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El catalán más influyente


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Josep (o Pep, o Pepe) Borrell es “el catalán más influyente hoy en el mundo”, dijo el otro día Salvador Illa, al entregar al alto representante para la política exterior de la UE, el premio a los Valores Europeos, instituido por el PSC. Ese reconocimiento sucede al otorgado, el pasado enero en Madrid, por el Fórum Nueva Economía.

En ambos casos y, desde troncos ideológicos dispares, se glosó su condición como personaje “tres en uno”. “Difícilmente podrá encontrar uno en otra persona, desde la experiencia técnica a la humanística, desde la científica a la académica, desde la política a la social”, destacó entonces el Presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido.

Illa le alabó como símbolo de una Cataluña, “en la que puedes sentirte catalán, español y europeo, las tres cosas al mismo tiempo”. O sea, como exponente del paradigma de los sentires superpuestos, que nos regaló Amin Maalouf, en su siempre actual “Identidades asesinas”: sólo pueden llegar a serlo, las que excluyen a otras, también como capas compartidas en uno mismo.

Para el periodismo – escribe Xavier Vidal-Folch – un oficio que suele ahorrar reconocimientos, es raro e incómodo, reconocerle algo a un gobernante, salvo con ocasión de su despedida final, cuando no pueda disfrutarlo ya (“En España enterramos muy bien a los muertos”, dijo el añorado Alfredo Pérez Rubalcaba). Pero este caso lo merece. No sólo por sus méritos intrínsecos, que también, sino por necesidad de ponderación, equilibrio y restauración pública, de lo que se ha estropeado.

Porque a Borrell, un hombre dado al énfasis, al compromiso y la polémica, algunos lo han incluido, en una inmunda caza al hombre. Sobre todo, por culpa de su combinación de esas tres identidades fuertes, a las que aludía Illa (aunque hay otras muchas otras, complementarias y posibles), que niegan quienes prefieren exhibir solo una, algo siempre más pobretón que tres, según nos enseñan las matemáticas elementales.

Borrell es hijo de una localidad pirenaica de 3.000 habitantes, La Pobla de Segur. Chaval espabilado de una familia de panaderos, orgullosos de serlo. Competitivo, ambicioso, enérgico, a veces arrollador, pero tierno. Cuando era ministro de Obras Públicas, su ciudad le dedicó una calle. Hace unas semanas, un alcalde nacionalista/separatista de Esquerra, de cuyo nombre es mejor no acordarse y, que jamás pasará a ninguna historia noble, le retiró del callejero, tras un referéndum fraudulento (peste de referéndums): sin quorum mínimo y, con solo 250 votos a favor de la torpe ignominia. Así las gastan algunos. Donde más le duelo al corazón, en el terruño. Borrell no es el único expulsado de nuestras calles, por el doctrinarismo exclusivista. Ese que los valores europeos buscan superar.

Pues eso.

Nacido en 1942 en Palma. Licenciado en Historia. Aficionado a la Filosofía y a la Física cuántica. Político, socialista y montañero.