El relato y los hechos en el aniversario de la conjura del PP
- Escrito por Gaspar Llamazares Trigo
- Publicado en Opinión
"De vez en cuando las palabras deben servir para ocultar los hechos". Nicolás Maquiavelo.
En los últimos días, el diario El País ha publicado los mensajes de apoyo sin matices y a veces entusiastas enviados por miembros de la dirección del PP a Pablo Casado a raíz de sus declaraciones en la cadena COPE en su pulso con Díaz Ayuso. Los mismos dirigentes que luego contribuyeron a su caída y que más tarde se han mantenido en la nueva dirección de Núñez Feijóo.
A primera vista nada nuevo. La traición es algo consustancial a la vida política. Desde que los seres humanos se organizan colectivamente para defender y mejorar la polis, siempre hay alguien que abre las puertas exteriores de la muralla al caballo de Troya. Por extensión, en un grupo humano hay quien rema, quién se deja llevar y quien agujerea el casco para que se hunda la embarcación.
Sin embargo, el verdadero problema no es la traición de los hasta entonces incondicionales de Casado, por muy burdas o obscenas que se consideren sus formas, sino el hecho de que el derrocamiento fulminante del presidente en un partido que aspira a gobernar una democracia consolidada se produzca sin ninguna explicación sobre las causas que la provocaron, mediante una conjura entre los barones y buena parte de los hasta entonces incondicionales miembros de la dirección de Casado, más allá de las recientes aseveraciones vacías de Cuca Gamarra del estilo de 'hicimos lo que teníamos que hacer', para luego seguir, al menos aparentemente, con la misma estrategia, tanto en relación a la respuesta a dar a los casos de corrupción del partido, como con respecto a colaboración con la ultraderecha, así como en la estrategia de acoso y derribo al gobierno.
Entonces, la causa última de la crisis parecía la denuncia pública del entonces presidente del PP Pablo Casado sobre la presunta corrupción del hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid Díaz Ayuso. Un negocio de venta de mascarillas a la Comunidad madrileña con un voluminoso beneficio de intermediación obtenido además en el momento más dramático de la pandemia. Un caso reprochable éticamente y todavía en investigación por parte de la Comisión Europea que según Casado requería una investigación exhaustiva y la consiguiente depuración de responsabilidades.
En su descargo la presidenta negó las acusaciones y atribuyó a la dirección de Génova la construcción de una acusación falsa, como parte del juego sucio en el pulso interno que pretendía el aplazamiento del Congreso con el objetivo último de excluirla de la elección a la presidencia del PP de Madrid en favor de Almeida y de reducir su poder interno. Hasta aquí el pulso de poder entre los que antes fueron uña y carne, tanto en el Congreso, como en la designación de la candidata del PP a la comunidad de Madrid.
Una denuncia pública de Casado y su equipo con exigencia de responsabilidades éticas y políticas que Ayuso considera basada en una información de la Agencia Tributaria y filtrada por el entorno de Moncloa a cambio de no se sabe qué oscuras contrapartidas en el desbloqueo de la renovación del órgano de gobierno del poder judicial, dentro de la teoría de la conspiración populista.
Un pulso interno que se acentúa, a pesar de una serie de encuestas favorables, con el fracaso de la expectativas de la dirección de Casado de lograr una amplia mayoría en Castilla y León con el objetivo de gobernar en solitario prescindiendo tanto de Ciudadanos como de la ultraderecha, todo ello como trampolín primero hacia las elecciones andaluzas y luego hacia las elecciones autonómicas y municipales como primera vuelta para llegar a la Moncloa. Algo que vendría a confirmarse más tarde en las elecciones andaluzas, pero ya con la presidencia de Núñez Feijóo.
Unos meses después hemos sabido que el acuerdo para la renovación de los órganos constitucionales, con el desbloqueo de la elección del cupo del Tribunal Constitucional estaba firmado con anterioridad mediante una proposición de ley conjunta a presentar en el Congreso de los Diputados. Un paso previo para desbloquear a continuación la del Consejo General del Poder Judicial.
Nada que ver con la teoría de la conspiración del entorno de la presidenta Díaz Ayuso. Por el contrario, el esquema responde a la misma estrategia reactiva de aprovechar la fuerza del contrario y sus errores para derribarlo, algo que ya había ensayado la presidencia de la Comunidad de Madrid previamente para deshacerse de la coalición con Ciudadanos mediante la convocatoria de elecciones anticipadas, aprovechando para ello el fiasco de la moción de censura en la Comunidad de Murcia.
En este caso, el sector oficial del PP que había perdido el Congreso inmediatamente posterior al triunfo de la moción de censura por el enfrentamiento de Cospedal con la vicepresidenta Sáez de Santamaría, se ha reagrupado en torno a sus principales barones regionales y al núcleo de la dirección, con las únicas excepciones de García Egea y Montesinos, para primero derrocar al entonces presidente Casado y luego para coronar en su lugar al heredero natural en la línea de sucesión Núñez Feijóo.
El relato de los conjurados se basa fundamentalmente en la urgente necesidad de derrocar a una dirección bisoña e insegura que utiliza un material tan sensible para el PP como la corrupción no solo para escenificar su ruptura con el pasado, como ocurre con la decisión de deshacerse de la sede de Génova (renovada con dinero negro), sino sobre todo como un arma legitima a esgrimir en el pulso interno con la presidenta Díaz Ayuso, poniendo con ello en riesgo el símbolo que supone para la derecha el mantenimiento del gobierno de la Comunidad de Madrid.
Una dirección que por si fuera poco, y esto es lo fundamental, se había permitido la ruptura formal con los hermanos separados de la ultraderecha con motivo de la primera moción de censura presentada por Abascal e incluso pactar con el gobierno socialcomunista la renovación, es cierto que en diferido, del Tribunal Constitucional y lo que es aún peor del Consejo General del Poder Judicial, rompiendo así con la estrategia de deslegitimación y desestabilización política y tambien institucional que han compartido junto con los partidos de la derecha PP y Vox, el núcleo duro del órgano de gobierno de la justicia y los medios de comunicación conservadores para hacer frente al gobierno Sánchez, primero desde la moción de censura, pero sobre todo contra el gobierno de coalición progresista y su mayoría parlamentaria de investidura.
Después de dos meses y medio la ultraderecha ha logrado el plácet de Tamames para la presentación de su segunda moción de censura con el objetivo de disolver las cámaras y precipitar el adelanto electoral. Otra moción de censura destinada al fracaso que solo aspira a retratar a los partidos de la derecha, pero que tiene más de esperpento que de acto de precampaña electoral.
El último capítulo en la procelosa historia de la conjura, el derrocamiento y la coronación ha sido la primera reunión entre Núñez Feijóo y Casado después de un año de ruptura. Una comida en la que parece haberse avanzado en la normalización, aunque no en la rehabilitación o la integración del expresidente.
Continuará.
Gaspar Llamazares Trigo
Médico de formación, fue Coordinador General de Izquierda Unida hasta 2008, diputado por Asturias y Madrid en las Cortes Generales de 2000 a 2015.