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Ajuste Tecnológico de la Jornada Laboral: 2.- Ingreso Mínimo Vital: un error técnico y político


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El título de este artículo parece un poco contradictorio con el anterior “Esos ridículos 76,39 €/mes”, pero no lo es; lo que ocurre es que la realidad tiene distintos aspectos y eso puede producir una sensación de contradicción cuando se analiza cada uno.

Los últimos datos de Eurostat nos informan de que el 22,5 % de la población en la UE está en riesgo de pobreza o de “exclusión social”. Esto de la “exclusión social” es una expresión perifrástica, un “delicado” eufemismo para no irritar los oídos de las “personas delicadas” a las que les sobresaltaría oír la palabra “miseria”, que eso es lo que significa.

Más aún les sobresaltaría porque es una miseria que no es un fruto de una crisis inesperada, sino la consecuencia de una política premeditada; una política practicada de modo consciente de las consecuencias que produciría. Prueba de ello es que, cuando éstas han aparecido, cuando la “miseria” emergió y fue generalizándose, nadie es alteró; antes bien, se sintieron satisfechos porque se había logrado el objetivo previsto. ”Finit coronat opus”: “el fin conseguido es la corona el trabajo hecho”, decían los romanos. Aunque ese era, hablando con propiedad, dicho cínicamente, ”un daño colateral”, otro eufemismo; en realidad es ”un daño intrínseco”; el objetivo era forrarse a costa del infrasalario del trabajador.

Durante tres años consecutivos entre 2009 y 2012 estuvo creciendo la miseria hasta llegar casi el 25 %. ¿Se hizo algo? ¡Quizá sí! 2019 se ha cerrado con ¿solo?  112,9 millones de personas;  ¡más del doble de todos los españoles!

El informe, sin embargo, señala el “éxito” de esa cifra porque es 1,2 % menos del nivel de 2008 y 1 % menos que el nivel de 2016. Llevamos una década conviviendo con una realidad social de más de 100 millones de miserables en la UE ¡y tan tranquilos!

Pero el informe ofrece aún muchos más datos: el desempleo de larga duración de las personas con pobreza y “pobreza extrema”, es decir ”miseria”, ¡por si fuera poco la que había!, aumentó del 2,9 % en 2009 al 3,4 % en 2017.Eso en términos relativos significa ¡un incremento del 17 %! Dicho en términos de trabajadores pobres estos pasan de ser 7,6 % en 2006 al 9,5 % en 2016. Su deterioro aumenta el  20 %. ¿Habrá límite? 

Estos datos actuales, hay muchos más, son una garantía de lo que nos anticipa el futuro si no corregimos esta deriva. En 2016 había en la UE más de 6,3 millones de jóvenes (15 a 24 años) que ni trabajaban, ni estudiaban, ni recibían formación, “ni-ni-ni”.  El desempleo juvenil superaba el 40 % en varios Estado. ¿Qué estamos haciendo? Tal parece que estamos educando a la juventud diciéndole que no vale la pena el esfuerzo de estudiar y formarse para conseguir un empleo porque su probabilidad de conseguirlo es de 6 de cada 10. Es esa información confusa cuando se dice que el 60 % de los fallecidos en un accidente de automóvil no llevaba cinturón de seguridad, ¿nos está diciendo que al40 % restante que llevaba cinturón de seguridad no le sirvió para nada? Eso es poco más que tirar una moneda al aire; un puro cara o cruz, aunque con diferencias muy grandes: 7 % en Alemania pero 44 % en España y 47 % en Grecia.

¿Estamos educando en el pasotismo institucional? El que se fabrica para el futuro es más atroz: 26 millones de niños están en situación de pobreza y “exclusión”, es decir, miseria; ¡más de la mitad de todos los españoles. Son el 27 % de la población menor de 18 años. Se habla del abandono escolar, lo sorprendente es que no haya deserción escolar.

Se dice, otro eufemismo púdico dedicado a los sensibles oídos de las personas delicadas que se han desbordado los "amortiguadores de crisis social" para atender esta esta espantosa situación.

No se han desbordado, es que se les ha anegado por una acción directa hasta desbordarse ¡como estaba previsto que ocurriera! Ahora se ha propuesto institucionalizar la el Ingreso Mínimo Vital (IMV) porque en los países o Comunidades donde ya se aplica "reducen" la desigualdad. El objetivo es correcto, pero el procedimiento no. Se quiere integrar la desigualdad institucionalizándola. ¡Un disparate!

Los apaños, los remiendos y los zurcidos son una solución admisible en situaciones de emergencias, pero sólo si tienen fecha de caducidad. No se pueden integrar como algo ordinario en un sistema político que declara ¿cínicamente? En su art.35.1CE78: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo”. En vez de darme todo a lo que tengo derecho me dan un subsidio mínimo vital para que no me muera de hambre. ¡Eso no es respetar mi derecho fundamental”, es convertirme en pobre, en miserable, no de los de pedir a la puerta de la iglesia a la salida de misa de 12 de esas personas de oídos y piel delicada. No; ahora para evitar el sufrimiento de esas personas tan delicadas forzadas a ver esa “miseria” indelicada de la fila de pobres mendigando a los que se les atropella su derecho fundamental al trabajo, se les envía su “limosna” por vía telemática a la cuenta corriente de su banco. ¡Somos modernos! Además nuestros pobres también lo son, todos tienen cuenta corriente.

La ética no permite institucionalizar la injusticia, institucionalizar el atropello de los derechos que, cínicamente, declara fundamentales este régimen, pero con la boca pequeña, empezando con el art.14 que dice que “todos somos iguales ante la ley” cuando a diario vemos, como en la constitución enmendada por los cerdos en la ”Rebelión en la granja” de Orwell, que “algunos son mas iguales que otros”. Realmente empieza en el art.1.2 CE78 cuando declara que “la soberanía reside en el pueblo español de donde emanan – todos menos unos de- los poderes del Estado”.

El derecho a la autoestima de sabernos capaces de auto-mantenernos después de habernos formado, de producir riqueza, de disfrutar del placer de crearla, de recibir el aprecio de la sociedad que premia nuestro esfuerzo con el progreso en nuestro trabajo, de ser un ejemplo para nuestros hijos, de tantas cosas no se tiene cuando se vive de la limosna del Estado.

Este problema es de justicia; mejor dicho de la injusticia que produce un mal reparto del exceso de la riqueza producida gracias al desarrollo tecnológico; es un problema que tiene una solución política y económica aplicando con corrección las leyes del mercado. El IMV, con cuya existencia temporal estoy de acuerdo arrasa con todo ese derecho fundamental, lo tira todo él por el sumidero.

Más aún; acabará arruinando la fraternidad y la solidaridad con el desafortunado; provocará en el trabajador con empleo una sensación insolidaria de sentise huésped de un parásito que vive a su costa sin dar ni golpe, aunque sea contra su voluntad. Cierto que ese involuntario parásito vive mal, pero el cociente beneficio / esfuerzo, con un cero en el denominador, es infinito. Ningún padre obligados a ser parásito limosnero se senitirá bien si la situación se prolonga; tampoco sus hijos que sentirán el doble y pernicioso estímulo de la inutilidad de su esfuerzo para conseguir lo único que la sociedad le ofrece a sus padres como un sucedáneo de un derecho fundamental que les niega: vivir de la limosna estatal, por púdico que sea su nombre: Ingreso Mïnimo Vital, que en su adjetivo de “mínimo” ya es despreciativo. Recuerda aquellos baberos de la infancia que tenían aquel letrero insultante, aunque bordado con amor por madres tías o abuelas: “come y calla”. Pero no somos infantes, somos adultos y tenemos derechos fundamentales y tenemos la obligación de exigir que se respeten.

Una anécdota: en una empresa las condiciones laborales eran penosas, los trabajadores respiraban ácido clorhídrico, ¡así como suena!; el empresario les pagaba un ”plus de riesgo” para tener derecho a quemarles los pulmones y acortar su vidas; ¡así son las leyes! Cambio el empresario y el nuevo dueño, un empresario civilizado, modificó la instalación purificó el ambiente y acabó con esas condiciones de trabajo acomodándolas no a la ley, que lo estaba ya antes, sino a lo que es decente. Cuando quiso suprimir el plus de peligrosidad” porque había desaparecido el peligro; tuvo un motín. Los obreros preferían seguir vendiendo su vida por el ”plus de riesgo”. Al final llegaron a un acuerdo; cada año se reduciría el 50 % de la subida salarial hasta desaparecer el plus. Lo más increíble fue el apoyo de los sindicatos. Recordé aquel refrán: “llámame perro, y échame pan”…¡Ese no puede ser el camino!

Este sucedáneo de la "justicia civil" es tan humillante como la “caridad religiosa” de la recepción de la limosna a la salida de misa de 12. Substituir el "pobre de la Srª Marquesa", alguna deambula todavía por el Congreso, que con “su caridad” ganaba su cielo, por el "pobre del papá Estado" es igual de indeseable. Puede admitirse temporalmente como un remiendo; pero es insultante si se pretende convertirlo en una solución. No hay precio que pueda comprarla dignidad del ciudadano que trabaja. Sólo lo hay para el ladrón que especula.

No entiendo cómo, ni siquiera los sindicatos, nadie denuncia lo que esta medida bien intencionada que debe ser bien recibida por su urgente necesidad, este atropello subyacente de la ética, de la dignidad del trabajador y de la justicia a la que tiene derecho: la del art. 35.1 CE78. Ésa es la que deberían reivindicar todos los partidos políticos. Nadie puede autocalificarse de progresista proponiendo este atropello "con ánimo de permanencia".

Tampoco oigo la voz de los economistas reclamando que la solución está en la aplicación correcta de las leyes del mercado, que es donde está la solución, junto al mantenimiento de unos discretos “amortiguadores de crisis social”, cuando ésta se produzca de modo incidental.

Gay Rider, Secretario General de la OIT ha dicho  "No estoy convencido de que esa sea la mejor forma de plantear el futuro del trabajo. Hay un debate a corto y a largo plazo y hay que diferenciar ambos". Ésta es mi contribución al debate, que seguirá a este artículo.

Secretario primero del Ateneo de Madrid.