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Abascal, Tamames y el espíritu de la taquillera


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Ramón Tamames será protagonista de la escena política española la semana que viene para bajar el tono del “solo sí es sí” y las cosas de trapisonda de un diputado canario del Psoe. Todo ello caerá en desuso por un tiempo en beneficio del profesor Tamames, quien atraerá a su figura no solo la representación de Vox sino la del sector de la tercera edad, hasta ahora solamente en la superficie de la protesta por motivos trágicos en plena pandemia, la porción más devastada y menos protegida de la crisis sanitaria.

Otra reivindicación de este sector longevo sale a la palestra pública por las dificultades que le proporciona la brecha digital, los formularios de cancelación humana en bancos y administración, las citas previas, todo ese conjunto de progresos que impiden adelantar la calidad de vida de los ancianos, pese a anunciarse todo lo contrario. Todo apunta que Tamames viene para no quedarse. Sus apoyos son únicamente los de la formación que avala su presentación en sociedad.

Si bien las relaciones entre Tamames y Vox conservan un enorme parecido al de los apoderados de figuras del toreo que atraviesan por alguna dificultad, y que estuvieran a punto de sellar su ruptura con un apretón de manos. Tamames dice no creer en cosas en las que el mascarón de proa de Vox, Santiago Abascal, amamanta como imprescindibles, la unión matrimonial de homosexuales, el Estado de las Autonomías, la necesidad del PNV en la vida pública del País Vasco.

Lo que parece una interferencia entre candidato a la presidencia del gobierno vía moción e impulsor de la misma puede que tenga alguna virtud, pero de momento no se divisa más que confusión y ruido entre ambas instancias. La primera intervención, como marca la prosodia de la moción de censura, corresponde a uno de los firmantes de la iniciativa censora, que parece recaer en la figura de Abascal, quien con magnanimidad de tiempo hablará del gobierno de coalición y de su presidente en términos de poca estima y señalará las carencias y lacras que su permanencia en el poder devengará a España y a sus defensores.

Seguidamente, según el reglamento del Congreso, con la misma alegría del disfrute del tiempo, le tocará el turno al candidato Tamames. Si permanecen las distancias estratégicas y las diferencias de perspectiva y atención primaria, entonces gobierno, oposición, ciudadanía y opinión pública atenta al espectáculo, solo podrán agarrarse a la capacidad de sombro que les quede para averiguar las razones que pesan en la aparición pública de un personaje como Tamames, presuntamente ajeno a lo que signifique Vox.

Siempre cabe la oportunidad que lo explique Sánchez Dragó, pero tantas emociones juntas quizá sean excesivas. La última obra de Enrique Vila-Matas, Montevideo (Seix Barral, 2022), habla del “espíritu de la taquillera”, que consiste en recrear el estupor de la vendedora de entradas, la taquillera del cine, que tiene la función de “vender cine, pero no tiene ni idea de lo que vende”. Si hay coincidencia entre Abascal y Tamames en su forma de encarar el futuro de España y la Unión Europea, incluido en el paisaje el cadáver de Pedro Sánchez, se llegará la conclusión de Tamames como un ejemplo de saltimbanqui cuyo libro de Estructura Económica, su pertenencia al PCE y y su extravagancia capilar, merecen cualquier cosa salvo encabezar una moción de censura.

Si hay falta de sintonía entre ambas intervenciones, como anuncia el candidato en estos días, uno de los dos, o quizá los dos, pudiera estar incubando el espíritu de la taquillera, sabiamente descrito por Vila-Matas. En el caso de la taquillera, quizá el Partido Popular se encuentre de frente con el acierto. Prestar el hemiciclo para misiones para ocio y entretenimiento y quedarse en casa para ordenar armarios y guardarropía.

 

Periodista (Ciencias de la Información, Univ. Complutense de Madrid), colaborador en distintas cabeceras (Diario 16, El País, Época, El Independiente, Diario de Alcalá), miembro del Patronato de la Fundación Diario Madrid.