Horizonte despejado
- Escrito por Rafael Fraguas
- Publicado en Opinión
Estos días se dirime el futuro de nuestro país. No es una frase hecha. Expresa la realidad. Si la izquierda a la izquierda del PSOE solventa sus dudas y tira hacia adelante, será viable la continuidad de una coalición de Gobierno que gobierne bien España, como viene haciendo desde hace tres años. Y ello pese a las adversidades, celadas y trampas que ha tenido que ir sorteando. Si no, todos desconocemos lo que sucederá, por la completa ausencia de propuestas de gobierno de una dirección política de la derecha que da muestras de haraganería o desconcierto a la hora de idear el futuro político de España.
El futuro viene cargado de interrogantes. Puertas afuera, pocos saben cómo terminará la guerra en Ucrania. Desde luego, armando al Gobierno de Kiev hasta los dientes no parece que vaya a ser la fórmula ideal de zanjar esta cruenta guerra. Lo que sí sabemos es que la prosecución de los combates seguirá sembrando de muerte los campos ucranianos y, de paso, arruinándonos por doquier a todos, señaladamente a los europeos. Tampoco sabemos si la histeria belicista del complejo militar-industrial que tanto manda en la política exterior de Estados Unidos decidirá extender la guerra a China, a propósito de Taiwan, territorio insular chino.
Lo normal entre los estrategos sensatos es no abrir simultáneamente dos frentes bélicos, en este caso con la Federación Rusa y con China; pero, dado el frenesí por ampliar su tasa de ganancia con el negocio de las armas, de aquel poder fáctico cabe esperarlo casi todo. También el poderoso lobby petrolero estadounidense saca tajada, suculenta, si la guerra continúa y prosigue el bloqueo del gas ruso hacia Europa. Texas, vivero energético estadounidense donde los haya, revive algunos de sus mejores días, tras quedar cegado el suministro energético ruso a Europa, señaladamente a Alemania, con la voladura del gaseoducto bajo el Báltico el pasado septiembre.
Estos son algunos de los principales condicionantes externos que se ciernen sobre la política europea y, consiguientemente, sobre la española. Porque lo que está en juego es cómo gestionar pacíficamente el evidente declinar hegemonista de la superpotencia trasatlántica y llevar a la Casa Blanca a admitir que su tiempo de superpotencia unipolar ha terminado, para hacerle avenirse a dar paso al multilateralismo democrático, tan necesario y acorde con nuestros tiempos globalizados.
No conviene olvidar a los dirigentes españoles estos condicionantes que, sin duda, impondrán grandes límites a la política a desarrollar. Empero, cabe intentar atajarlos, siquiera un poco, desde la Presidencia semestral de la Unión Europea, que España asume a partir del mes de julio. ¿Cómo hacerlo? Cabe sugerir que parándole los pies, desde la necesaria autonomía geoestratégica europea, y llamando a la cordura a un halcón que hace gala de serlo, el noruego Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, demasiado enfeudado con la defensa de los intereses de Washinton en detrimento de los intereses específicamente continentales europeos (ya que Inglaterra va a su bola). La economía del país escandinavo fue principal beneficiaria comercial del atentado terrorista de la voladura con explosivos del gaseoducto ruso-europeo bajo el Báltico, Nord Stream, el mismo 26 de septiembre, día en que entraba en funcionamiento el conducto que llevaba gas desde Noruega a Polonia. Stoltenberg permanece desde tiempo atrás en funciones, ya que debiera haber sido reemplazado por imperativo legal. Le espera un pingüe destino al frente de un importante banco de su país, como fue anunciado. Todas las sospechas sobre la autoría de la voladura señalan a su inducción trasatlántica.”Gracias USA”, llegó a decir el ministro polaco de Defensa, Radoslaw Sikorski, al respecto del atentado.
En clave interior, cabe a España contribuir a detener la guerra acentuando más las propuestas de medidas diplomáticas y negociadoras frente al dispendio del envío de más y más material de guerra de España hacia el pedigüeño Vlodomir Zelenski, que no se cansa no ya de pedir, sino de exigir armas y más armas, dinero y más dinero (por cierto, buena parte de esas sumas se ha “evaporada” desde medios gubernamentales de Kiev, cuestión zanjada con unas pocas dimisiones).
Realismo frente a arrogancia
La mejor defensa de Ucrania contra su poderoso vecino ruso es el realismo, nunca la arrogancia. Es llegada la hora de negociar. China se ha ofrecido a ser la potencia mediadora. Hay una oportunidad de oro para sentarse a dialogar, sin el aliento de un fatigado Joe Biden y sus poderes fácticos sobre la nuca. Hay que confiar en que Zelenski supere las presiones que sin duda ha de estar recibiendo para proseguir una guerra que nunca podrá ganar y cuyo precio será, sin duda, la devastación de Ucrania.
En cuanto a Moscú, ha de admitir que el necesario multilateralismo zanjará las pretensiones bipolares que aún albergan muchos de sus arrogantes dirigentes, para conformarse con un puesto relevante entre los BRISC,s, el club de las potencias emergentes. La posibilidad de que el Kremlin admita la neutralización y desmilitarización del Donbass a cambio de que cese el hostigamiento rusófobo, acometido probadamente por efectivos nazis desde 2008 y tolerado por el régimen de Kiev, es un vector a contemplar como verdaderamente viable. La versatilidad del responsable ruso de Exteriores, Sergeui Lavrov, permite preverlo. La moviola puede volver al punto de partida de este relato sangriento que ha sido y es la guerra.
Intramuros de nuestro país, vuelve a resurgir la esperanza en que el sentido común enraice de veras en la izquierda de la izquierda. Está claro que los socialistas necesitan de las fuerzas a su izquierda que, a su vez y por sí mismas, hasta el momento nunca podrían gobernar si no es con ellos. La necesidad de la continuidad del pacto de coalición es una clamorosa evidencia, siempre y cuando se vea presidida por el respeto a los socios parlamentarios que hasta ahora lo han apoyado. La relación hecha por Yolanda Diaz sobre la acción de Gobierno durante los tres años pasados, refrescante antídoto contra la infausta moción de censura, fue la descripción más contundente de todo lo hecho hasta ahora por el Gobierno coaligado y debiera llevar a la derecha al desistimiento sobre sus inútiles actitudes de acoso y derribo, que ya hemos visto el corto alcance que adquieren. Nadie con dos dedos de frente pone en duda la entidad del liderazgo político de Pedro Sánchez que se prolongará mientras la derecha no espabile y se ponga a trabajar para darnos a conocer qué futuro quiere para España, si es que concibe alguno en particular.
Por todo lo cual, se abren días de esperanza. Como ya nos hemos acostumbrado a distintos disgustos, estamos preparados para cualquier otro que puede sobrevenir. Atención a lo que pueda estar preparando el submundo mediático, aquel que fuera calificado como “el sindicato del crimen”. Algo inventarán para intentar desestabilizar y hacer sufrir a la población hasta las elecciones de diciembre. Lo importante es saber que hay ganas de gobernar y de seguir gobernando bien desde la unidad de la izquierda en coalición. Ese es el mensaje que cabe esperar de lo por venir desde el polideportivo Magariños, basado en el anhelo de que la sensatez se abra paso. Y lo ha de hacer a mayor gloria de la democracia, lenguaje político e ideológico y código moral de los españoles y españolas de buena voluntad.
Rafael Fraguas
Rafael Fraguas (1949) es madrileño. Dirigente estudiantil antifranquista, estudió Ciencias Políticas en la UCM; es sociólogo y Doctor en Sociología con una tesis sobre el Secreto de Estado. Periodista desde 1974 y miembro de la Redacción fundacional del diario El País, fue enviado especial al África Negra y Oriente Medio. Analista internacional del diario El Espectador de Bogotá, dirigió la Revista Diálogo Iberoamericano. Vicepresidente Internacional de Reporters sans Frontières y Secretario General de PSF, ha dado conferencias en América Central, Suramérica y Europa. Es docente y analista geopolítico, experto en organizaciones de Inteligencia, armas nucleares e Islam chií. Vive en Madrid.