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La ausencia de un proyecto integrador de país


(Tiempo de lectura: 2 - 3 minutos)

El drama español es la ausencia de un proyecto que dirija las fuerzas legítimas y diversas que operan en España, en pro de integrar la potencia de las diferentes realidades que se manifiestan en todo el territorio, de manera de salir de este reino de Taifas en que nos han convertido.

La escasa visión estratégica de los partidos mayoritarios deja a las claras la miopía de sus dirigentes dedicados al tacticismo mezquino de los intereses de grupo. Este estado de cosas produce un desgaste colosal, además de un enconamiento que impide la comprensión y aceptación de la existencia de otros modos de ser español.

Tal vez la centralidad derivada de una monarquía poco patriótica, dedicada a sus intereses y beneficios, nos haya separado aún más. Tal vez, las heridas aún abiertas de la sangrienta guerra civil con sus saqueos y exterminio de los que no pensasen en sus términos, sea otra fuente de divergencias.

En cualquier caso, el mantenimiento de privilegios abusivos, con la impunidad resultante de una justicia sospechosamente afín, nos coloca a la ciudadanía en una situación de alarmante indefensión.

La construcción de un proyecto integrador de país, elaborado con los aportes de cada una de las partes que configuran España, por pendiente no debería dejarse de lado. En ese proyecto se deberían reflejar los matices histórico culturales que caracterizan a cada parte de ese todo. Tal vez por eso nuestro himno nacional no tenga letra.

En su lugar, siguen manifestándose revanchismos, ajustes de cuentas y discrepancias no resueltas. Quizá porque la violencia del sometimiento siempre fue el método preferido por el poder central. Es así que, si por algunos sectores fuese, la ilegalización política sería el modo de eliminar la discrepancia. Tal cosa representaría otro fracaso nuestro del hacer política.

Cuando una ciudadanía carece de guías para iluminar su camino en comunidad, entonces es presa fácil de los aventureros de turno al servicio de los grupos de poder de siempre. Otro indicador es la desafección política en forma de abstención. La anomia es la consecuencia anhelada por las minorías extremistas de la derecha.

Recuperar la ilusión desde la participación resiliente es el camino. Así lo fue el 15M. Entonces, todo el mundo pudo participar. El statu quo tembló. Las sonrisas llenaron plazas y parques. De pronto, todos se sintieron parte. Excepto lo que nunca fueron parte. Ni lo serán.

Llegan los tiempos de regresar a la tarea de construir el proyecto integrador que necesita España.

Será eso, o la oscuridad.

 

Economista y analista político, experto en comunicación institucional.