El 23J ¿con o sin Podemos?
- Escrito por Roberto R. Aramayo
- Publicado en Opinión
Saber irse, como saber perder, es algo muy difícil de administrar con señorío y dominio del kairós. Tampoco vale hacer mutis por el foro de mentirijillas y bajarse a las concha del apuntador para musitar los diálogos de quienes quedan en el escenario. Par decirlo sin rodeos. Alberto Garzón ha sabido cumplir un papel importante dentro del gobierno de coalición y decidir cuándo conviene pasar el testigo para tener vida propia por añadidura. Ha estado en primera línea de la política desde muy jovencito y ahora entiende que debe ceder ese protagonismo a otras personas. Pablo Iglesias en cambio es el paradigma de quien simula bajarse del escenario sin abandonarlo del todo y pretendiendo intervenir en el guión de los personajes e incluso suplantar a los responsables de la puesta en escena. Para colmo finge no hacerlo por puro narcisismo, sino por ser el mejor o único intérprete válido de la voluntad popular. El electorado no acaba de acertar jamás y conviene forzar elecciones cuyos resultados también interpreta echando balones fuera e imputando los errores al resto de la humanidad.
En su puesta de largo política como candidata del movimiento Sumar, Yolanda Díaz agradeció a Garzón el saber estar siempre donde correspondía. Esa frase cobra más fuerza con la renuncia del exministro de consumo a estar en las listas. A veces no estorbar es la mejor contribución que puede hacerse. Imaginemos por un momento que Podemos no se hubiera presentado en Madrid y Ayuso hubiera necesitado a Vox para gobernar en el corazón de las Españas. El resultado era más que revisable. Si el propio Iglesias únicamente había conseguido salvar los muebles, era obvio que los votos cosechados acabarían en el cesto de los papeles. Resulta poco elegante que como contertulio radiofónico Iglesias hablará sobre cosas tratadas en el consejo de ministros, como si las confidencias personales que no debieran hacerle pudiesen verse aireadas inoportunamente para seguir incidiendo en el decurso positivo del país.
¿Qué sentido tiene que Iglesias reivindique un puesto para Ione Belarra e Irene Montero por sus contribuciones a la causa? ¿O que le recuerde a Yolanda Diaz el haber sido designada por su antecesor en la vicepresidencia? Resultaría sencillamente ridículo y parecería otra rencilla entre amigos, de no tener una perversa incidencia en los resultados electorales. Los votos que puedan cosechar las dos exministras de Podemos no son significativos para sumar, aunque sí lo sean par dividir en caso de ir por su cuenta. Con una ley que prima las listas más votadas esa resta es crucial para la ecuación electoral. Por contra su ausencia en la contienda como marca más que amortizada podría multiplicar los escaños del ala izquierda parlamentaria. Da la impresión de que no supieran renunciar a los ingresos del acta parlamentaria y se hubieran acostumbrado al coche oficial. Hay muchas voces dentro de su propio partido que apuestan por una dimisión inmediata. Eso demostraría tener cierto compromiso con los intereses que presumen defender a capa y espada sin que les tiemble ninguna parte del cuerpo como las piernas. El tembleque lo dejan para los demás, que andan expectantes para ver si aciertan a extinguir su afán de protagonismo personal y dar un firme pasito atrás.
Hoy mismo escribe Manuel Cruz en El Pais que ganará las elecciones quien cometa menos errores. En una contienda electoral tan polarizada y donde se juega tanto con las emociones en detrimento del raciocinio, seguramente el Match Point se decidirá por los pelos y en el último segundo, tras el recuento del copioso voto por correo. Bueno, eso podría ser así con cuatro actores en liza, porque con uno más la cosa está decidida de antemano. Quienes custodian las esencias ideológicas prefieren comparecer y culpar de su inapropiado protagonismo al resto del casting político, antes que hacer mutis por el foro y dar con su ausencia un decisivo giro en el guión. En este caso menos es más. Dos opciones no neoliberales pueden competir con las antagónicas, que se beneficiarían netamente del concurso de una tercera fuerza política. Ciudadanos ha desaparecido y Podemos también, aunque su cúpula no quiera tomar nota de algo tan obvio.
Alberto Garzón merece un aplauso por saber no lastrar aquello en lo que cree. No emular ese atinado diagnóstico y permanecer en las tablas merecerá un abucheo cuando ya sea muy tarde. Los avisos para navegantes llegan desde todas partes. Enclaustrarse dentro de un búnker hitleriano ignorando que ya no pintas nada en el juego resulta muy dañino para muchos. La batalla de Berlín se prolongó por una cerrazón fanática y esquilmó a una población berlinesa que se hallaba en manos de su incontestable Guía político-espiritual. Ojalá se imponga la sensatez y se celebre una contienda electoral sin una quinta columna escorando a uno de los bandos. Los podemitas recalcitrantes que conservan mando en plaza deberían hacer mutis por el foro y contribuir con ello a unas elecciones muy reñidas entre dos formas de concebir la esfera pública. Una de alma socialdemócrata con diversos registros que opta por la liberigualdad como principio rector y aquella otra que prima una suerte de anarcoliberalismo donde sólo merecen sobrevivir los más fuertes o astutos. Al margen de los personajes, la trama es orientar nuestra brújula política en una u otra dirección: hacia la izquierda o hacia la derecha y más allá.
Roberto R. Aramayo
Profesor de Investigación en el IFS- CSIC (GI TcP) e Historiador de las ideas Morales y Políticas. INconRES (PID2020-117219GB-I00) / RESPONTRUST (SGL2104001) / ON-TRUST CM (2019HUM5699) y PRECARITYLAB (PID2019-105803GB-I0)
La Redacción recomienda
Lo último de Roberto R. Aramayo
- La polémica entrevista de Jordi Evolé a Josu Ternera
- ¿Puigdemont es progresista, conservador o solo independentista?
- Rubiales: la punta de lanza del feminismo y el peor enemigo de sí mismo
- El exceso de la miseria y la miseria del exceso, pace Irene Vallejo
- Los relatos que van configurando nuestra vida