El funcionamiento de los rumores en una epidemia como el coronavirus
- Escrito por J. Guillermo Fouce Fernández
- Publicado en Opinión
Desde la psicología social sabemos que los rumores son un arma poderosa que funciona de manera autónoma y que tiene su propio recorrido. La conocida como ley del rumor señala dos factores importantes para la difusión de un rumor: la incertidumbre y la importancia de la información, a más importancia y a más incertidumbre más posibilidad hay de que un rumor surja, se expanda y tome fuerza.
Otra cuestión que también conocemos es que con frecuencia un buen rumor es mucho más atractivo que la propia realidad y, por tanto, es más seguido, difundido y creíble; además los rumores suelen partir de una base de realidad o de una información que es solo parcialmente cierta para luego construir una alternativa y suelen también aprovechar tendencias naturales que tiene la humanidad como la de desconfiar o pensar en las conspiraciones. Otro factor que juega es la desconfianza en las instituciones, en casi todo, en casi todos que nos puede llevar por una pendiente también compleja y difícil de manejar.
Bien lo saben y lo utilizan los movimientos sectarios y las religiones; el pensamiento mágico- religioso tiene un potencial conquistador tremendo para dejarnos deslizar por el.
Un ejemplo de manual en esta dimensión tiene que ver con lo que hoy conocemos como epidemia del coronavirus, un asunto sumamente importante (nuestra salud) y especialmente relevante, porque hablamos de la muerte o de posibles muertes sobre el que hay mucha incertidumbre, porque entre otras cosas no se conoce claramente lo que es y porque en el propio país de origen del virus se establecen restricciones informativas y control de la información; hay además una ola de misterio añadida con respecto a un virus del que solo se conoce en un primer momento que es peligroso y que se transmite fácilmente; así, en el funcionamiento más habitual de los rumores, los huecos informativos que deja la situación se van recubriendo con relatos e historias que generan aun más miedo e incertidumbre: que si viene de oscuros experimentos o lugares, que si nos están ocultando su intensidad y falta de control....
Los rumores pueden y deben combatirse con información veraz, documentada y emitida por fuentes autorizadas que además deberán ser especialmente rigurosas en la información que dan, dando información contrastada, pero no resulta fácil hacerlo porque con frecuencia una buena historia o rumor construido es mucho más atractivo que la realidad y, si además se reproduce y se difunde, se va adornando aún más, enriqueciéndose y creciendo en magnitud. Además en esta situación entran también otros factores ya señalados y relevantes en el desarrollo de rumores: el virus surge en un país y cultura extraños y desconocidos, que por sus características políticas tiende a ocultar la información y que es propicio a pensar en conspiraciones y oscuros manejos.
El peligro de todo esto es que un gran número de personas prefieran seguir recorriendo la senda del rumor que crece y se enriquece antes de verificar y comprobar la información en fuentes fiables que pueden no creerse además porque se considera que puedan estar mintiéndonos "por nuestro bien"; el peligro es que las fuentes autorizadas que deben responder con credibilidad están, en muchos casos, sometidas también a la incertidumbre de saber que está pasando realmente o más allá de esto a poder decir e informar de manera no absoluta porque en la información que podemos manejar, por ejemplo, sobre epidemias no hay un solo camino o dirección sino que realizan, como en este virus, simulaciones porcentuales de su evolución para controlar el virus y que suponen diferentes alternativas en función de las circunstancias, como por ejemplo que se cumplan bien las medidas de cuarentena preventiva o que se informe bien a la población, elementos que no pueden ser controlados y regulados por completo para tener un resultado 100 por 100 predecible.
Combatir el rumor es una tarea compleja y difícil en la que todas las personas e instituciones responsables deberían participar activamente de manera seria, responsable y rigurosa porque los rumores son peligrosos y llevan a que demos respuestas inadecuadas, incluso pueden llegar a que se cumpla justo lo que queremos evitar no porque sea evitable sino porque nos comportemos como si el rumor fuese la realidad.
Es lógico que en situaciones de incertidumbre, con informaciones relevantes en juego surjan rumores, pero debemos establecer estrategias para responder a los mismos y combatirlos y entre estas estrategias está la de la propia racionalidad para poner entre paréntesis lo que nos cuentan fuentes no autorizadas y confiar en quien debemos confiar y no en fuentes anónimas o virales.
J. Guillermo Fouce Fernández
Doctor en psicología, presidente de la Fundación Psicología sin Fronteras, vocal del colegio oficial de psicólogos de Madrid en intervención social y emergencias. Trabaja en la actualidad en el Ayuntamiento de Getafe en el área de salud, consumo y adicciones, con más de 15 años de experiencia docente en diferentes universidades y con varios libros y artículos.
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