parlamento y Tribunal Supremo, este domingo en Brasilia, por parte de seguidores del perturbado ex presidente Jair Bolsonaro, carece de precedentes en la historia del gran país suramericano. Empero, la mímesis de lo ocurrido allí con lo acontecido hace dos años en el asalto al Capitolio de Washington por seguidores de Donald Trump da una idea de dónde puede hallarse la inspiración de esta modalidad golpista.
Con 8.5 millones de kilómetros cuadrados de extensión, 3.6 millones de kilómetros cuadrados de selva amazónica y una población estimada en 217 millones de habitantes, la organización política brasileña es la de una República Federativa dotada de instituciones democráticas electivas. Las más prominentes de entre estas fueron asaltadas este domingo por una turba compuesta por miles de elementos enfundados en camisas con los colores de la enseña nacional, amarillo y verde, que actuaban, según se especula, a las órdenes de sectores hegemónicos la alta y media-alta burguesía agroexportadora brasileña, consideraba la más reaccionaria del surcontinente americano, que ha financiado campañas electorales de la ultraderecha.
Brasil ocupa la mitad de la superficie suramericana. Tiene fronteras con todos los países de América del Sur, salvo Chile y Ecuador. En las pasadas elecciones presidenciales y gubernamental-regionales del mes de octubre, Luiz Inazio da Silva, Lula, de 77 años, quien fuera líder promotor del gobernante Partido del Trabajo, socialdemócrata moderado, resultó vencedor, por un margen de votos reducido, 50,09% pero legal, legítimo y efectivo, resultado que, ilegalmente, se negó a admitir el presidente saliente, Jair Bolsonaro, de 67 años. El exmandatario, ex militar, un hombre disfórico, machista, negacionista, caracterizado por oponerse irresponsablemente a las medidas para atajar la mortífera pandemia del Covid 19, abandonó Brasil el 30 de diciembre de 2022, cuando su deber constitucional era pasar formalmente la banda presidencial al candidato vencedor, Lula da Silva.
El grave desaire cometido por Bolsonaro se interpreta, por parte del presidente Lula, como una indicación mimetizante dirigida a los seguidores de aquel para que actuaran de la forma ilegal en que lo han hecho, dejando a ras del suelo la imagen política de una de los grandes Estados mundiales, que figura entre los de mayor entidad como potencia emergente.
21 años de dictadura militar
No resulta explicable lo sucedido sin tener en cuenta que Brasil, en los años 50 del siglo XX, protagonizó un proceso de modernización y crecimiento interior dirigido por sectores progresistas hasta 1964, que fue truncado entonces. Por inducción estadounidense, las Fuerzas Armadas brasileñas, cuya oficialidad y generalato habían sido instruidos en la siniestra Escuela de las Américas, ubicada en Panamá y dedicada a la represión contra los movimientos sociales progresistas mediante tácticas de contrainsurgencia y tortura, derrocaron al presidente laborista Joao Goulart. Éste, 22º presidente brasileño, dirigió el país carioca desde septiembre de 1961 hasta abril de 1964. Goulart intentó aplicar una serie de reformas, señaladamente una reforma agraria y decidió implementar la fiscalidad entre los grandes propietarios y agro-exportadores del país; se propuso asimismo reequilibrar las relaciones exteriores del país evitando escorarlas demasiado hacia Washington e instar a las multinacionales que operaban allí a reinvertir beneficios en Brasil.
Tras el golpe castrense de 1964, los golpistas instalaron una dictadura militar, apoyada por Estados Unidos e instigada mediante la CIA y la multinacional ITT, dictadura que figuró entre las más crueles y retrógradas del continente suramericano. Su propósito central fue el de aniquilar todo vestigio de reformas económicas y sociales así como cualquier manifestación de oposición democrática o progresista. La dictadura militar brasileña, al frente de la cual figuraron el mariscal Castelo Branco y los generales Ernesto Geisel y Joao Baptista Figueiredo, halló en el general Golbery do Couto e Silva, jefe del espionaje brasileño, su mentor ideológico como destacado muñidor de la denominada teoría de la seguridad nacional, aplicada en la Escuela de Panamá. El régimen dictatorial, se distinguió por la crueldad desplegada contra los opositores. Con cuatro presidentes militares, se prolongó hasta el año de 1985, pero dejó enormes jirones reaccionarios en el tejido social, ideológico y político del país. Además, comoquiera que Brasil ha ocupado la primera línea de los cambios políticos, progresivos o retrógrados, de toda América Latina, Sur y Central, su designio dictatorial alentó entonces el surgimiento de dictaduras semejantes en casi todo el continente que, a su vez, se habían inspirado en el golpismo franquista a la hora de afianzarse en el poder por la vía de la represión indiscriminada.
Contrastes
Brasil se caracterizaba y aún se caracteriza por presentar enormes contrastes y desigualdades socioeconómicas, no solo existentes entre las áreas rurales y el entramado urbano costero -Brasil cuenta con 7.400 kilómetros de litoral-, sino, asimismo, intramuros de las grandes ciudades, como Sao Paulo, polo industrial del país; Río de Janeiro; Salvador de Bahía; o Manaos, en las riberas del Amazonas. Muchas de estas ciudades cuentan con grandes masas de lumpen-proletariado alojado en favelas ubicadas en las periferias urbanas o en amplias zonas citadinas, donde usualmente la Policía no accede y cuando lo hace, protagoniza matanzas, torturas y constantes transgresiones de los Derechos Humanos, como han denunciado numerosas organizaciones no gubernamentales.
Empero, la principal contradicción sociopolítica que muestra el país carioca es la de la estructura latifundista de la propiedad agrícola y ganadera –país exportador, por excelencia, de carne, café, caña de azúcar, soja y mineral de hierro- que determina una presión constante de estos sectores para deforestar las grandes extensiones de bosque amazónico y transformarlas en pastos o perforar nuevas minas. Bolsonaro ha realizado concesiones preocupantes a estos medios.
Junto con las zonas selváticas centroafricanas, estos millones de kilómetros cuadrados de bosques amazónicos proporcionan, no solo a Brasil sino al mundo entero, la mayor reserva de oxígeno del Planeta. He ahí su extraordinaria importancia como superpotencia medioambiental. Sin embargo, el poder acumulado por los agroexportadores, remarcablemente propietarios ganaderos y mineros (oro, diamantes, uranio…) cuando gozan de presidentes afines, como el mentado ultraderechista Bolsonaro, y las enormes presiones que aquellos despliegan contra cualquier intento de reforma progresista, en clave social o medioambiental, como las anunciadas por Lula, otorgan a este sector la condición de inquietante poder fáctico. Prueba de ello es que en las filas de este poder agroexportador se realizan, en estas primeras horas, las principales pesquisas policiales sobre la inducción del reciente triple asalto a las instituciones del país. Fueron estos mismos sectores los que apoyaron y financiaron las campañas electorales de la extrema derecha bolsonarista.
Incógnitas
Inquietante resulta asimismo la cúpula de la Policía, con episodios que han evidenciado su condición impermeable a cualquier sensibilidad igualitaria o meramente humanitaria, ya que acostumbra ordenar una represión selectiva contra las clases populares, señaladamente las excluidas y las segregadas. Todo indica que el saneamiento democrático de Brasil pasa, inevitablemente, por depurar las responsabilidades de esta cúpula policial. Por cierto, durante los últimos y recientes acontecimientos, esta franja de las autoridades policiales se ha mostrado condescendiente con los golpistas, mientras que se dedicó a obstaculizar los accesos a los centros de voto durante las elecciones del pasado mes de octubre que dieron la victoria a Lula da Silva como, al parecer, los cuadros policiales dirigentes preveían.
Algunas incógnitas planean sobre las Fuerzas Armadas, habida cuenta de los antecedentes históricos de sus injerencias políticas. Los asaltantes de las tres instituciones de Brasilia procedían de las inmediaciones del Cuartel general de estas fuerzas en Brasilia, donde miles de ellos llevaban acampados desde el pasado mes de octubre, exigiendo un golpe militar para derrocar a Lula, cuya victoria electoral rechazan.
No obstante, fuentes solventes señalan que en las filas castrenses queda una importante reserva de compromiso estatal, consciente de que Bolsonaro, sus actos, gestos y lo que ha significado su mandato, han devaluado la entidad geopolítica de Brasil, cuando, antes del acceso de éste al Gobierno, su país despuntaba ya entre las grandes potencias emergentes junto con países de la importancia de China, India, Rusia o la República Surafricana. El exmandatario ausente hoy en Orlando, Florida, ha centrado sus apoyos electorales en poderosas corrientes religiosas evangelistas y fundamentalistas, singularizadas por un discurso simplista, anticientífico y profundamente reaccionario en lo social, las costumbres y los estilos de vida.
Grandes y graves retos
Graves retos afrontan el líder laborista brasileño, su partido y sus aliados políticos, con importantes gobiernos regionales en manos de gobernadores bolsonaristas electos. La sujeción del bolsonarismo y de los poderes fácticos le auguran evidentes quebraderos de cabeza. Lula, fresador de profesión, singularizado por un extraordinario poder carismático entre las clases proletaria y media, así como en sectores profesionales e intelectuales, ha sido capaz de regresar al poder después de un taimado proceso judicial en el que la corrupta alta judicatura del país le llevó a prisión con testimonios falaces y arteras maniobras, aplicadas también contra de su sucesora, la exguerrillera Dilma Roussef.
La esperable condena de los hechos acaecidos en Brasil formulada por el presidente de Estados Unidos, el demócrata Joe Biden, carece de la fuerza de otras condenas presidenciales estadounidenses, habida cuenta de la semejanza de lo sucedido el 6 de enero de 2021 en Washington por la supuesta instigación de Donald Trump, fiero enemigo del mandatario demócrata, cuya legitimidad presidencial niega desde la derrota del dirigente republicano.
Rafael Fraguas
Rafael Fraguas (1949) es madrileño. Dirigente estudiantil antifranquista, estudió Ciencias Políticas en la UCM; es sociólogo y Doctor en Sociología con una tesis sobre el Secreto de Estado. Periodista desde 1974 y miembro de la Redacción fundacional del diario El País, fue enviado especial al África Negra y Oriente Medio. Analista internacional del diario El Espectador de Bogotá, dirigió la Revista Diálogo Iberoamericano. Vicepresidente Internacional de Reporters sans Frontières y Secretario General de PSF, ha dado conferencias en América Central, Suramérica y Europa. Es docente y analista geopolítico, experto en organizaciones de Inteligencia, armas nucleares e Islam chií. Vive en Madrid.