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El final de CS y la devolución de las sogas


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La segunda década del siglo XXI nació como el tiempo en que el bipartidismo en España era un cosa declinante y decadente en un solo acto, cuyo desarrollo imperante en la transición solo generaba sarpullidos políticos que dejaban a la vista unas transparencias de abusos, imperfecciones, anomalías y endogamias, en la realidad personal e institucional.

La superación de esas manifestaciones de anormalidad en el funcionamiento democrático de la vida de partidos pasaba por la aparición de nuevas organizaciones que fueron saludadas con una euforia desconocida por la opinión pública y por la masa electoral. De un lado, por el margen de la izquierda surgió Podemos, con su origen de explosión social y visible del movimiento 15-M, con formato de protesta sesentero, con acampadas y predominio asambleario, con participación de perfiles muy jóvenes de extracción docente universitaria y con mucha exposición en la defensa de la vivienda como primera necesidad desatendida por una muy reformable Constitución.

Del otro lado, aún sin alineamiento y sin clasificación, apareció Ciudadanos, muy inclinado en su nacimiento en abrir los codos para su implantación en Catalunya, con una significación con mucho altavoz en la denuncia de una desfiguración del espacio español en una comunidad asfixiada por un atávico entendimiento de la idea catalana de vocación independiente y precursora de la extinción de España en el territorio nacional catalán. El espíritu de renovación de los dos nuevos partidos se dibujó nítidamente, si bien Podemos, con su espaldarazo de las elecciones europeas de 2014, apuntó con trazo grueso a morder los sectores de inmatriculación del PSOE.

Ciudadanos, ya castellanizada su denominación para asaltar otras latitudes con despliegue de vocación nacional en todo el territorio, creció con idéntica ambición que Podemos pero para navegar en aguas y caladeros del PP. CS, que así fue mutando en su denominación, apuntaba unas aspiraciones nutridas por la aparente descomposición de los gobiernos de Rajoy y de la falta de sedimentación política de Pedro Sánchez, siempre minusvalorado por quien ejercía el liderazgo de CS, Albert Rivera, auspiciado por una baraja de primeros espadas procedentes de la universidad y del mundo de la cultura y del periodismo, todos ellos en la recalcitrante convicción de la propiedad del acierto en sus análisis y designios.

Aquella firmeza de origen del grupo de Francesc de Carreras, Arcadi Espada y otros pariguales, fue heredada por el propio Rivera, y la hizo suya hasta tal punto que prescindió edípicamente de los autores de la invención en la seguridad de un vuelo autónomo sin el préstamo de las alas por el núcleo del fermento político. Rivera no apoyó la moción de censura que catapultó a Sánchez en la seguridad de estar fabricando un podio para ocupar su parte central. Este primer gesto ya inclinó a Rivera a la trinchera neo conservadora con más desempeño del pronosticado en tertulias y otros mejunjes mediáticos. El segundo trallazo tiene la fecha del 10 de febrero de 2019 su grabación en el calendario: la foto de Colón para protestar por el episodio del relator como figura arbitral entre los estados español y catalán.

Vuelta de Catalunya a la refriega después de la crisis del otoño de 2017, pero esta vez con la inestimable compañía de Santiago Abascal, con mucho pecho y poca corbata. Ese año, 2019, produjo una reacción químico-política de tal naturaleza que conduce directamente al momento presente, el de esta semana, con la virtual desaparición de CS del espacio público de representación.

En abril de 2019, CS cosechó 57 actas de diputado que sirvieron para la creación de un establecimiento de elevación inconmensurable del ego de Albert Rivera en el preciso instante en que Unidas Podemos, que así se llamaba ya por entonces el movimiento emanado de las acampadas del San Isidro de 2011, bajaba sus niveles de auto estima y de apego popular. La repetición forzada de elecciones por la desidia de Rivera convirtió al partido en una caricatura de las malas, las que no se reconocen.

Ahora, los despojos de CS se reparten entre la oficialidad de Arrimadas, jerezana afincada en Barcelona, donde ganó las elecciones menos disfrutadas de los anales electorales de la historia, para iniciar un viaje a Madrid para asistir al funeral más largo de la crónica forense política. El presidente del PP, Núñez Feijóo, aún en el velatorio, ha invitado a la dirección emergente y sangrante de CS a integrarse en sus filas.

Para este menester dejó escrito una narración memorable Ryszàrd Kapùskinski, en “Cristo con un fusil al hombro”, en su recorrido por Sudamérica. Un esclavista de Guatemala dejó una nota escrita con instrucciones, “le envío veinticinco voluntarios para el trabajo de construcción de la carretera. Le ruego me devuelvan las sogas”.

 

Periodista (Ciencias de la Información, Univ. Complutense de Madrid), colaborador en distintas cabeceras (Diario 16, El País, Época, El Independiente, Diario de Alcalá), miembro del Patronato de la Fundación Diario Madrid.

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