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El combate al negacionismo de la emergencia medioambiental que vive el planeta


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En un momento en el que ganan espacio y poder institucional fuerzas políticas que niegan la situación de emergencia climática que sufre el planeta hay que tomarse aún más en serio la necesidad de explicar cómo se rebasa cualquier límite en aras del crecimiento económico continuo. No se tiene en cuenta la imposibilidad de crecer indefinidamente y se ignoran los límites biofísicos del planeta y de sus recursos, menospreciando que la huella y la deuda ecológica que se genera nos meten de lleno en múltiples crisis energéticas, climáticas y de biodiversidad sin precedentes.

Hay que tener también una visión amplia de la situación mundial. Además de la climática, estamos ante una conjunción de crisis provocadas, por ejemplo, por la escasez de materias primas esenciales, que produce ya hambrunas, migración forzosa y miles de muertes evitables en númerosos países empobrecidos

El resultado impacta en muchas partes significativas del planeta en las condiciones que han posibilitado el desarrollo de la vida: la desertificación generalizada, la subida del nivel del mar, la permanente y progresiva degradación de ecosistemas, la deforestación masiva o el agotamiento de los suelos por su uso intensivo y la contaminación.

Es necesaria una transición energética para hacerle frente, pero también definir formas que supongan cambios estructurales de los parámetros sociales, económicos y políticos en los que hoy nos movemos. Para ello, en primer lugar, hay que reconocer esta realidad y eso requiere dar la batalla de las ideas para derrotar los planteamientos negacionistas.

Debemos ser capaces de acabar con una hegemonía ideológica que vincula libertad y bienestar con consumo y beneficio económico. Su traducción: el concepto de libertad equivale a poder tomarse una cerveza en una terraza de Madrid en plena pandemia, como hizo creer quien realmente manda en el PP, Isabel Díaz Ayuso, durante la escalada del Covid. Eso sí, esa supuesta libertad nunca alcanzó a las más de 7.000 personas fallecidas en las residencias madrileñas para que pudieran ser atendidas como debían en un hospital y no tener que morir solas en sus habitaciones.

Hay que tener también una visión amplia de la situación mundial. Además de la climática, estamos ante una conjunción de crisis provocadas, por ejemplo, por la escasez de materias primas esenciales, que produce ya hambrunas, migración forzosa y miles de muertes evitables en números países empobrecidos.

Tenemos que ganar la hegemonía en defensa de un nuevo modelo de producción de alimentos, con un primer sector más fuerte y que sea capaz de autoabastecer los territorios, que proteja y dignifique el trabajo de las personas trabajadoras de dicho sector, de manera que cubran las necesidades de una vida digna. Hay que cambiar las pautas del consumo y del comercio. No se puede seguir fabricando de más para consumir de más. Ya no vale una sociedad de consumo de masas que ha vivido de espaldas a la sobreexplotación de otros territorios para tener así los niveles de consumo actuales.

Y, ojo con el alcance real de todas las soluciones que se plantean; por ejemplo, cambiar los motores actuales de combustión por otros eléctricos no es una solución en la medida que supone movilizar recursos adicionales para adaptar las infraestructuras a la nueva demanda energética, lo que supondría cerrar un problema para abrir otro. La salida pasa más por reducir nuestros desplazamientos innecesarios o primar hacerlos más en transporte público, a modo también de ejemplo.

Aunque pueda sonar a provocación, opino que bajo el negacionismo de la problemática medioambiental está simplemente el rechazo a planificar la economía para dejar así que crezca sin límite el modelo neoliberal. Hay que convencer a la mayoría social de que esta planificación, que debe ser absolutamente democrática, es imprescindible para sobrevivir como especie y realizarse desde la reflexión de toda la sociedad para que sus resultados sean asumidos por el conjunto de la población y no se utilicen como contrapunto de la libertad.

 

Responsable federal de la Conferencia Interparlamentaria de Izquierda Unida y presidente del Partido Comunista de España (PCE), partido del que ha sido secretario general entre 2009 y 2018. Maestro de profesión, fue concejal en el Ayuntamiento de la localidad malagueña de Benalmádena, provincia donde inició su actividad política y por la que fue elegido diputado al Congreso en 1993, 1996 y 2000. En la X Legislatura (2011-2015) volvió a la Cámara Baja como diputado por Sevilla, ocupando la portavocía del Grupo Parlamentario de IU, ICV-EUiA, CHA-La Izquierda Plural.