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La transición sistémica mundial. Plan para la Recuperación de Europa


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Frente a las consecuencias que dejó en algunos países, el golpe asestado al estado de bienestar y ante la crisis previsible ocasionada por la pandemia del COVID19, en circunstancias en las que ya se preveía una nueva recesión económica, es indudable que se necesita implementar un Plan para la Recuperación de Europa, en el marco de una transición sistémica a nivel mundial y que debería contar al menos, con tres objetivos fundamentales:

1. Posibilitar la reconstrucción de la industria productiva de los países afectados y la estimulación de los mercados interiores, como así también hacer frente a la competencia global para ganar los mercados exteriores de la UE. Revisando los sistemas de producción existentes.

2. Reconstruir los sistemas sanitarios y de asistencia social, cuyos servicios y dotaciones han sido mermados en las últimas décadas, para hacer frente a cualquier emergencia sanitaria futura y construir a la vez un plan de asistencia y cuidado a las personas de la cuarta edad (mayores de 75 años).

3. Acordar una Renta Mínima y vital y una La Renta Básica Universal para todos los ciudadanos/as de Europa, que permita recompensar el trabajo doméstico y el de cuidado que permanece oculto y a la vez facilitar la supervivencia de los sectores más desfavorecidos y los colectivos enmarcados dentro de los umbrales de pobreza. Recompensar el valor del trabajo frente al precio de la mano de obra de mínima subsistencia, cuando no cercana a la esclavitud de países del tercer mundo y en especial del sudeste asiático.

Lógicamente seria también deseable acordar en el marco de la OCDE y a través del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, una partida anual, equivalente al 0,5% del PIB de los 10 países más desarrollados y por consiguiente con el PIB más alto, con interés 0.

Partida o fondo destinado a los países en vías de desarrollo más afectados. Hay que considerar que se prevé una pérdida del 4,6% del PIB para América Latina, uno de los mercados con mayor vínculo comercial con Europa y así mismo atender a África, el continente, donde existe la mayor zona de libre comercio del mundo y un mercado de 1.200 millones de persona y que podría perder según la ONU, la mitad de su actual PIB. Este fondo de auxilios debería, así también contar con un fondo auxiliar con un interés muy bajo, que pueda servir de estímulo para la creación de riqueza y la disminución de la pobreza extrema que se prevé que se genere a partir de ahora según datos PNUD-ONU.

Es razonable hacer entender que habría que realizar un esfuerzo para alcanzar las condiciones básicas que permitiesen elaborar dicho plan y las medidas globales correctoras que correspondan, pero sin lugar a duda, estas acciones permitirían no solo superar probablemente la gran crisis sistémica, sino contribuir a los objetivos del milenio de acuerdo con el protocolo de la ONU para el 2030.

Para alcanzar un acuerdo que permita alumbrar el Plan de Recuperación, sería oportuno convocar una conferencia continental, con la participación de la UE y los estados que la componen, invitando a sumarse a el Reino Unido, Rusia, Suiza y Noruega y tal vez porque no1 incluso a Turquía e Israel. Hay que recordar que hablamos de una crisis global, que afecta más allá de las fronteras económicas tradicionales.

En cualquier caso, se hace necesario no solo salvaguardar el estado de bienestar, sino superarlo y dar paso a un estado de cuidado, más acorde con la evolución tecnológica e industrial de nuestro tiempo y por supuesto con el desarrollo humano sostenible. El aumento demográfico de la población mundial y de la esperanza de vida en países como España o Suiza, con 83 años de promedio, pero también con otros países de Europa o los países de América Latina con un promedio de esperanza de vida o que se aproximan ya a los 75 años, hace necesario pensar en un estado de cuidado que permita la supervivencia con digna calidad de vida.

Ante la extinción de la era que hemos venido viviendo y que acaba con el siglo XX y la transición hacia una nueva era, con nuevos paradigmas, requiere de un plan de contingencia universal, cuanto más es, entonces, necesario un programa para la recuperación de nuestro entorno, tras la grave crisis sistémica que padece la humanidad.

Las devastadoras consecuencias del cambio climático, pero sobre todo del desarrollo humano, hacen necesaria una movilización de emergencia para proteger a la ciudadanía y atender a las necesidades globales de catástrofes, pandemias y otros desastres que podría padecer la humanidad al completo.

En 1947, un plan adecuado a su época que conocimos como el Plan Marshal, no solo dio resultado, sino que auxilió a millones de personas condenadas al hambre. Recordemos que, aun así, otros millones de personas se vieron forzadas al exilio, sobre todo en América, avalanchas de contingentes de migrantes llegaban a Argentina y a otros países del continente. Pero por entonces el gran país del Rio de Las Plata constituía un país desarrollado, hoy en día la crisis es aún más global y grave y por consiguiente entraña más peligros que entonces.

Una crisis sistémica significa que los sistemas y el funcionamiento del mundo que conocemos se encuentran en un punto de ruptura y agotamiento, de tal manera que amenaza los modelos y la pautas que rigen las estructuras actuales y el orden mundial que actualmente conocemos.

Es innegable que existe una grave crisis energética y que la industria de los derivados de los hidrocarburos fósiles se encuentra en grave riesgo y si atendemos a que los países dependientes de estas fuentes de energía se encuentran estrechamente ligados al desarrollo de la economía global y de las potencias que lo sostienen, se pone claramente de manifiesto que este es uno de los grandes indicadores de la crisis sistémica. Así mismo la degradación medioambiental, producida en gran medida por el uso y consumo de estos derivados industriales, corroboran la gravedad situacional en la que nos encontramos.

En el poco tiempo que llevamos con las restricciones a causa del coronavirus COVID19, hemos podido observar, como se ha conseguido mejorar el entorno y un pequeño, aunque no menos cierto restablecimiento ecológico, como consecuencia de las limitaciones del tránsito aéreo, marítimo y la circulación por carretera, ¿no es acaso a luz de estos resultados oportuno plantearse la necesidad de un pacto global para frenar las consecuencias devastadoras del desarrollo sistémico actual? Y desde luego en el caso europeo debería comenzar con un Plan para la Recuperación de Europa y con el propósito estratégico de aproximarnos a los objetivos 2030 de la ONU.

La pérdida de legitimidad de la democracia, puestas en circulación con las veleidades geopolíticas de EE.UU. y la tendencia actual al proteccionismo, y las limitaciones que impone un capitalismo salvaje, global y monopólico ha dado lugar a un resquebrajamiento de las estructuras de poder y con ello el advenimiento al liderazgo de personajes como Bolsonaro en Brasil, Andrzej Duda en Polonia, o Viktor Orbán en Hungría en el seno de la UE y con la amenaza de secundar la gobernanza en otros estados, algunas de las principales potencias europeas.

La sentencia del Tribunal Constitucional en Alemania la semana pasada, cuestionó el programa de compra de deuda pública del Banco Central Europeo (BCE), lo que sin lugar a duda perjudica la recuperación germana y lógicamente la del resto de la Unión.

Las actuales formas de producción y distribución del excedente económico a nivel mundial, la utilización de una mano de obra con costes miserables redunda en perjuicio de la clase trabajadora europea, y de los países en vías de desarrollo, además de ser una vergüenza universal. Por consiguiente, es necesario revisar y reestructurar los actuales modelos y para ello es imprescindible alcanzar un consenso para la reconstrucción global, comenzando por el citado Plan para la Recuperación.

La recuperación europea, no debe realizarse al margen de la crisis sistémica a nivel mundial, ello podría llevar a retrasar el problema esencial y constituiría solo un parche momentáneo.

Se ha de tener en cuenta a su vez, por un lado, las grandes potencias emergentes, como es el caso de China o de países en vías de desarrollo que podrían pasar a formar parte de las columnas que podrían sostener en el futuro la reconstrucción global, países como India o Argentina, pero, por otro lado, hay que atender a las graves consecuencias que se extiende como una peste económica sobre todo el planeta. El Hambre y la extrema pobreza.

 

El director general del Programa Mundial de Alimentos de la ONU dijo que actualmente 821.000.000 de personas se van a dormir con hambre todas las noches y 300.000 podrían morir de hambre a diario durante un periodo de tres meses.

El mundo se enfrenta a la pandemia del coronavirus, pero también está "al borde de una pandemia alimentaria" que podría desencadenar "múltiples hambrunas de proporciones bíblicas'' en unos cuantos meses en caso de que no se implementen medidas de inmediato.

Si la Unión no alcanza este consenso habrá fracasado como proyecto y dejará el planeta a la deriva, en manos de la depredación ejercida por las políticas proteccionistas de ultraderecha y del liderazgo enfermizo de conductores como Trump o en el mejor de los casos en manos del “comunismo de mercado” chino. La UE, tiene ahora una última oportunidad y para eso debe dejar de lado sus rencillas interiores, sus nacionalismos anacrónicos y etnoculturales y debe tender sus alas hacia una dimensión y altitud a la altura de los sueños.

1Cabría incluso pensar en los acuciantes temas que generan la crisis del Mediterráneo y explorar una solución al tráfico humano o mejor dicho inhumano, que salta desde Libia y analizar una posible respuesta a la migración sur.

Doctor en Psicología Social, Profesor Retirado de la Universidad de Barcelona. Docente de distintas universidades de España y América Latina.

Conferenciante, Asesor para la vinculación académica Internacional. - Ha sido Experto Internacional de la O.E.A, y Catedrático de la Escuela de Especialización de la O.E.A. (Panamá) y director de Proyectos del Fondo Social Europeo. UE.