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The Last of Us: por qué salvar a Ellie es tan decisivo


(Tiempo de lectura: 3 - 6 minutos)
Pedro Pascal y Bella Ramsey como Joel y Ellie en The Last of Us. HBO Pedro Pascal y Bella Ramsey como Joel y Ellie en The Last of Us. HBO

Ha cerrado su primera temporada de la serie de HBO The Last of Us. El hilo conductor de los nueve primeros episodios transcurre veinte años después de la destrucción de la civilización a causa de un hongo, un Cordyceps, que se adueña del cuerpo de los humanos. Uno de los supervivientes, Joel, asume el encargo de sacar a la joven Ellie de una opresiva zona de cuarentena. Juntos cruzan Estados Unidos ayudándose mutuamente para intentar sobrevivir..

Si bien hay algunos aspectos de la trama de la serie que están muy lejos de ser realistas, como la posibilidad de una pandemia producida por hongos, otros argumentos están más basados en la realidad y por eso Ellie es un personaje decisivo en la trama de la serie

¿Es posible una pandemia fúngica?

Posible sí, probable no. Una pandemia fúngica comparable a la covid-19 es muy improbable por varias razones. En primer lugar, aunque hay algunos hongos microscópicos cuyas infecciones pueden ser letales y a pesar de que algunos de ellos aparezcan en tumores cancerígenos, afortunadamente la mayoría de los hongos no afectan en absoluto a los humanos. Esto no impide que, anualmente, las infecciones fúngicas acaben con la vida del mismo número de personas que la tuberculosis.

La utopía de las vacunas antifúngicas

Si pasados más de dos siglos desde que Edward Jenner comenzara en 1796 a experimentar con las primeras vacunas aún no hemos conseguido una para proteger contra cualquier hongo, resulta más cercano a la realidad que, transcurridos sólo veinte años desde la aparición de la televisiva pandemia, no se hubiera encontrado una vacuna contra el Cordyceps.

La falta de una vacuna antifúngica obedece a varias dificultades. En primer lugar, porque como ocurre con muchos otros hongos, cultivar Cordyceps en condiciones artificiales es difícil y exige mucho tiempo, habida cuenta de que es muy complicado replicar en un laboratorio las condiciones de crecimiento natural de un hongo.

En segundo lugar, las personas con más probabilidades de enfermar por infecciones fúngicas no podrían recibir una vacuna. El tipo de vacuna más eficaz suele ser una “vacuna viva”. Las vacunas vivas utilizan una forma debilitada (o atenuada) del patógeno que causa la enfermedad. Ejemplos de esas vacunas son las del sarampión, la poliomelitis, las paperas, la viruela, la varicela o la del COVID-19, todas ellas antivíricas. Menos extendidas son las antibacterianas como la vacuna BCG, la oral contra la fiebre tifoidea y la vacuna contra el tifus epidémico.

Dado que las consecuencias orgánicas de estas vacunas son tan similares a las de la infección natural que ayudan a prevenir, crean una respuesta inmunitaria fuerte y de larga duración que entrena al sistema inmunitario preparándolo para enfrentarse al ataque del patógeno real y peligroso. Con tan solo recibir una o dos dosis de la mayoría de las vacunas vivas se puede proteger durante toda la vida contra un patógeno y la enfermedad que provoca.

Como contienen una pequeña cantidad del patógeno, las vacunas vivas suelen estar contraindicadas para personas con sistemas inmunitarios debilitados, con problemas de salud a largo plazo o que han tenido un trasplante de órganos, porque incluso una forma segura del patógeno podría dañarlas.

La mayoría de las personas que enferman por infecciones fúngicas tienen sistemas inmunitarios débiles. Esto significa que en el caso de que se creara una vacuna antifúngica viva, los pacientes que más se beneficiarían no podrían recibirla. Aunque existen otros tipos de vacunas, como las vacunas de subunidades, que utilizan una fracción aún más pequeña del patógeno para “entrenar” al sistema inmunitario, tienen la ventaja de que suelen ser más seguras para las personas con sistemas inmunitarios débiles, presentan el inconveniente de que son menos eficaces.

Otro problema con el desarrollo de vacunas fúngicas es que el ciclo de vida de muchos hongos pasa por diferentes fases en las que cambian de forma, lo que se conoce como pleomorfismo. Las infecciones fúngicas generalmente comienzan después de inhalar las esporas. Nuestro sistema inmunológico es bueno para matar las esporas y evitar que causen enfermedades.

Pero la infección sobrevendrá si el sistema inmunitario no detecta al patógeno. Una vez dentro del cuerpo la espora germina y el hongo cambia de forma y adopta un nuevo tipo celular que es posible que el sistema inmunitario no haya experimentado antes. Como el propósito de una vacuna es “entrenar” al sistema inmunitario para que detecte y luche contra un patógeno, el impredecible polimorfismo fúngico convierte el desarrollo de una vacuna fúngica en una I+D extraordinariamente compleja.

Medicamentos antifúngicos

Otro método para detener las infecciones fúngicas son los medicamentos antifúngicos o antimicóticos que eliminan los hongos o impiden que prosperen. Desgraciadamente, como sucede con las vacunas, desarrollar nuevos fármacos antifúngicos es muy difícil.

Esto se debe a que, a diferencia de los virus y las bacterias, las células fúngicas son en muchos aspectos similares a las nuestras. Por eso, encontrar un fármaco que no sea tóxico para nuestros propios organismos es complicado. Además, el asunto empeora dado el creciente problema de la resistencia a los antifúngicos, porque los hongos pueden desarrollar resistencia a los medicamentos antimicóticos de la misma manera que las bacterias desarrollan resistencia a los antibióticos.

En algunos casos, también se han usado medicamentos que estimulan el sistema inmunológico para ayudar a tratar las infecciones fúngicas. Este enfoque farmacológico se basa en aprender cómo el sistema inmunitario de una persona sana combate una infección para luego usar esa información para fortalecer el sistema inmunitario debilitado de un paciente. Este tipo de enfoque ha dado buenos resultados para algunos tipos de infecciones fúngicas en humanos y, junto con los medicamentos antimicóticos, puede funcionar para mejorar el tratamiento de las infecciones fúngicas.

Los anticuerpos de Ellie

Así las cosas, no cabe duda que en los veinte años transcurridos desde la aparición de la supuesta pandemia y el tiempo que se narra en The Last of Us los investigadores se habrían encontrado con muchas de las dificultades mencionadas para desarrollar una vacuna o encontrar un antifúngico apropiado, lo que explicaría el fracaso para frenar al Cordyceps.

Por eso, contar con personas inmunes como Ellie, la coprotagonista de la serie, puede dar algunas pistas sobre cómo desarrollar otros tipos de tratamientos. Los anticuerpos (proteínas protectoras producidas por el sistema inmunitario) pueden ser útiles para tratar infecciones y pueden inyectarse como tratamiento a los pacientes.

Las personas inmunes también pueden ayudarnos a conocer qué anticuerpos son efectivos y cuáles protegen contra la infección. Afortunadamente, extraer anticuerpos de la sangre o de tejido de pacientes vivos es una técnica bien desarrollada.

Aunque en el ficticio escenario apocalíptico de The Last of Us las cosas pueden no parecer muy esperanzadoras, en la realidad cabe ser más optimista. Varias vacunas fúngicas que han superado la fase de laboratorio para alcanzar la de ensayos clínicos han mostrado resultados prometedores en humanos, incluida una vacuna que protege contra las extendidas y temibles candidiasis.

Ese es un paso importante para prevenir los daños por infecciones fúngicas que actualmente causan cada año cientos de miles de muertes y miles de millones de infecciones.

Mientras tanto, siempre tendremos a Ellie, al menos para pasar el rato.

 

Catedrático de Universidad de Biología Vegetal de la Universidad de Alcalá. Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Granada y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid.

En la Universidad de Alcalá ha sido Secretario General, Secretario del Consejo Social, Vicerrector de Investigación y Director del Departamento de Biología Vegetal.

Actualmente es Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá. Fue alcalde de Alcalá de Henares (1999-2003).

En el PSOE federal es actualmente miembro del Consejo Asesor para la Transición Ecológica de la Economía y responsable del Grupo de Biodiversidad.

En relación con la energía, sus libros más conocidos son El fracking ¡vaya timo! y Fracking, el espectro que sobrevuela Europa. En relación con las ciudades, Tratado de Ecología Urbana.