La Historia a enseñar y la Sra. Ayuso
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Opinión
La presidenta de la Comunidad de Madrid, contestando al portavoz socialista Ángel Gabilondo sobre la situación de la enseñanza de la Historia, aportó dos consideraciones que pasamos a comentar. En primer lugar, hablaba de que todos los años se estudiaba la Revolución Rusa, la Revolución Francesa pero no la Historia de España en América. Pues bien, convendría, en primer lugar, dado que preside una Comunidad Autónoma, informarse de los contenidos que se imparten en ESO y en el Bachillerato en Historia.
En primer lugar, la Revolución Rusa no se explica todos los años, si entendemos por “años”, cursos. Solamente se explica en Cuarto de ESO y en Primero de Bachillerato, en Historia del Mundo Contemporáneo, y no para todos los alumnos de este nivel, solamente para los que escogen esta asignatura, y siempre y cuando los profesores hagan un esfuerzo titánico para terminar la programación en ambos cursos. En ningún otro curso de la Secundaria Obligatoria y no Obligatoria se estudia esta Revolución. En el caso de la Francesa, efectivamente, siempre da tiempo a estudiarla por su situación en la programación, pero, solamente se trata en Cuarto de ESO y en Primero de Bachillerato, en Historia del Mundo Contemporáneo. No creo que haya que demostrar la importancia de la Revolución Francesa en el devenir histórico del mundo, ya que, para los occidentales, especialmente, los continentales, se abre con la misma, así como con la Revolución Industrial, la Historia Contemporánea. Por otro lado, el estudio de la Revolución Francesa es imprescindible para entender la propia Historia de España, la crisis del Antiguo Régimen, de la Monarquía de Carlos IV, la influencia napoleónica, la Guerra de la Independencia, etc.. Para el caso de la Rusa, que se aborda muchísimo menos, como hemos visto, debemos recordar que no podemos entender el período de Entreguerras sin estudiarla, como tampoco podemos comprender la Segunda Guerra Mundial ni el mundo posterior de la Guerra Fría hasta los años noventa del pasado siglo, ya que la URSS fue protagonista indiscutible.
Sobre la Historia de España en América debemos recordar que todo lo relacionado con la etapa de los descubrimientos, conquista y colonización se estudia en Tercero de ESO y en la parte primera de la asignatura de Historia de España de Segundo de Bachillerato. Así pues, todos los alumnos y alumnas de la Comunidad de Madrid tienen que estudiar esta cuestión en ESO, y todos los que hacen Segundo de Bachillerato también, dada la obligatoriedad de esta asignatura en este nivel, independientemente del itinerario que se escoja. Es más, desde que la Historia de España es una asignatura obligatoria en la EVAU, todos aquellos y aquellas que quieren realizar esta prueba tienen que estudiar y repasar esta cuestión porque les puede caer en lo que conocemos en el mundo educativo de Historia como los epígrafes de la parte primera del examen en las dos opciones que se ofrecen. Es más, la independencia de la América hispana se estudia en Cuarto de ESO, en Primero de Bachillerato en Historia del Mundo Contemporáneo y también en Historia de España de Segundo de Bachillerato.
En segundo lugar, la presidenta se quejaba de que no estábamos trasladando a los alumnos la calidad, el esfuerzo y el mérito de la nación, de ser español. Esta cuestión tiene que ver con qué tipo de Historia se quiere enseñar. El modelo que nos presenta sucintamente está claro. Hay que enseñar a los alumnos y alumnas de la Comunidad de Madrid a sentirse orgullosos de ser españoles, de que ser español es un sinónimo de calidad y de esfuerzo. Estamos hablando de una idea anacrónica y nacionalista, semejante, por otro lado, a la que pueden pretender los nacionalistas catalanes, aplicada a su ámbito. Enseñar Historia es enseñar cómo ha sido el pasado, pero enseñando que hay distintas interpretaciones del mismo, no una única forma de entenderlo, es intentar que comprendan con visión crítica y serena nuestro presente desde posturas serenas, y distintas, hasta antagónicas, y plantear cuestiones para el futuro. Hay que enseñar que la idea de nación es algo relativamente moderno y que, por ejemplo, para el caso de la conquista de América, no se puede emplear, ya que fue conquistada y colonizada por Castilla, uno de los reinos, eso sí, el más poderoso, de la Monarquía de los Reyes Católicos y de los Austrias, no por España, porque como tal, no existía, como nunca Flandes fue español, sino una parte integrante de la Monarquía Hispánica, por poner otro ejemplo relacionado con esa idea “imperial” de la Historia. Ahora vivimos una resurrección de esos conceptos imperiales y de considerar a España como una nación que habría nacido en la noche de los tiempos, aspectos que creíamos que habían desaparecido con el fin de la dictadura franquista tan dada al maniqueísmo de la Historia, con períodos buenos, los imperiales, y otros malos, los de la ilustración, el liberalismo y la democracia. Eso no es Historia, es manipular para justificar distintos discursos y políticas de determinados grupos y formaciones políticas. En los últimos años padecemos a los defensores de Españas imperiales y de Cataluñas ultrajadas, pero ambos grupos no pretenden el conocimiento de la Historia sino manipularla para sus fines políticos.
En Historia hay que estudiar, y seguimos con el ejemplo “americano”, efectivamente, cómo se conquistó América, empresa titánica si tenemos en cuenta los medios humanos con los que se contó, como también hay que estudiar como se explotó a los indígenas con las encomiendas y la mita, junto con el análisis de una legislación a favor de los indios muy desarrollada que, por otro lado, se incumplió en numerosas ocasiones. La Historia es lo que tiene, luces, sombras, y muchos grises, es diversa, la palabra clave.
Pero, además, enseñar Historia a los chicos y chicas madrileños, o de cualquier otro lugar, es intentar que adquieran competencias de todo tipo para enfrentarse a textos, mapas, estadísticas, que comprendan y valoren la diversidad de opiniones sobre el pasado y el presente, que lean de forma crítica, que valoren el patrimonio histórico, artístico y cultural, no para que se hinchen el pecho por las hazañas de Cortés, don Juan de Austria, o de Agustina de Aragón, aunque luego si quieren que lo hagan en sus vidas por decisión propia, como habrá también alumnos que terminen sintiéndose más inclinados a sentirse más cerca de los marginados, la lucha anarquista o el republicanismo, por poner otros ejemplos. Porque somos diversos, afortunadamente, y la escuela debe enseñar, de nuevo, esa diversidad y valorarla en el pasado y en el presente.
Si un alumno termina Cuarto y/o Bachillerato habiendo valorado la importancia de la Historia, habiendo aprovechado sus estudios sí se puede sentir orgulloso, pero de su esfuerzo y dedicación, como los docentes de su labor. Y luego que tenga las ideas que tenga, y vote a quien quiera votar, o que no vote. La escuela, y menos la pública, no está para nacionalismos ni glorificaciones de España, está para enseñar, para hacer ciudadanos y ciudadanas en el más amplio sentido de la palabra, responsables, críticos, participativos y amantes del saber en toda su extensión, además de abrirles un camino para que emprendan su proyecto de vida, superando las barreras de la desigualdad. Eso, no lo dudemos, es calidad.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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