Sobre herederos, emprendedores y el derecho a la desconexión
- Escrito por Aida dos Santos
- Publicado en Opinión
Desde diciembre de 2018 a las trabajadoras y a los trabajadores nos ampara la Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantía de los Derechos Digitales, que reconoce la desconexión digital “como una condición indispensable en las relaciones laborales”. A pesar de que está claro en la ley que tras el toque de campana del fin la de jornada laboral se acaban las responsabilidades laborales hasta que suene la campana al día siguiente, como todo lo que nos ampara a los trabajadores, se vulnera por parte de la patronal.
La dicotomía entre patronal y proletariado está bastante clara, para la patronal está clarísima. Pero la alineación de la clase obrera, que no es nada nuevo y tiene el mismo recorrido histórico que el de la clase en sí, no dejará nunca de sorprendernos.
En la España cainita a ese trabajador alienado se le percibe como aquel que “cree que va a heredar la empresa” y no solo está alejado de las reivindicaciones colectivas en pro de los derechos laborales de la plantilla, sino que lejos de operar como un freerider y aprovecharse de las conquistas laborales sin implicarse en su consecución, las boicotea.
A quien deje el teléfono en la oficina o deje de responder el teléfono durante la función de teatro de su hijo o se vaya de vacaciones al último pueblo de la España vacía, “el heredero” le acusará de flojo, de estar ocupando un puesto que no es su vocación, de no tener pasión, de no saber gestionar la información que recibe, de perder contactos importantes, de no ser práctico, de ceñirse a estructuras encorsetadas, de embrutecer el ambiente laboral por defender su derecho a la desconexión, de afortunado por tener dos smartphones, de chulo por perder clientes, de ser un desagradecido porque tiene trabajo y no valora.
En la era del Emprendimiento, se ha cruzado en demasiadas ocasiones la línea que separa el autoempleo de la autoexplotación. Cientos de personas han montado su propio negocio para realizar el mismo empleo que hacían asalariados, corriendo ellas mismas con las cuotas salariales e impositivas, y han pasado de estar subordinadas una patronal identificada en el comité director de la empresa, a subordinarse a su cartera de clientes. Pasando de un comité director con un responsable directo, a ser auditado por decenas, quizá cientos de personas, particulares o empresas, que contratan sus servicios (pocas veces está figura produce bienes), y le creen disponible al 100%. Acaban sometidos a decenas de personas que les creen disponibles 24 horas al día, por lo que las consultas, las llamadas, los correos… la prestación de servicios en general, se solapa durante la jornada laboral tan luchada de ocho horas, por lo que se alargan hasta el infinito las jornadas, se quiebra la corresponsabilidad, la conciliación familiar, el descanso diario, el descanso semanal, las vacaciones y la salud.
Tanto la figura del heredero, como la del emprendedor subordinado a su cartera, quiebran ese liberalismo al que aplauden, rompen la igualdad de condiciones al rechazar el pago de horas extras o modificaciones de presupuesto, machacan las cuotas a la seguridad social y el pago de impuestos por sus servicios, están perdiendo dinero y salud, pero también están haciendo que lo perdamos todos.
El derecho a la desconexión, al descanso, al salario digno y a las vacaciones no es cuestión de Smartphones o de teléfonos de doble SIM, es cuestión de conciencia de clase.
Aida dos Santos
Politóloga por la Universidad Complutense de Madrid.
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