Residencias de nuestros Mayores a revisión
- Escrito por Lucia Villegas Vega
- Publicado en Opinión
Con motivo de la Pandemia que estamos soportando en la actualidad por el COVID-19, con resultado de muertes espectacularmente altas en las Residencias de Mayores, debemos revisar nuestras conductas como individuos, analizando nuestro modelo social, del por qué y para qué necesitamos estas prácticas.
¿Qué esperábamos de las Residencias de Mayores?
Con la extensión del trabajo fuera del hogar por parte de las Mujeres, se fueron creando nuevas necesidades sociales. Si hasta hace aprox. 40 años, el cuidado de la infancia y mayores recaía casi en exclusividad sobre ellas, independientemente del grado de Dependencia que tuvieran, al incorporarse masivamente en el Mercado Laboral, estas tareas se fueron relegando en los Centro Especializados, en el caso de la Infancia a las famosas Guarderías, Escuelas Infantiles, etc. Y en el de los Mayores a las Residencia.
Comenzaron a demandarse nuevos servicios, en un primer momento cuando los cuidados eran ya prácticamente imposibles de realizarse en los hogares, por tener que compatibilizarlos con la vida laboral, y muy fundamentalmente en el caso de personas ya Dependientes, solicitándose plazas a través de las estructuras públicas y de los municipios, donde se debían cumplir una serie de requisitos para poder ser beneficiarios de las mismas, por lo que desafortunadamente, a pocos llegaban. Posteriormente comenzó a valorarse esta alternativa, en la medida que se avanzaba pensaba en Jubilaciones gozosas e independientes, creándose conciencia de que la siguiente generación debía tener previsto su paso a la Tercera Edad, sin contar con el paraguas familiar. Pasaron de llamarse Residencias de Ancianos o Geriátricos a Residencias para Personas Mayores. Parecía ser ésta la posible solución no familiar, a la nueva realidad social.
Con ese modelo cambiante en nuestra sociedad, surgieron una maraña de Residencias Privadas, donde se ofertaban Centros con todo tipo de actividades de atención motora, psicológica y que se nos presentaba, más como un hotel especializado que como un Centro Geriátrico, creciendo de forma especial en algunas Comunidades Autonómicas que realizaban conciertos con ellas, para cubrir parte de sus plazas, dándoles garantía de ingresos y liberándose a su vez así, de generar más estructuras socio comunitarias propias.
¿En que se convirtieron las Residencias?
Esto funcionaba más o menos, en base a la vigilancia y control de nuestros Mayores, que se efectuaba a través de las familias que con sus visitas, algunas esporádicos y en otros más permanentes, se encargaban de atender, controlar y reclamar si no se daban de forma adecuada, los servicios publicitados y comprometidos, haciéndose llevadera, incluso satisfactoria, su permanencia en las mismas, aunque varias eran las quejas que de forma recurrente se producían sobre muchas de ellas; mala alimentación, pequeños hurtos de objetos personales, pérdidas de vestuario en los traslados a las lavanderías, etc. sin olvidar aquellos casos, que aunque sin ser la tónica general, no dejaban de producirse de forma esporádica, casos de malas condiciones y/o de tratos, de las que nos enterábamos a través de los medios de comunicación.
Pero en esto llegó la Pandemia del COVID-19, con ella el confinamiento de la población, la prohibición de visitas en los Centros y nuestros Mayores quedaron indefensos y aislados, desvalidos y sin control familiar. Ya no se les podían visitar y las familias también aisladas en sus domicilios, quedaron incomunicadas, poniéndose de manifiesto la crisis sanitaria en ellas, hasta convertirlas en auténticas trampas mortales. Hay que ponerse en la piel de aquellos Mayores y sus familias, para comprender su angustia en esas largas semanas, las noticias llegaban de cómo se desaconsejaba su traslado inicialmente a los hospitales cuando enfermaban, a pesar de ser un colectivo especialmente de riesgo, y como se sumaban por miles las muertes, que íbamos conociendo día a día.
Será necesaria una exhaustiva investigación para saber que pasó y como se produjeron tan masivas pérdidas, sabiendo que a estas fechas, según hemos tenido conocimiento posteriormente por los medios de comunicación.
Sin duda cuando todo esto deje ser una terrible pesadilla superada, nos veremos obligados a replantearnos este modelo, que tan terribles consecuencias ha tenido.
Modelos Residenciales del futuro
Parece necesario revisar el modelo existente actual por ineficaz, en muchos casos muy injusto e inseguro, que se dejó en manos privadas como ventajoso negocio, para buscar nuevas fórmulas que necesariamente pasen por entidades públicas, reforzando nuestro desgajado modelo de bienestar. Nada de esto podrá hacerse en el futuro, sin tener en cuenta un trato más humano e individualizado. La atención de nuestros Mayores no puede seguir siendo considerado como un negocio, donde se hacinan en macro-centros, con escasa atención centrada en su persona y por supuesto, sin tener en la mayor parte de ellos, cubiertas sus necesidades sanitarias.
Existen ya tendencias en nuestro país, más propia de países nórdicos, hoy absolutamente privadas y pioneras, denominadas COOHUSING, que consisten en recintos de pequeños apartamentos para una o dos personas, que se encuadran dentro de una estructura común de prestación de los servicios necesarios, algo que a la vista del confinamiento por la Pandemia, parece totalmente apropiado y de mayor facilidad para su administración.
¿Tan difícil y lejano puede parecer que este tipo de Centros, o similares, puedan ser financiados y administrados por el Sector Público? Cada vez son más los y las Mayores que disfrutan de unas pensiones convenientes, que por supuesto, podrían contribuir a su mantenimiento, si no de forma total, al menos con un importante aporte financiero.
Se deben descartar ya los modelos masificados y deshumanizados, que ignoran a las personas, convirtiéndolas en individuos sin esperanzas en espera de un final irreversible, para avanzar en modelos residenciales, socialmente sostenibles, humanamente civilizados y donde las personas no dejen de serlo, con sus actividades personales y sociales cubiertas, dentro de un entorno que favorezca el envejecimiento activo hasta el final de sus días, en localidades medianas y pequeñas, en bloques residenciales donde los propios residentes sean un motor de actividad económica, pudiéndose insertar dentro de una nueva realidad de consumo ecológico, sostenible y local, que a través de los servicios que pudieran prestar a los mismos, (limpieza, cocina, actividades comunitarias y sanitarias, etc.) impidan la despoblación rural que actualmente tanto preocupa, ayudado al tiempo a preservar la naturaleza y los modos de vida agrarios, hoy observados tan necesarios.
Si hay algo que la Pandemia ha puesto de manifiesto, es que no ha sido exclusivamente el factor edad el determinante para superarla, si no las posibilidades únicas de cada individuo frente a la misma. No dejemos a nuestros Mayores a merced del “Mercado” y sigámosles tratando como individuos necesarios, aprovechando todas sus potencialidades, y así al tiempo, agradeciéndoles los servicios prestados a nuestras sociedades.
Lucia Villegas Vega
Secretaria Memoria Histórica y Mayores. Agrupación Socialista Rivas Vaciamadrid.
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