Feijóo y la batalla del presente continuo
- Escrito por Antonio Campuzano
- Publicado en Opinión
Empujado por las circunstancias ambientales con el 23-J como fin de trayecto y por las continuas presencias de Pedro Sánchez a un lado u otro, indistintamente, de Ursula von der Leyen, con intercambio de frases e intenciones, ambas en inglés, definitivamente el candidato popular Núñez Feijóo se ha decantado por la pasantía, ese término gallego que define una clase extraescolar que cubre fuera del horario habitual el ensanche de conocimientos y ejercicios adicionales.
El aventajado alumno que aprovechó su oportunidad en situación de cainismo en su organización para utilizar la carga legal pero dudosamente legítima para el remate franco, también ha llegado a la conclusión que “es la hora, es la hora”, que popularizó la brasileña Xuxa para el público infantil, de reparar las insuficiencias con el idioma inglés. Así no se puede continuar, que le dijo Joaquim Molins, representante de CiU, en 1996, a Felipe González, cuando este último no era referencia del socialismo asentado que es ahora y era pieza abatible de caza mediática.
Feijóo aventó como pudo aquel fantasma de la embarcación de recreo de su amigo gallego donde el ambiente soleado y húmedo a partes iguales procuraba los efectos untuosos de la nivea en versión azul, la más solicitada de la marca, rica en glicerina como pocas. Superado aquello como una imprudencia prácticamente imputable a la adolescencia y la poca cabeza, ahora llega la madre de todas las superaciones.
Si algo marca la diferencia entre la vieja y la nueva política es el dominio de las lenguas. El genitivo sajón y el presente continuo marcan las diferencias quizá más en este momento que los lenguajes inclusivos, que andan mal de comprensión y entendimiento después de la infausta jornada del 28-M. La edad viene marcada ya por el dominio de las 400 palabras que hacen del inglés un uso sistemático del 80 por ciento de su empleo, según las últimas y penúltimas estadísticas.
Baroja decía en sus memorias que “vamos a llegar al sindicalismo de las edades”, y el inglés no tenía para entonces tales perspectivas de obligatoriedad para ser algo en la organización de lo público. Menos mal que el alemán ha perdido la actualidad de que gozaba hace un siglo, cuando Ortega viajaba a Berlín para hablar de Goethe y de metafísica. El alemán es hostilmente declinable. El inglés tiene solo 26 letras pero también 44 sonidos diferentes.
Schopenhauer, pesimista de corazón y de ciencia, decía que el “alemán tiene palabras cariñosas para la crueldad y el engaño”. No se espera cosa distinta de la lengua inglesa respecto de la comprensión ante la dificultad en su aprendizaje por parte del cabeza de cartel gallego en los comicios de julio. Que no se arredre es la tarea acuñada en la frente que debe seguir como guía y faro de referencia. Perderá algún diptongo y desinencia de la lengua de Rosalía de Castro, que ya habrá tiempo de recuperar con la inestimable ayuda de su amigo Luis Zahera, pero ahora se está a inglés. A cuánta distancia del abandono de su parigual de Galicia Mariano Rajoy, qué lejos de Shakespeare y qué cerca de los Registros de la Propiedad.
Más cercano, por supuesto, al esfuerzo de José María Aznar, quien a sus gestos concienzudos de seriedad y rigor, enfado y turbación por los males de España, siempre era capaz de hablar un inglés mexicanizado, el mismo tono utilizado en los años sesenta del siglo pasado por Ben Cartwight, el padre de la seria Bonanza. Mucho más difícil es el español. Ilan Stavans, coautor con Juan Villoro, de El ojo en la nuca (Anagrama, 2014), repasa para decir que El Quijote tiene 1.687.570 palabras, un diccionario 100.000 palabras, mientras que Cervantes atesora en su obra una quinta parte, 22.939.
No se trata de competir, pero lo del inglés parece más asequible. Y si no se puede, no pasa nada. Adolfo Suárez no sufría ningún contratiempo ante su orfandad con las lenguas extranjeras: solo tenía que ponerse de la parte de Enrique Fuentes Quintana, el hombre del milagro económico, a quien sus compañeros de la transición ofrecían condolencias porque no sabía inglés.
Antonio Campuzano
Periodista (Ciencias de la Información, Univ. Complutense de Madrid), colaborador en distintas cabeceras (Diario 16, El País, Época, El Independiente, Diario de Alcalá), miembro del Patronato de la Fundación Diario Madrid.