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Quién fue Charlie. Aniversario de una tragedia


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El día 7 de enero de 2015 dos terroristas de Al-Qaeda en la Peninsula Arábiga asesinaron a 10 miembros de la revista satírica Charlie Hebdo y a dos policías. El atentado se produjo durante la reunión del consejo de redacción. Este ataque fue considerado por Al Qaeda como “una operación de inteligencia especial”, una “operación de asesinato acertada, lograda con alta precisión y excelencia”. Nunca antes se había visto en Europa un atentado de tanta envergadura contra la libertad de expresión.

Los terroristas, Said y Chérif Kouachi, era hijos de la Francia poscolonial. De origen argelino fueron abandonados por sus padres y enviados a un centro de menores en Rennes. Ambos tenían antecedentes y estaban en el radar de los diferentes servicios antiterroristas.

Fue tras este atentado cuando una ola de solidaridad inundó toda Europa bajo la proclama “Je Suis Charlie”. ¿Qué significado tiene esta proclama? Depende del grado de identificación que se realice con las victimas y del motivo por el que estas fueron asesinadas. Según una encuesta realizada hace dos años, el 61% de los franceses declaraba seguir “sintiéndose Charlie” diez puntos menos que en 2016 y un 38% consideraba que la revista “va demasiado lejos”.

Durante un encuentro de la organización Primavera Republicana, la filósofa Elisabeth Badinter achacó el descenso de este apoyo al “trabajo de intimidación de islamistas y de culpabilización de una parte de la izquierda” francesa, confusa en torno a la islamofobia y la laicidad. La irresponsabilidad derivada del apoyo a comunidades religiosas ultra conservadoras toma como coartada la sensibilidad hacia a las minorías religiosas. Este hecho, que suele simultanearse con el tradicional anticlericalismo, es denominado despectivamente en Francia como islamoizquierda.

Philipe Lançon, periodista y escritor que sobrevivió al atentado, declaró que “aunque a muchos no les guste, esos dos pobres asesinos eran hijos de la República Francesa, eran el pueblo” y, por supuesto, la revista satírica Charlie Hebdo “debe seguir burlándose de todo y de todos”, ya que “Si dejamos de burlarnos del Islam, luego será otra cosa y luego otra. Si esto no se puede decir y aquello no se puede pensar, al final no pensaremos”. El mismo declaro que “Charlie” se convirtió en un símbolo, en una palabra que concentraba en si misma la reivindicación contra la barbarie del acto, la del oscurantismo, la Francia anti-lumiere, cada día más presente en la sociedad francesa.

Preguntado Philipe Lançon por el odio y el rencor, aseguró en una entrevista que lo que sintió fue “enfado con una parte de la izquierda francesa que intentaba explicar con la teoría del reflejo de Marx a estos jóvenes islamistas como hijos de árabes maltratados bajo un racismo de Estado. Puede que sea verdad, pero en ese momento sólo demostró la falta de tacto y el sucio orgullo de estos intelectuales de izquierda”.

La sede actual del seminario es confidencial y su protección cuesta cientos de miles de euros al año. Siguen recibiendo amenazas y la sede cuenta con “una habitación del pánico”. Una realidad ajena al derecho a la libertad de expresión en el corazón de Europa. El propio Lançon declara que “con la aparición del terrible concepto de respeto, ni siquiera hoy la izquierda entiende el humor satírico y no sabe cómo reaccionar, porque quien lo censura ahora no son los poderes del Estado, sino la violencia que viene de abajo, de los hijos del pueblo”.

Comunitarismo, extremismo e islamofobía parecen estar dañando los valores de la Repíblica. Desde la aparición de las primeras voces por parte de identitarios y salafistas que afirmaban sin tapujos “Yo no soy Charlie” no han dejado de aumentar. Tal y como Élisabeth Badinter “a la pregunta de ¿se puede ser todavía Charlie?, respondo por tanto que sí, pero sobre todo que debemos ser Charlie”.

Renald Luzier, “Luz”, uno de los emblemáticos dibujantes de la revista abandonó su trabajo 5 meses después, “Cada cierre es una tortura porque los otros ya no están. Pasar noches de insomnio pensando en los desaparecidos, preguntándose que hubieran hecho Charb, Cabu Honoré, Tignous, es agotador". “Luz” fue el autor de la primera portada tras el atentado. En ella se ve una caricatura del profeta Muhammad sosteniendo un cartel en el que se puede leer “Tout es pardonné”. He aquí la grandeza de unos ante la miseria de otros.

Debemos de ser Charlie, por supuesto. Ahora bien, el perdón entra dentro de la esfera de lo personal y es potestad de las víctimas, pero la defensa del derecho a la expresión, la defensa de las libertades, la democracia y de una sociedad abierta frente al oscurantismo y el extremismo político y religioso exige medidas políticas.

El impacto del terrorismo, que no es si no una de las manifestaciones violentas del extremismo, varía dependiendo de la atención mediático, el tipo de objetivo y el alcance del atentado. También en este 2020, justamente este fin de semana. Este sábado un individuo fue abatido por la policía tras asesinar a un transeúnte al grito de “Allah es grande” y herir a dos mujeres en la localidad francesa de Villejuif. Un día después otro individuo, armado también con un cuchillo, resultaba herido tras intentar atacar a varios transeúntes y a un policía en Metz. Ambos casos ya están siendo investigados por la fiscalía antiterrorista. Desde el 2013, el numero de victimas en Francia ha superado ya los 270 fallecidos.

A la consolidación de la cultura comunitaria se le suma el auge de los partidos de extrema derecha. Nuestra es la tradición humanista y de progreso, y lamentablemente habremos de defenderla de quienes la socavan y combaten, incluidos los hijos del pueblo que en su infantil devenir son propensos a la melodía de los flautistas del extremismo.

Román Echaniz Carasusan es politólogo de formación, especializado en Seguridad Ciudadana y Política Anti Terrorista.