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La Kings league


(Tiempo de lectura: 2 - 4 minutos)

Es el tema de moda, el que sin duda se ha comentado más en estas últimas semanas. Como ocurre con las cuestiones que son novedad y todo el mundo habla de ello, parece que se debe tener una opinión elaborada, que sea además clara y contundente, sin matices. Para unos, el invento de Gerard Piqué y el grupo de “famosos” que le acompañan es una genialidad, un producto de entretenimiento nuevo y fulgurante, moderno, que supera de mucho el interés que puede generar el aburrido mundo del fútbol tradicional. Una propuesta disruptiva que habría venido para quedarse y ocupar un lugar entre niños, adolescentes y jóvenes que se aburren en los campos de fútbol ya que pasan pocas cosas, no existe el ritmo cambiante y sincopado que requieren los acelerados nuevos tiempos. Para otros, estamos ante una ocurrencia frívola y sin sustancia, un entretenimiento de baja estofa que nada tiene que ver con el deporte. Una pretendida competición, que no lo es, ya que las normas son cambiantes sobre la marcha y donde las estrellas no están en el campo sino en el palco. Un espectáculo más bien esperpéntico formado por jugadores de fútbol de categoría regional, combinados con figuras decadentes que pasean su sobrepeso y falta de forma por un terreno de juego que, básicamente, es un plató. Poco tiene deporte o juego. Fundamentalmente una excusa para hacer un buen negocio y reforzar el ego de cuatro espabilados.

Yo soy más bien escéptico sobre la continuidad y el futuro de un espectáculo con poca gracia y menos sustancia. De momento tiene el beneficio de lo nuevo y de lo que todo el mundo comenta algo. Aparte de las redes, los medios tradicionales le han hecho la campaña promocional a base de hablar en todo momento, sobre todo porque se exhibían famosos. Un pez que se muerde la cola. Ciertamente llenar el campo del Barça y hacer aguantar a la gente seis horas allí, tiene cierto mérito. Habrá que ver cuántos repiten la experiencia de una competición donde los referentes son los presidentes de los equipos y no sus jugadores. Una sacudida al casposo mundo del fútbol no le vendría nada mal, no tanto por el juego en sí, como en unas estructuras organizativas que lo mejor que puede decirse es que resultan impresentables. Pero el cambio no vendrá de este esperpento llamado Kings League, que contiene todos los defectos del modelo deportivo que conocemos y al que sólo le añaden frivolidad y espectáculo de circo de segunda. A diferencia de los deportes, nada aporta con relación al esfuerzo físico, la estrategia o de belleza estilística. Aún menos vínculos emocionales y entrega del aficionado a unos colores o a determinados jugadores. Es un producto efímero como casi todo en el mundo digital. Una metáfora de los tiempos líquidos sin raíces ni atención persistente que predominan en nuestra época.

Una parte de los deportes actuales, de hecho, están mudando hacia el modelo americano de convertir los estadios en parques temáticos del entretenimiento y, a su vez, en grandes superficies comerciales. Impactos múltiples y en serie para toda la familia. Entretiempos constantes para beneficio de la publicidad televisiva y para exhibir en directo todo tipo de frikis mostrando habilidades de interés discutible, música pegadiza, animadores y, aún, chicas de buen ver exhibiendo cuerpo y dotes de bailarinas. Todo ello, intenso, aturdidor, nada interesante y de bastante mal gusto para gastar unas horas que más que de ocio, son de consumo. El comercio nunca descansa. Se trata de permanecer siempre absortos, depositarios de múltiples impactos cambiantes y nunca expectantes o reflexivos y disfrutando de una sola cosa. Kings League es la exageración de todo esto, una gran operación comercial acompañada de exhibiciones de protagonismo narcisista que sobran aún más. Aparecer en helicóptero en el césped del Camp Nou, denota el exceso de ego de algunos a la vez que una práctica que no veo demasiado compatible con la pretensión de la sostenibilidad que se exhibe únicamente como eslogan de marketing. Si Gerard Piqué es el modelo y ejemplo de nuestros niños y jóvenes, el emprendedor de referencia, estamos arreglados.

Josep Burgaya es doctor en Historia Contemporánea por la UAB y profesor titular de la Universidad de Vic (Uvic-UCC), donde es decano de la Facultad de Empresa y Comunicación. En este momento imparte docencia en el grado de Periodismo. Ha participado en numerosos congresos internacionales y habitualmente realiza estancias en universidades de América Latina. Articulista de prensa, participa en tertulias de radio y televisión, conferenciante y ensayista, sus últimos libros publicados han sido El Estado de bienestar y sus detractores. A propósito de los orígenes y el cruce del modelo social europeo en tiempos de crisis (Octaedro, 2013) y La Economía del Absurdo. Cuando comprar más barato contribuye a perder el trabajo (Deusto, 2015), galardonado este último con el Premio Joan Fuster de Ensayo. También ha publicado Adiós a la soberanía política. Los Tratados de nueva generación (TTP, TTIP, CETA, TISA...) y qué significan para nosotros (Ediciones Invisibles, 2017), y La política, malgrat tot. De consumidors a ciutadans (Eumo, 2019). Acaba de publicar, Populismo y relato independentista en Cataluña. ¿Un peronismo de clases medias? (El Viejo Topo, 2020). Colabora con Economistas Frente a la Crisis y con Federalistas de Izquierda.

Blog: jburgaya.es

Twitter: @JosepBurgayaR