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¿Qué clase de gente nos gobierna? Las instrucciones impartidas por Ayuso a su grupo parlamentario


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¿Acaso muestra la presidenta madrileña su honda preocupación por el bienestar de los madrileños cuyos destinos rige? ¿Son legendarios los desvelos de sus consejeros por la precariedad? ¿Exhiben una proverbial empatía hacia los más desfavorecidos?. Quizá por eso no ven pobres a su alrededor. Todos los problemas quedan resueltos con su cruzada contra el socialismo y la izquierda.

Ayuso se muestra exultante al entender que “hoy la izquierda está acabada”. En su peculiar inventario las familias perjudicadas por la línea 7B podrían recibir unas indemnizaciones algo menos lacerantes. Además la huelga sanitaria suscribe un armisticio tras cuatro meses de movilizaciones. ¿Cómo se reducirá la cuota de pacientes? ¿Van a contratarse más profesionales o se dilatarán aún más las citas de primaria? Esos detalles no tienen importancia. Ya se verán después de las elecciones.

Lo de su hermano “se ha quedado en nada”, escribe. Dada la relajación de las cláusulas contractuales en medio de una inusitada emergencia sanitaria, resulta difícil discriminar a los oportunistas que decidieron hacer su agosto en medio de semejante coyuntura, pese a que resulte muy sencillo enjuiciarlo desde una perspectiva moral. Pero reconocer un error es cosa de izquierdistas y no de quienes no tienen problemas éticos.

Muy al contrario, Ayuso tilda de hipócrita y lo que se tercie a Monica García, reprochándole “vivir a todo trapo” por cobrar la misma subvención que su vicepresidente, quien desde luego no piensa renunciar a esa bonificación y se precia de cobrarla, mientras que Monica García lamenta haberlo hecho. En su arrebato retórico Ayuso también le reclama, ya puestos, que pida disculpas a las víctimas del 11M (sic), enumerando una retahíla de cosas a cual más absurda.

Sin embargo, hay que poner sobre la mesa el colapso de las cercanías, porque obviamente cuanto falla en la comunidad madrileña es culpa del gobierno central y los madrileños podrían vivir aún mucho mejor desalojando a quienes ocupan ilegítimamente La Moncloa. El colofón de las tareas que fija para quienes ocupan los escaños del partido popular en la Asamblea madrileña es tan inquietante como rotundo: “Matadlos”.

En ocasiones las licencias retóricas dejan de ser tales. A una médico le patearon hace unos meses en su consulta, porque un airado paciente hizo suyas todas las lindezas que la presidenta madrileña había dedicado al personal sanitario, caracterizado como unos vagos redomados que no querían trabajar y se quejaban por motivaciones exclusivamente políticas tendientes a dañar su imagen. Es curioso que, así las cosas, la conserjería del ramo haya llegado a un acuerdo en vísperas de las elecciones.

Cuando se lanzan este tipo de consignas, como la de “matadlos”, nunca se sabe si alguien puede tomárselas en serio y aplicarlas literalmente. Mensajes como los publicados por El Pais retratan una manera de hacer política que desde luego no favorece la convivencia ni muestra interés alguno por los problemas a resolver. Parece reducirse a una lucha maquiavélica por conquistar o retener el poder.

Hace tiempo que las campañas electorales han perdido su sentido. Lejos de propiciar debates e intercambios de ideas, únicamente generan descalificaciones e infames pugilatos por brillar con el improperio más efectista. Es muy lamentable instrumentalizar así las reglas del juego democrático, agitar la polarización y exacerbar el odio hacia quien ve las cosas de otro modo. “Matadlos” no parece un argumento político y nos hace preguntarnos por la catadura moral de quienes desempeñan tan altas responsabilidades.

 

Profesor de Investigación en el IFS- CSIC (GI TcP) e Historiador de las ideas Morales y Políticas. INconRES (PID2020-117219GB-I00) / RESPONTRUST (SGL2104001) / ON-TRUST CM (2019HUM5699) y PRECARITYLAB (PID2019-105803GB-I0)