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Por sentido de justicia y humanidad


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En 2023, sin ninguna repercusión mediática en nuestro país, UNICEF presentó el Informe del Estado Mundial de la Infancia 2023, en el que se pormenoriza el estado de alarma de salud infantil que encaramos. La cobertura de la vacunación bajó drásticamente durante la pandemia de COVID-19, conllevando un incremento en varios millones en el número de niños y niñas que, en todo el mundo, están desprotegidos frente a las enfermedades más prevalentes en esta etapa vital. Además, millones de menores que viven en las comunidades más marginadas llevan tiempo sin ser vacunados con las prescripciones necesarias para su supervivencia.

En función del artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos[1], no inmunizar a los pequeños vulnera su derecho “al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud” y aleja del horizonte el cumplimento del objetivo 3 de los Objetivos del Desarrollo Sostenible que plantea la obligatoriedad de: “garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades”[2].

Consecuentemente es urgente inmunizar a los pequeños que no han recibido las vacunas, evitando retrocesos respecto al periodo pre-pandémico y acelerando las iniciativas para que lleguen a todos los que, desde hace años, están excluidos por razón de dónde el azar de la vida les ha situado por su nacimiento.

Retomemos las informaciones del precitado informe de UNICEF. Constata cómo y en qué medida los más pobres y marginados (los que viven en comunidades rurales perdidas, asentamientos en zonas urbanas y en donde hay conflictos y crisis) son los más afectados por tal infamia. De igual modo, constata que el género juega un papel de primer orden. De hecho, los hijos de madres, con pocos estudios o sin estudios, son los que en mayor medida son “niños cero vacunas” (23,5% entre las madres sin estudios, 13,1% entre las que disponen de educación primaria y 6,9% entre las que han cursado estudios secundarios).

Emulando la idea planteada por el gran sociólogo sueco Göran Therborn La desigualdad mata, no hay dudas al respecto, pues se observan diferencias sustanciales entre las personas y sectores sociales pobres y ricos (1 de cada 5 críos son “cero dosis” en los países pobres, 1 de cada 20 en los ricos), entre varones y mujeres, entre zonas geográficas desarrolladas versus subdesarrolladas, etc.

Vayamos a los datos mundiales. Entre los años 2019 y 2021: 1 de cada 5 millones de chavales en el mundo no han sido vacunados (“cero dosis”: 48 millones) o no han sido inmunizados con todas las vacunas (“subvacunados”) (en su conjunto, 67 millones de pequeños); 1 de cada 5 no están protegidos contra el sarampión (enfermedad que puede causarles la muerte) y 7 de cada 8 niñas no lo están contra el virus del papiloma humano (causante de cáncer de cuello de útero). Las vacunas salvan anualmente a 4,4 millones de personas, habiéndose planteado en los objetivos de la Agenda de Inmunización 2020, que alcance a 5,8 millones. Consignar que, en términos de inversión, las vacunaciones muestran un extraordinario rendimiento, puesto que de cada dólar empleado retorna una inversión de 26.

¿Por qué la pandemia ha ocasionado una dilación tan significativa en materia de inmunización infantil? Básicamente por cuatro razones: porque los sistemas sanitarios no estaban, en su mayor parte, preparados para una pandemia de tal envergadura; por la falta de personal sanitario; por la presión ejercida sobre el personal sanitario, mujeres fundamentalmente, que tuvieron que conciliar las obligaciones profesionales y las familiares; por el miedo al contagio de los infantes a consecuencia de los desplazamientos con sus familiares a los centros de vacunación.

Según UNICEF, diversos son los ámbitos desde los cuáles es necesario adoptar medidas a nivel internacional, debiéndose valorar la confianza por parte de la población sobre las vacunas infantiles, que bajó notablemente después del inicio de la COVID-19. China (95%), India (98%) y México (93%) son los países en donde se presenta más elevada, en caso contrario se encuentran la República de Corea (48%) y Papúa Nueva Guinea (46%).

Medidas tales como apoyar al personal sanitario; potenciar sistemas de atención primaria robustos; comprometerse con las comunidades, promoviendo el diálogo de cara a alejar falsos prejuicios sobre la vacunación; priorizar la financiación de la inmunización; hacer un trabajo de escucha social con la ciudadanía con cuantos mecanismos sean factibles; empoderar tanto a las mujeres como a las niñas, en la comprensión de cómo y en qué medida influye el género en la aceptabilidad de las vacunas.

Tal como se detalla en el informe vacunar a todos los menores lleva de sí inversiones en mecanismos que refuercen la financiación y aprovechen los avances científico-tecnológicos. Particularmente es preciso: superar las limitaciones fiscales en los países de ingresos bajos y medios, con el objetivo de eliminar las rémoras que impiden las vacunaciones; aprovechar los avances científicos que han hecho posible cambiar la dinámica científica y productiva de las vacunas; innovar en las cadenas de suministro de las vacunas que faciliten el acceso en las zonas más alejadas; utilizar las posibilidades que ofrecen las TICs y los Big Data de cara a la detección de los niños a vacunar, a la par que estar en disposición de hacer un seguimiento de los vacunados.

Como hemos expuesto, los pequeños que residen en los países más pobres son uno de los sectores de población más vulnerables y su situación es, en sí misma, una cuestión vergonzante en la tercera década del siglo XXI. Más si cabe si tenemos en cuenta que bastarían 58 euros por menor en los países con ingresos bajos y medios para garantizar una inmunización generalizada.

Es ética y moralmente ineludible que se acometan cuantas medidas sean menester para revertir esta injusticia. El proceso exige esfuerzos de carácter internacional, de los gobiernos nacionales, de las autoridades locales, de las propias familias, etc. En definitiva, de las sociedades en su conjunto con la finalidad de lograr una vacunación 100% y que enfermedades que, para los que vivimos en el mundo más desarrollado nos parecen del pasado, no les arrebaten sus vidas.

Y todo ello por sentido de justicia y humanidad.

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[1] Véase, https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights

[2] Véase, https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/health/

 

Nacida en Ingolstadt Donau (Alemania). Doctora en Ciencias Políticas y Sociología. Catedrática de Sociología de la UNED. Es autora de un centenar de publicaciones sobre los impactos sociales de la Biotecnología, exclusión social, personas “sin hogar”, familia, juventud, inmigración, etc.

Es miembro y secretaria del equipo de investigación del Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales (GETS) de la UNED. Ha participado en una treintena de proyectos de investigación. Es evaluadora habitual de revistas de Ciencias Sociales españolas e internacionales.

Desempeña tareas de gestión en la UNED desde el año 1996. Ha sido secretaria del Departamento de Sociología III (Tendencias Sociales) y subdirectora del mismo. Asimismo, coordinadora del Máster en Problemas Sociales y del Programa de Doctorado en Análisis de los Problemas Sociales de la UNED.

En el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha sido coordinadora y evaluadora de becas dentro del Área científica Ciencias Sociales.

Miembro de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida (1997-2010), vocal de la Comisión de Bioética de la UNED y Vocal Titular del Foro Local de “Personas sin Hogar” del Ayuntamiento de Madrid.