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“Així no anem enlloc”. Necesitamos una tercera vía.


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El 26 de julio y el 6 de septiembre de 2017 se producían en el Parlament de Catalunya, las dos últimas sesiones de control al Govern. En la primera sesión le pregunté al president Puigdemont cuál era el balance de la legislatura, una legislatura que ya dábamos por finiquitada y por fracasada, y en la segunda le pregunté por los atentados del verano en Barcelona y Cambrils. De eso hace ya seis meses.

Medio año sin actividad normal del Parlament. Medio año sin control al Govern, sin iniciativas parlamentarias, sin proyectos de ley, medio año y buena parte de él sin gobierno, y medio año de desconcierto.

En estos 6 meses la política catalana se ha visto envuelta en una espiral de despropósitos, ilegalidades, desconfianzas, populismo, y se hace difícil ver una salida a este callejón que no pase por rebajar la tensión política y, como decía en un artículo anterior, aceptar el principio de realidad. Ese que dice que sin respeto a la legalidad no se pude construir un proyecto político, y tampoco un país. Ese que apela al sentido común, como elemento básico y necesario para la toma de decisiones políticas.

Pero también se hace necesario añadir a la política catalana una buena dosis de responsabilidad, de respeto, de sinceridad y de diálogo. Catalunya necesita un respiro. Necesita un govern y volver a hacer política, pero sobre todo necesita que los espacios de crítica, de diálogo, de confrontación de ideas no se conviertan en dianas colectivas donde se señala como traidor a quien defiende ideas distintas o no coincide al 100% con las ideas de quien así le descalifica. Son ya considerables las personas que hemos sido y están siendo señaladas como traidores por discrepar del dogma “procesista”.

Catalunya se encuentra posiblemente en el punto más delicado de nuestra historia democrática. Con un proyecto independentista rupturista encabezado por un sector que tiende a confundir la parte con el todo, que no ceja en su empeño de burlar la ley y que ha dejado de querer escuchar y contar con más de la mitad de los catalanes y catalanas.

En esta situación, la responsabilidad que tenemos muchos es la de seguir proponiendo a los catalanes y catalanas elementos para superar la división y el conflicto, promoviendo el diálogo, la negociación y el pacto, y adentrándonos en el difícil camino de la transversalidad.

Las últimas semanas pude asistir a las presentaciones de los libros de Joan Coscubiela y de Santi Vila. Dos políticos que representan opciones políticas diferentes, alejadas, y con visiones de lo que ha pasado que difieren en muchos aspectos. Sus opiniones, las mías, y muchas otras son exponentes de lo que podríamos llamar “terceras vías”. Todos coincidimos en un punto: así no podemos seguir. No vemos futuro a la victoria de una mitad sobre otra mitad.

En los últimos seis meses, desde las infaustas sesiones parlamentarias del 6 y 7 de septiembre en las que, como ha reconocido el Tribunal Constitucional, los derechos de la oposición fueron pisoteados por la mayoría parlamentaria independentista, la política catalana se ha instalado en una espiral que está dañando profundamente nuestros cimientos como sociedad. Como sociedad plural, abierta, dialogante, tolerante. Están siendo dañados principios democráticos básicos. Y también se ha dañado a la ciudadanía. A la que unos han engañado y utilizado, otros han ninguneado, y se han volcado sobre ella las frustraciones causadas por el fracaso político de unos y otros.

Estos daños están removiendo las costuras de la unidad civil y hacen aflorar discursos populistas, oportunistas que generan aun más división, enconamiento y confusión. “Així no anem enlloc”. Se impone buscar otro camino, una tercera vía en la que una gran mayoría pueda sentirse razonablemente cómoda. Los socialistas vamos a seguir trabajando en su construcción.

Primer secretario del Partit dels Socialistes de Catalunya.