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Barcelona se asoma al abismo


(Tiempo de lectura: 2 - 4 minutos)

Todas las encuestas públicas y privadas sobre las próximas elecciones municipales barcelonesas -incluidas aquellas privadas que gozan de cierta solvencia, porque su autoría proviene de empresas no mediatizadas por intereses políticos-, apuntan a un cuádruple empate entre el PSC, ERC, Comuns y Junts. El PP y la CUP quedarán como partidos minoritarios ligeramente por encima del listón del 5%, barrera que no superarán otras formaciones, caso de Ciudadanos, Vox y alguna otra más, que al quedar por debajo de ese corte serán excluidas del reparto de concejales.

Difícilmente cabría imaginar un escenario peor. Ninguno de los cuatro cabezas de lista principales, los que teóricamente tienen opciones de llegar a ser alcalde (o alcaldesa) de la ciudad, goza de la simpatía de los ciudadanos en general, y la mayoría de ellos ni siquiera son apreciados por los votantes habituales de las siglas por las que se presentan. Nadie se hace ilusiones sobre su perfil y capacidades (sobre todo en el caso de Collboni, PSC), sobre su idoneidad para el cargo en razón de su edad y salud (Trias, de Junts, ex dirigente convergente, y Ernest Maragall, de ERC, tránsfuga desde el PSC, son dos ancianos), y desde luego tampoco ilusiona el bluff político y social que ha sido el doble mandato al frente de Barcelona de Ada Colau y sus Comuns.

Uno recuerda aquellos tiempos en que las listas municipales en Barcelona las encabezaban Pasqual Maragall, Miquel Roca, Jordi Solé Tura…, y le entran ganas de llorar. Pero es que, si se repasan los nombres que siguen al cabeza de lista en cada candidatura, y salvo honrosísimas excepciones, el caso es todavía más dramático.

Y sin embargo, un porcentaje mayoritario de ciudadanos barceloneses acudirá a las urnas para depositar su voto. De manera resignada, sin expectativas reales de mejora ni de cambio positivo a corto plazo, pero decididos a entregar su papeleta a un partido que creen encarna mejor que los demás lo que ellos piensan, y sobre todo lo que esperan recibir algún día de la política institucional.

Esto es especialmente evidente en el caso del PSC, un partido que en la ciudad de Barcelona carece de proyecto, de candidato solvente y hasta de programa real (todo lo que tenía, por ejemplo, en tiempos de Pasqual Maragall), pero que está más cerca de hacerse con la alcaldía de la capital catalana de lo que ha estado nunca en la última década y pico. Necesitará, eso sí, además de cierta recuperación del voto socialista, del retroceso (previsible) de Comuns y la desaparición en consecuencia del colauismo (no tan segura), además de una gran habilidad posterior para jugar sus cartas y llegar a acuerdos, simultáneos pero distintos, con ERC y Comuns.

Un cuádruple empate convertiría la política municipal barcelonesa (y por su influencia, quizá también la catalana), en el escenario de una tragicomedia semejante a la Italia de los años ochenta y noventa, con un hacer y deshacer de alianzas temporales de gobierno entre todos los partidos (todos con todos y todos contra todos), que bloquearía el funcionamiento de la Administración municipal y sumiría a la ciudad en una parálisis permanente.

Dicen que cada vez más gente decide su voto en los últimos días de las campañas electorales. Lo dudo, a mi juicio ese es un argumento tramposo fabricado por publicitarios y politólogos para dar importancia a sus respectivos roles. La realidad es que los ciudadanos suelen tener su voto muy interiorizado desde tiempo antes de emitirlo, y solo circunstancias muy graves pueden llevar a una parte de ellos a modificarlo. Y este no es el caso: en esta Barcelona todo es mediocridad, pachorra y aburrimiento, así que no hay realmente estímulos para cambiar el voto que cada uno tiene pensado.

Pasadas las elecciones municipales, las fuerzas políticas con representación en el nuevo Consistorio barcelonés tendrán dos únicas opciones: o jugarse la alcaldía a piedra, papel y tijera, o negociar entre ellas cambios de cromos que no solo pasarán por el sillón de alcalde de Barcelona. Veremos.

Escritor. Ha publicado varios libros sobre literatura de viajes, investigación en historia local y memoria colectiva contemporánea. Algunos de sus títulos son “Un castillo en la niebla. Tras las huellas del deportado Mariano Carilla Albalá” (sobre la deportación de republicanos españoles a los campos de exterminio nazis), “Las cenizas del sueño eterno. Lanaja, 1936-1948. Guerra, postguerra y represión franquista en el Aragón rural” (sobre la represión franquista), y la novela “El cierzo y las luces” (sobre la Ilustración y el siglo XVIII).

En 2022 ha publicado “Una quimera burguesa. De la nación fabulada al Estado imposible” (una aproximación crítica al independentismo catalán).