Cuando nos pretenden cambiar la ciudadanía por el consumo
- Escrito por J. Guillermo Fouce Fernández
- Publicado en Opinión
En nuestras modernas sociedades neoliberales con mucha frecuencia se nos lleva presentando como en un juego de trileros el cambio de modelo para que los ciudadanos dejen de ser considerados como tales y solo sean importantes y considerados en su condición de consumidores, algo que necesita el sistema capitalista y consumista para poder sobre vivir, creando necesidades superfluas constantemente.
Esta situación es especialmente visible en tiempos como los actuales en el que la Navidad supone el mayor exponente de oda al consumismo que nos rodea en una especie de religión pagana que nos lleva a consumir por encima de nuestras posibilidades, adaptando nuestros consumos y necesidades creadas a nuestras posibilidades. Hay un anuncio para cada clase económica, una necesidad nueva, quien tiene un coche de una determinada gama desea uno de mayor exigencia, quien tiene una vivienda de un precio busca otra y así sucesivamente; hay publicidad para todos los gustos y creación de necesidades para todos los ciudadanos y ciudadanas.
Muchas personas no son consideradas porque no pueden consumir, son prescindibles, excluidos del sistema, apartables, y sufren las consecuencias de esta situación de exclusión en todas sus dimensiones. Lo importante pasa a ser que cada cual consuma más y mejor o cuanto más mejor siendo esta su dimensión definitoria por encima de la de ciudadano o ciudadana de pleno derecho, y con capacidad para participar y opinar. Es el paso de la política, en el sentido de lo común y lo de todos, a la libertad económica.
Lo importante no es, además lo que se consuma, el hecho en sí mismo de gastar y cubrir una necesidad, nos rodeamos de cuestiones superficiales, superfluas, de necesidades que no lo son, que se nos construyen, pero esto no es lo relevante, lo importante es que sigan apareciendo necesidades “ad eternum” y que sigamos insatisfechos con lo que ya tenemos, da igual que la mayoría de la ropa, utensilios u otras propiedades no las usemos en la vida o las usemos solo una vez, lo relevante es que sigamos consumiendo, lo relevante es que, pese a su, por cierto, ineficiencia como modelo, sustituyamos lo que tenemos por algo supuestamente mejor, muchas veces puesto de moda por la publicidad o el marketing directo o indirecto.
En muchos casos, incluso, la publicidad no pretende vendernos un producto concreto sino la necesidad de consumir productos y se nos transmite la insatisfacción permanente como modelo para seguir consumiendo como motor del sistema.
Se construyen cosas programando desde un principio que su uso sea reducido en el tiempo para que sean sustituidas por otras cosas en una lógica perversa que devora además de nuestros recursos económicos y los recursos de nuestro planeta que solo es uno pero al que explotamos como si fuese inagotable. El consumismo lo devora todo.
Las insatisfacciones, las programaciones para que algo sea sustituido, los "canticos" al consumo permanente aparecen una y otra vez en el sistema de vida, en los modos de vida que hoy nos rodean y nos plantean, como marco de interpretación de nuestra realidad. Gastamos sin freno y por encima de nuestras posibilidades, sin freno para comprar cosas que no necesitamos e impresionar a gente que no conocemos.
Podríamos preguntarnos: ¿quién es el salvaje el que vive en la naturaleza o quien intenta destruirla?
Decía Zygmunt Bauman: “El consumismo promete algo que no puede cumplir: la felicidad universal. Y pretende resolver el problema de la libertad reduciéndolo a la libertad del consumidor“, como decía Sampedro: “nos educaron para ser productores y consumidores, no para ser hombres libres”.
O como diría Eduardo Galeano: “estamos en plena cultura del envase. El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios….los niños pobres son los que más sufren la contradicción entre una cultura que manda a consumir y una realidad que la prohíbe”.
J. Guillermo Fouce Fernández
Doctor en psicología, presidente de la Fundación Psicología sin Fronteras, vocal del colegio oficial de psicólogos de Madrid en intervención social y emergencias. Trabaja en la actualidad en el Ayuntamiento de Getafe en el área de salud, consumo y adicciones, con más de 15 años de experiencia docente en diferentes universidades y con varios libros y artículos.