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Una presidencia de la UE por la paz


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La Presidencia española de la Unión Europea (UE) es una oportunidad para abrir un debate sobre la necesidad de que Europa se dote de un modelo de seguridad estable que permita la resolución de los conflictos internacionales desde la diplomacia, tal y como plantea la Carta Fundacional de las Naciones Unidas, lo que llevaría a una salida negociada de la guerra de Ucrania.

Sin embargo, la cercanía de las elecciones generales nos lleva a pensar que tanto el presidente Pedro Sánchez como el resto de fuerzas políticas afrontarán este semestre al frente de la UE desde claves electorales. Esto dificultará otorgar la profundidad necesaria a un debate que necesita una perspectiva estratégica de futuro.

Deben enterrarse definitivamente las alianzas militares y permitir que culminen las negociaciones multilaterales de desarme, especialmente en el ámbito nuclear

Este análisis pendiente en la UE, al menos desde la disolución de la URSS, tiene hoy la máxima importancia. Las perspectivas de la guerra de Ucrania son terriblemente peligrosas y las consecuencias económicas y sociales cada vez más desastrosas.

Ha pasado más de un año desde la entrada de las tropas rusas en Ucrania, en una acción contraria al Derecho Internacional, activando el conflicto que se libraba en aquella región desde 2014, cuando el Gobierno ucraniano, con la complicidad de la UE, se negó a cumplir los Acuerdos de Minsk. Cada vez es más evidente que ninguna de las partes que actúan directa o indirectamente en el conflicto está en condiciones de ganar militarmente la guerra. A su vez, ninguna parece dispuesta a permitir una salida que pueda interpretarse como una derrota, mostrando su disposición a utilizar todos los recursos a su alcance, incluido el arsenal nuclear, en caso de una situación desesperada.

Hoy la UE debe situarse en el bando de quienes, como los presidentes de Brasil, China o México, se manifiestan dispuestos a buscar una salida negociada de la guerra, para llevar a todas las partes en conflicto la certeza de que el coste de mantener la lucha armada supera a las perspectivas de conseguir nuevos objetivos.

La Unión Europea debe defender la necesidad de abrir negociaciones que eviten una situación que podíamos definir como de ‘No Guerra, No Paz’, con una paralización o estancamiento de las acciones militares, pero manteniendo la tensión política y militar hasta un nuevo estallido. Desgraciadamente, no sería la única región del planeta donde se da esta situación.

Todo ello, además, afectaría seriamente a las posibilidades de recuperación económica que tanto necesita Europa y, sobre todo, dejará en el aire la necesidad de cerrar un acuerdo que dé seguridad a todos los Estados de Europa desde la cooperación y con el desarrollo de un modelo de integración territorial solidario, horizontal y autónomo.

Por lo tanto, el objetivo de quienes planteamos abrir un debate sobre la necesidad de que Europa tenga una política internacional autónoma es que se plantee una propuesta que abra de inmediato unas negociaciones para frenar la guerra pero que, al mismo tiempo, convoque una Conferencia de Seguridad para Europa, celebrada en el marco de Naciones Unidas.

Esta conferencia debería situar el final de la guerra en Ucrania desde la perspectiva de dar garantías de seguridad en la zona con un acuerdo que cierre de una forma justa el mapa surgido tras la disolución de la URSS y abra paso a una situación que respete la legalidad internacional y el derecho a la seguridad de todos los Estados de la región.

La seguridad europea, no podemos olvidarlo, está determinada por la necesidad de consolidar un nuevo orden internacional basado en los principios de la seguridad colectiva en el mundo. Deben enterrarse definitivamente las alianzas militares y permitir que culminen las negociaciones multilaterales de desarme, especialmente en el ámbito nuclear. Esto debe incluir reactivar el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), la prohibición de armas nucleares de alcance intermedio en el continente europeo y la firma por la UE del Tratado de Interdicción de Armas Nucleares de la ONU.

 

Responsable federal de la Conferencia Interparlamentaria de Izquierda Unida y presidente del Partido Comunista de España (PCE), partido del que ha sido secretario general entre 2009 y 2018. Maestro de profesión, fue concejal en el Ayuntamiento de la localidad malagueña de Benalmádena, provincia donde inició su actividad política y por la que fue elegido diputado al Congreso en 1993, 1996 y 2000. En la X Legislatura (2011-2015) volvió a la Cámara Baja como diputado por Sevilla, ocupando la portavocía del Grupo Parlamentario de IU, ICV-EUiA, CHA-La Izquierda Plural.