Crónicas americanas: en las orillas del Concord
- Escrito por Manuel Peinado Lorca
- Publicado en Opinión
Aunque hoy Concord, Massachusetts, ha duplicado su población con respecto a 1850, sigue manteniendo el aire rural, pacífico y bucólico que debieron respirar los trascendentalistas del XIX. Gran parte de esa placidez se debe en buena medida a las remansadas aguas del río Concord, que serpentea lentamente entre el disperso caserío. Llegar a Concord desde Boston supone conducir una media hora por la carretera estatal MA-2, que, entre praderas verdes y lagunazos, transcurre por una llanura segada a matarrasa por el gélido viento ártico que cada invierno penetra por el piedemonte oriental de los Apalaches.
En un famoso ensayo sobre la literatura norteamericana F. O. Matthiessen escribió que «toda la literatura estadounidense había sido escrita entre 1850 y 1855». Lo que olvidó decir es que la mayor parte de ella se escribió en tres casas vecinas de Concord, entonces apenas una aldea, a la que Henry James llamó «el pequeño lugar más grande de América» y al que Nathaniel Hawthorne simplemente etiquetó como "Edén".
Dentro de los bucólicos límites de ese pueblecito de Nueva Inglaterra, hubo tres casas que fueron, en diferentes momentos, el hogar de Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau, Amos Bronson Alcott y su hija Louisa May, Nathaniel Hawthorne, y la feminista Margaret Fuller. En la vecindad vivieron también Henry James, Emily Dickinson, Oliver Wendell Holmes, Henry Wadsworth Longfellow y Horace Mann.
Los antiguos habitantes de Concord descansan hoy en Sleepy Hollow, el cementerio local que inmortalizó en un relato tétrico y romántico Washington Irving, otro grande de la literatura norteamericana de aquel tiempo. ¿Alguien puede presentar un censo literario más completo?
Todos ellos fueron, en mayor o menor medida, representantes del trascendentalismo americano, un movimiento filosófico, político y literario muy crítico con la sociedad de su tiempo, que urgía a que cada individuo buscara, en palabras de Emerson, «una relación original con el universo y una vía intuitiva basada en la capacidad de la conciencia individual, sin necesidad de milagros, jerarquías religiosas ni mediaciones».
Fueron también arquetipos de la sociedad americana progresista, que adquiere plena relevancia en las dos mujeres más destacadas del movimiento, Louisa May Alcott y Margaret Fuller. La Alcott, una escritora reconocida por su famosa novela Mujercitas (1868), estuvo fuertemente comprometida con el movimiento abolicionista y el sufragismo; menos conocido es que, bajo el seudónimo de A.M. Barnard, escribió una colección de novelas y relatos en los que se tratan temas tabúes para la época como el adulterio y el incesto.
Margaret Fuller, abolicionista, sufragista y defensora de los derechos femeninos, en particular de su educación y de su derecho al empleo, que se convirtió en la primera periodista profesional de Estados Unidos cuando se incorporó en 1844 a la plantilla del The New York Tribune de Horace Greeley, todo un hito para la época. Su libro La mujer en el siglo XIX es considerada la primera obra feminista importante en los Estados Unidos.
El frío helador no da tregua cuando llego a Concord para visitar Walden, la famosa laguna convertida hoy en reserva estatal, la Walden Pond State Reserve. La laguna está completamente helada y niños y mayores se lo pasan en grande patinando o jugando al hockey sobre hielo. Hay también pequeños grupos de pescadores que, como los dos protagonistas de Dos viejos gruñones, esperan pacientes a ver si pica algún pez en los agujeros que han practicado en el hielo.
Alrededor del pequeño lago, Henry David Thoreau pasó dos años viviendo en una pequeña cabaña que él mismo construyó y en la que escribió Walden, la vida en los bosques, que la editorial Errata naturae publicó en una primorosa edición hace justamente diez años.
Thoreau, nacido en Concord, decidió alejarse de todo para demostrar que el hombre necesita muy poco para vivir y que la verdadera vida en libertad está en medio de la naturaleza. Construyó su cabaña muy cerca de la orilla de la laguna en un trozo de tierra que le prestó su amigo, maestro y convecino Ralph Waldo Emerson. Aunque hay una réplica de la cabaña y una estatua del ensayista a la entrada de la reserva, la cabaña original ya no existe; unos pequeños pilares marcan el sitio en el que estuvo y junto a ellos una placa que repite una de las frases de Walden, que Thoreau escribió allí mismo entre 1845 y 1847:
Fui a los bosques a propósito porque quería vivir enfrentándome a solas con los hechos esenciales de la vida, ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, y para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido.
Walden, un auténtico clásico y una obra de culto, es un experimento literario sin precedentes y un manual para la vida feliz: un libro escrito contra toda servidumbre y a favor de la felicidad como única riqueza del ser humano. Según Thoreau:
Walden es un libro escrito para esa mayoría de hombres que está descontenta con su vida y con los tiempos que le ha tocado vivir, pero que podría mejorarlos. Y también para aquellos en apariencia ricos, pero que en realidad han acumulado cosas inútiles y no saben muy bien qué hacer con ellas.
El Concord es un río sin cauce que se remansa cada primavera inundando su cuenca con aguas que apenas cubren los tobillos. Un río que no puede presumir de su tamaño: apenas supera los veintiséis kilómetros antes de tributar sus aguas al Merrimack, el gran río de Massachusetts, cuyo nombre sirvió para bautizar el USS Merrimack, el primer acorazado utilizado en la Guerra de Secesión. Antes de que en 1635 los primeros colonos ingleses le cambiaran el nombre por el de Concord, los nativos americanos le llamaban Musketaquid, el río de las hierbas. Ese es el nombre con el que Errata naturae recuperó otro fascinante libro que Thoreau escribió mientras vivía en Walden y publicó en 1849 con el nombre de A Week on the Concord and Merrimack Rivers.
Aunque la inmortalidad de Thoreau quedara asegurada gracias a Walden, este es inseparable de Musketaquid, porque ambos configuran el gran proyecto literario y filosófico de su autor. En el verano de 1840 Thoreau decidió emprender un viaje, junto a su hermano John, por los ríos Concord y Merrimack. Construyeron una canoa y la llamaron Musketaquid, el nombre indio del río Concord, al igual que Walden era el nombre nativo de la laguna. Ambos hermanos estaban aún enamorados de una misma mujer, Louisa May Alcott, ambos le habían propuesto matrimonio y ambos habían sido rechazados.
Dominados por la melancolía iniciaron su aventura. A su regreso, John se hizo un profundo corte con la navaja de afeitar y poco después murió de tétanos con apenas veintiséis años. Henry David se vio profundamente afectado por la súbita muerte de su hermano y compañero con el que había compartido este y otros muchos viajes y proyectos.
Comenzó entonces a calmar su dolor a través de la escritura y, en homenaje a su hermano, inició la redacción de A Week on the Concord and Merrimack Rivers, un libro de viajes, una memoria y un ensayo sobre la amistad y el amor, sobre la literatura y la filosofía, sobre los grandes escritos de la tradición occidental y los textos sagrados de India y China, sobre la vida de los primeros colonos y la de los últimos indios, sobre la naturaleza salvaje y la serena Nueva Inglaterra.
Si Walden es un ensayo que se asienta en el bosque, habitado por el espíritu del lugar y centrado en el recogimiento de la cabaña, Musketaquid es un ensayo en movimiento y a contracorriente de toda reflexión domesticada: un viaje río abajo en el que el pensamiento fluye en perfecta armonía con las aguas y el paisaje, que confirma que Thoreau era tanto el hombre de los bosques como el hombre de los ríos.
Manuel Peinado Lorca
Catedrático de Universidad de Biología Vegetal de la Universidad de Alcalá. Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Granada y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid.
En la Universidad de Alcalá ha sido Secretario General, Secretario del Consejo Social, Vicerrector de Investigación y Director del Departamento de Biología Vegetal.
Actualmente es Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá. Fue alcalde de Alcalá de Henares (1999-2003).
En el PSOE federal es actualmente miembro del Consejo Asesor para la Transición Ecológica de la Economía y responsable del Grupo de Biodiversidad.
En relación con la energía, sus libros más conocidos son El fracking ¡vaya timo! y Fracking, el espectro que sobrevuela Europa. En relación con las ciudades, Tratado de Ecología Urbana.
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