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Personas mayores y futuro


(Tiempo de lectura: 2 - 4 minutos)

Todavía se usa el término de la vejez como insulto en el lenguaje
 popular. Intolerable, pero indica en muchos ámbitos el desapego a 
nuestras abuelas y abuelos, y de más cerca, a madres y padres y a quien
 ya pasó de los 60 años. Seguro que alguien con esa edad o más está 
leyendo esta reflexión.

Nos cercan desde valores del desdén, hasta la erosión de la 
auto-estima a causa del paso de los años. La publicidad gira en torno 
al mito de la eterna juventud, otro acoso.

Según cifras oficiales en la ciudad de Barcelona unas 350.000 personas
 mayores viven solas. Una cifra parecida o proporcional en todas las 
grandes o medianas urbes. Toda mi admiración y apoyo al voluntariado que 
dedica horas de su vida para visitarlas. De todas formas, me disgusta la
 melancolía que desprende la publicidad para este tipo de apoyo a 
domicilio. Quienes se ven en esa situación quizás no les anime 
demasiado. Se podría hacer una difusión más pro-activa.
 Sin embargo, quisiera poner a reflexión una alternativa a esta realidad
 penosa para la mayoría de quienes la llevan mal, la sufren.
 En primer lugar, pienso que hemos de aprender a vivir en soledad desde
 jóvenes, aunque nos eduquen para formar familia. No son capacidades 
opuestas -soledad y familia- más bien complementarias. Vivir en pareja
 para huir de la soltería es un grave error. Tener el primer hijo cuando 
llega la primera crisis de pareja, peor todavía.

Al hacernos mayores nos apegamos más y más a todo cuanto nos remite al
 pasado. Se afirman hábitos muy individuales en lo personal. Eso no está
 reñido con participar en entidades, hacer voluntariado, relacionarnos
 más, ir al gimnasio, estudiar, viajar y divertirnos. Todo un abanico de
 posibilidades imprescindible. Pero luego, al volver a casa seguimos con
 el “mi” por delante de todo. Mis horarios, mi forma de cocinar, mis 
libros, mi manera de plegar la ropa limpia y guardarla, mis recuerdos,
 mis programas favoritos de televisión, etc, etc. Esta posesión de 
tiempo, maneras y objetos, esta forma de vida aislada, nos impide plantearnos convivir con otras personas en situación parecida o que 
incluso prefieren no estar con su familia (por más que les ofrezcan irse 
a otro hogar y sentirse en compañía).

Hay que considerar -cuando nos acercamos a los 65 años- como será
 nuestro futuro. En mi opinión cabe meditar si nos interesa o podemos ser capaces de cohabitar en un mismo espacio con algunas de nuestras mejores
 amistades. Somos animales racionales y sociales, pero bajo el
 condicionamiento de costumbres y educación recibidas.  Conozco de cerca la experiencia de gente mayor que ha optado por convivir en un mismo
 piso, siempre cada cual con su respectiva habitación. En algunos casos
 ya desde los 60 años o antes.

También supe de otras personas mayores que tras un acuerdo de apoyo
 mutuo, prestan una habitación a estudiantes, previa selección por alguna
 entidad intermediaria.

Hablo de casos personales, de amistades de mi familia, en que hijas e 
hijos han insistido en acogerles, pero ha prevalecido el deseo de no
 dependencia de nadie.

Cada individuo tiene sus hábitos y digamos “sus manías”. Se trata de
reflexionar y aprender a compartir y gozar en compañía, entre afines e
iguales.

La suma de pensiones para gastos comunes y el ahorro en alquileres,
 hasta pueden mejorar el nivel de una vida conjunta. Incluso pueden dar
 solución a la necesaria atención médica domiciliaria y de otros 
servicios varios.

Creo que esta alternativa de forma de vida queda clara, como para 
pensárselo. No es necesario esperar a la viudedad, simplemente es cuestión de mantener y desarrollar una sociabilidad de proximidad. De
paso así se liberan pisos, si las personas optan por compartir uno en
común.

La soledad, (aunque hay que saber estar con ella), no ha de ser un
 destino obligatorio.

Militante de la Juventudes Comunistas de Catalunya (JCC) y del PSUC en la clandestinidad del franquismo. Pasó dos veces por la cárcel. En los 80's fue miembro del Comité Central y del Comité de Barcelona del PSUC.

Ocupó en 1980 el cargo de coordinador general del Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) y en 1986 lo abandona para co-fundar Gais per la salut (luego Stop Sida) y la federación de entidades Coordinadora Gai-Lesbiana (CGL), de la que fue secretario general hasta 1999. A continuación fue electo como presidente de honor de la CGL. También fue co-secretario general de la International Lesbian & Gai Association (ILGA), desde 1995, reelecto en 1997, hasta 1999.

En 1992-93 trabajó como coordinador de la campaña “Democracia es igualdad” del Ministerio de Asuntos Sociales (entonces con Matilde Fernández), campaña contra la intolerancia integrada por 11 grandes ong's estatales. El spot de tv de “Democracia es Igualdad” recibió un galardón de la ONU.

En los 90's se aleja de ICV y en 1999 formó parte de la candidatura de Pascual Maragall a la Generalitat de Catalunya. Desde entonces sigue como independiente en la órbita socialista.

Ha recibido numerosas distinciones y premios, tanto desde las asociaciones lgtb, como de las instituciones civiles. Medalla de Honor de la Ciudad de Barelona y Creu de Sant Jordi. Premio Pluma 2019 de la FELGTB.