Dos ideas malas y una prometedora
- Escrito por Manuel Román Lorente
- Publicado en Opinión
Resulta natural emplear la palabra, parece que hasta lo necesitamos psicológicamente, pero debemos olvidarnos de la reconstrucción. Lo que necesitamos es construir algo nuevo, un modelo diferente, y dirigir la inversión y el gasto a las actividades que permitirán una transición justa. Hay que olvidar la reconstrucción porque en el mejor de los casos nos lleva al lugar en el que estábamos, y no era precisamente deseable. Necesitábamos un cambio radical, y salir de este pozo es una buena oportunidad para empezar a hacer las cosas de manera diferente. Decir esto es sencillo, hacerlo es otra cosa incluso en condiciones normales. En el contexto en el que estamos, vista la reacción de la derecha y sus palmeros, decir que es difícil es incluso ingenuo, pero tal vez es por eso que nunca tendremos mejor momento…
El gobierno ha planteado dos propuestas de las enmarcables en el “business as usual” que son malas ideas porque son ineficaces, cortoplacistas y además implican el despilfarro de gran cantidad de dinero: son las ayudas al sector automóvil y al turismo. En el primer caso, incentivar la compra no implica que se vaya a animar la producción española (de hecho, la mayoría de los coches que se venden en España son importados), por lo que será una medida ineficaz ya en sus mismos términos, y a eso añadimos el conjunto de problemas que causan los vehículos, empezando por la congestión, y que son el tipo de problemas que ya teníamos cuando empezó este año. En el segundo caso la propia evolución de la epidemia va a hacer el gasto inútil e irrelevante: no importa cuánto dinero se dé a las empresas turísticas, porque la amenaza de quedarse sin negocio va a ser constante en los próximos años. Hoy el gobierno británico se asusta de los rebrotes en España, y en unos meses nos asustaremos nosotros de los de Estados Unidos o cualquier otra parte. Y entre tanto, el miedo global a la movilidad y la recesión global reducirán constantemente los desplazamientos y las llegadas.
¿Significa esto que no se debe apoyar a estos sectores? No, hay que hacerlo y con urgencia. Yo diría que la cuestión es que tenemos que abandonar los enfoques habituales y empezar a plantearnos políticas que tengan en cuenta que la situación actual no es una catástrofe, no es una crisis, sino que es una consecuencia del modelo económico imperante, y por otra parte entiendan que la epidemia no va a ser cosa de unos meses, sino de varios años. Por lo que respecta al automóvil, cabe pensar que el shock de demanda es coyuntural, por lo que sería más sensato, por ejemplo, quedarse con la fábrica de Nissan antes de que sea el siguiente cadáver industrial y orientarla a vehículos destinados a una movilidad algo sostenible. Y por lo que respecta al turismo hay que replantear, literalmente, todo el sector, porque ya podemos ir olvidando los viejos tiempos (¡qué lejos queda 2019!) de millones de turistas aglomerados en playas y discotecas. Eso se ha acabado. Es el momento de redefinir qué hacer y cómo reconvertir todo el capital invertido, público y privado, porque una actividad que hasta ahora movía casi el 12% del PIB merece reflexión estratégica y no salidas que no van a ninguna parte. Esa reformulación no es sólo en torno a la actividad, debería tratar también la reconversión de los territorios y espacios urbanos del turismo de masas, porque la recualificación y reorientación del sector no afectará sólo a las empresas y los trabajadores.
Y esto son solo dos pinceladas de lo que necesitamos con urgencia: reconvertir ecológicamente ciertos sectores, construir otras nuevos e ir cerrando aquellas actividades que son incompatibles con una economía descarbonizada, circular y realmente sostenible. Ir en esa dirección es una tarea que exige mandar una orientación clara a todos los agentes, porque la economía es un sistema complejo que se va construyendo iterativamente, siempre en cambio, y si se quiere romper una inercia es necesaria la acción consciente. Si no se mantiene la estrategia, volveremos al transitado “business as usual”, que cuenta con la ventaja de ser la opción por defecto, lo que parece que hay que hacer.
No todo son calamidades, porque ha empezado en el Congreso la tramitación de la futura ley de residuos, una buena iniciativa que puede hacer más por crear empleo aquí que las subvenciones al automóvil. Cambiar la dinámica de generación de residuos tiene un impacto importante en los costes que terminan soportando los ayuntamientos (que son los que terminan gestionándolos), así que una ley que tienda a reducirlos estará liberando recursos de las administraciones locales. Por otra parte, si se promueve la duración de la vida de los aparatos se recuperarán las actividades de reparación y mantenimiento, que exigen más empleo que la mera sustitución. Reducir o eliminar los plásticos de un solo uso no sólo nos librará de un contaminante, su reemplazo en envases (su uso principal) obligará a reemplazarlos con otros que sean reciclables y reutilizables (que podrán ser fabricados localmente) o a cambios en el sistema de distribución que permita la venta a granel (lo que incidirá en nuevas necesidades de personal y distribuidores y comercializadores). Y todo ello con una ley que no exigirá gasto público, y se terminará traduciendo en un importante ahorro. Sin duda, una idea prometedora.
Manuel Román Lorente
Nacido en 1967, es economista desde 1990 por la Universidad Complutense. En 1991 se especializó en Ordenación del Territorio y Medio Ambiente por la Politécnica de Valencia, y en 1992 en Transportes Terrestres por la Complutense, empezando a trabajar en temas territoriales, fundamentalmente como profesional independiente contratado por empresas de ingeniería.
Ha realizado planeamiento urbanístico, planificación territorial, y evaluación de impacto ambiental. En 2000 empezó a trabajar en temas de desarrollo rural, y desde 2009 en cuestiones de políticas locales de cambio climático y transición con su participación en el proyecto de la Fundación Ciudad de la Energía (en Ponferrada, León).
En 2012 regresó a Madrid, hasta que, en diciembre pasado, previa oposición, ingresó en el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, en el Servicio de Análisis Económico.