Restablecimiento de la República
- Escrito por Enriqueta de la Cruz
- Publicado en Opinión
Introducción.-
Las Cortes de la República Española restablecieron su funcionamiento en el exilio al amparo de los preceptos constitucionales votados y ratificados por los españoles en las consultas electorales de 1931, 33 y 36. Los gobiernos de la República se vinieron sucediendo desde entonces con el esencial designio de devolverle al pueblo el libre ejercicio de sus derechos cívicos, propiciando así el establecimiento de un régimen auténtico de convivencia. Esta acción no había de cesar mientras a los españoles no se brindara la ocasión de hacer surgir una nueva legalidad democrática.
Tras las elecciones generales de 1977 esa nueva legalidad democrática parecía alumbrarse si bien llena de trampas e incertidumbres, tantas que, 40 años después, están eclosionando como el huevo de la serpiente y mostrando la verdadera faz del Régimen monárquico instaurado de la ley forzada y forzosa a la ley forzada y forzosa, en una construcción rocambolesca que mintió al pueblo, lo manipuló y lo lleva inexorablemente a un estado de inseguridad sin precedentes desde la Dictadura y en todos los frentes: social, económico y político.
A la luz de la apariencia democrática, el 21 de junio de 1977 se firmó en París la disolución del Gobierno legítimo de la II República en el exilio. Se cerraba una etapa histórica tras un periodo lleno de significados en que la monarquía dictada por Franco, impuesta por el dictador, y la II República coexistieron. (El dictador murió el 20 de noviembre del 1975 y la proclamación de su sucesor fue el 22 de noviembre de 1975).
Tal como destacó el 1 de julio de 1977 el último presidente del Gobierno en el exilio, Fernando Varela, los republicanos pensaron que el régimen franquista estaba condenado a diluirse en una democracia libre y, por tanto, republicana. La evolución normal de los acontecimientos, de haber sido ajena a toda manipulación de los vencedores del golpe de Estado contra la democracia, y la lógica, así lo indicaban.
Pero el régimen franquista se blindó, se perpetuó en el poder, se incrustó en la aparente normalidad democrática en todas y cada una de las instituciones y puestos clave, e impidió toda evolución en este sentido lógico, con una construcción perfectamente diseñada, armada e impuesta a los españoles y condensada en la frase del dictador: “todo queda atado y bien atado”. La evolución, de hecho, ha consistido en un reforzamiento de poder de las fuerzas herederas del franquismo, que han seguido manejando al país como su auténtico cortijo, así como en la rebaja de la democracia y los derechos de la mayoría de los ciudadanos.
La voluntad soberana del pueblo.-
Pese a que la consulta electoral de 1977 no reunía las condiciones previas de autenticidad, pese a las argucias que prevalecieron para discriminar a algunos partidos políticos republicanos a los que se impidió participar en dichas elecciones y pese a que el poder que las convocaba era ilegítimo, los republicanos con responsabilidades de gobierno respetaron y reconocieron la voluntad de las urnas. Pese a que se sustrajo al electorado la decisión fundamental sobre la forma del Estado, reconocieron el voto.
No desconocían los republicanos que dichas elecciones se convocaron en el marco de una ley expresamente fabricada para escamotear la auténtica voluntad de la nación, pero tampoco eran ajenos a que el pueblo, aunque fuera erróneamente, se había avenido a expresar su voluntad. El soberano, decía el presidente, es el pueblo, aunque fuera insuficientemente ilustrado, sugestionado o hipnotizado por la propaganda parcial, escandalosa, coaccionado por la táctica amenaza de una posible intervención de las FAS. Pero había votado.
El Gobierno en el exilio consideró pues en 1977 que se iniciaba una etapa histórica nueva y puso fin a su misión, pero advirtió que no habían de estar ausentes, individualmente, dispuestos a seguir defendiendo los ideales, persuadidos, además, de que el pleno desarrollo político y económico y con ellos la paz y la convivencia entre los españoles solo serán realizables con la República. No se equivocaba.
El último presidente del Gobierno republicano, Fernando Valera, en su despedida, invitaba, efectivamente a restablecer de veras en España la libertad y la democracia, es decir, la República. Este llamamiento sigue vigente y se hace más necesario que nunca ante la lógica impuesta.
La lógica impuesta por el Régimen actual es la de de arbitrariedad y argucias y escamoteos en su máxima expresión hasta saltar por encima de la voluntad mayoritaria expresada de acuerdo con sus propias reglas manipuladas cuando los resultados no les favorecen. El Régimen no respeta la voluntad soberana del pueblo si no coincide con su voluntad.
La lógica impuesta es la de la opresión y recurso a la violencia que estamos sufriendo muy acusadamente desde la proclamación del último Borbón, una vez que el poder heredero del golpe de Estado se siente vulnerable ante los retos por delante y el inexorable paso del tiempo y vuelve a descubrir su real rostro en un último intento desesperado de agarrarse a un poder robado por las armas. Su peculiar manera de ejercer dicho poder utilizando los resortes franquistas cual si tuviera derecho a imponerse donde no tiene ni siquiera legitimidad alguna para ejercer poder alguno, ilustra las reservas de munición traidora que nos tenían reservada y perfectamente articulada los golpistas a costa de los sacrificios, docilidad y credulidad de los demás ciudadanos, arrastrados en la santificación de la trampa denominada “Transición”.
El soberano es el pueblo que, efectivamente, debe garantizarse el libre ejercicio de sus derechos cívicos.
De la legitimidad republicana a la legitimidad republicana.-
Tanto el presidente del Consejo de Ministros, como el de la República en el exilio, don José Maldonado, como todo el gobierno en el exilio, tuvieron siempre como tarea, la de preservar los derechos de la legitimidad republicana y ejercer las funciones que dentro del ordenamiento constitucional le correspondían, en armonía con las restantes instituciones del Estado, hasta que el único titular de la soberanía, que es el pueblo español se pronunciara de nuevo mediante un procedimiento electoral libre y sincero y de manera inequívoca, ya fuera confirmada la legitimidad republicanas, ya fuera instituyendo otra en que los diversos poderes públicos emanaran igualmente del pueblo. Pero no ha sido verdaderamente esto lo sucedido.
Tras la dictadura, tras las elecciones y durante otros 40 años, en España ha existido un régimen parlamentario de bipartidismo impuesto con el recurso al miedo y el engaño de la esperanza de cambio, y que ha sido posible con el concurso de cuantos actores convenían a los herederos del franquismo para mantener su impunidad e impedir el juicio al golpe y al genocidio que tal golpe de Estado inició. Y, por encima, ha existido, con plenos poderes y un camuflaje de la verdadera cara del monstruo, una monarquía instaurada por el dictador, al mando supremo de las FAS, con todo lo que ello supone.
Para maniobrar más impunemente, la armazón legal de la nueva legalidad (que no legitimidad real) fue y es tan de doble y triple lectura, tan llena de lagunas prestas a interpretaciones a conveniencia y contradicciones, tan perfectamente acomodada a los mismos intereses de democracia formal limitada al arbitrio de un poder supremo no elegido por el pueblo, que hoy aún sufrimos las consecuencias sin enterarnos al completo de su total significado y alcance posible. Como en aquél dicho popular, todo puede empeorar aun más pues los recursos maléficos de arbitrariedad, imprevisibilidad, inseguridad jurídica, terror y violencia de este poder supremo, no se han agotado, ni mucho menos. Este entramado sigue perfectamente velado en la medida que se desea, dosificando sus muñidores a placer y de acuerdo con sus intereses en cada caso y momento, las dosis de daño que en un perfecto manejo y explotación del pueblo, nos suministran cada día.
La legitimidad real democrática interrumpida en 1936 solo será recompuesta mediante la III República, una construcción que deben realizar los propios ciudadanos en libertad y sin cadenas, los ciudadanos de los distintos y diversos pueblos que hoy se alzan por sus derechos en una lucha imparable y de acuerdo con su voluntad soberana.
La fase terminal del Régimen.-
Tras 40 años marcados por un pacto de Transición de silencio e impunidad claramente beneficioso para los franquistas y los que han recogido físicamente y/o ideológicamente su herencia conscientemente (el régimen del 78), pugna por imponerse de nuevo la dictadura de facto revestida de una falsa democracia formal que no respeta los más elementales derechos humanos, ni las propias leyes de que se dotó este régimen nacido con manipulación, amenazas y exclusiones.
Hoy en día mil trampas y mecanismos de represión se han puesto en marcha con total osadía y desvergüenza para saltar de nuevo por encima de la voluntad mayoritaria del pueblo, por encima de la Democracia. Ni siquiera se respetan las formalidades que toda democracia conlleva, no se respeta ni su apariencia. Hoy, asistimos al momento en que todo vale con tal de preservar la monarquía borbónica y la urdimbre de corrupción que provocó su nueva instauración por designio directo del dictador.
La Monarquía atraviesa uno de sus peores momentos y con ella, todo el Régimen que la sostiene. Ha entrado, de hecho, en fase terminal. El traje nuevo del emperador es en realidad un edificio en ruinas dependiente de un filo hilo del que se desprenden todos los escombros con solo tirar de él y sus cimientos son movedizas tierras llenas aún de fosas comunes donde yacen los defensores de la Democracia española. Una realidad que internacionalmente ya no se puede ocultar por más tiempo y exige Justicia, Verdad y Reparación.
El futuro no se puede alumbrar con una Monarquía falsaria, dictatorial y ruinosa. Los sufrimientos que en cada casa y en cada realidad individual están ya mellando nuestra economía, estado de ánimo y posibilidades de supervivencia, así como los intentos de ese poder impostor de saltar por encima del resultado de las urnas, así lo demuestran.
En su momento de máxima debilidad, la Monarquía ejerce la máxima crueldad.
El Régimen en descomposición que coronan los borbones, ha terminado por disolver de facto el propio Estado, generar una crisis territorial y económica de gravedad extrema y amenazar la convivencia y la paz y el futuro de los ciudadanos (la mitad de nuestros jóvenes –nuestro verdadero futuro- vive en precario, es pobre y está en riesgo de exclusión social).
El pleno desarrollo político y económico y con ellos la paz y la convivencia entre los españoles solo serán realizables con la República.
Conclusión y llamamiento al restablecimiento urgente de la Democracia.-
En estos tiempos en que se hacen norma y hábito las usurpaciones de poder soberano al pueblo, y la dependencia de los poderes al mando supremo de un jefe militar que pugna por someter a los ciudadanos convirtiéndolos en auténticos súbditos sin ni siquiera voz, en que la democracia queda en papel mojado, en que un monarca heredero directo de la dictadura opta por una estrategia de dividir a los españoles, generando de nuevo un discurso fratricida, en una estrategia que pasa por no respetar los derechos de los distintos pueblos que conforman el Estado español y en especial su derecho a decidir; en estos tiempos en que el poder no votado ejerce un despotismo absoluto, amenaza, acosa y violenta, y se pretende vaciar de contenido el resultado de los votos, es deber del propio pueblo, único titular de la soberanía en pura doctrina democrática, es su deber y no solo su derecho, proveer nuevos modos de salvaguardar la democracia, su seguridad, la paz y su progreso en libertad.
La progresión de las agresiones al pueblo que no van a parar y el despótico proceder de quienes se arrogan todo el mando y poder manu militari amenazando a sus conciudadanos, reclaman retomar la República mediante un gobierno provisional emanado de la voluntad popular, que facilite y garantice en el menor tiempo posible un proceso constituyente y electoral libre que inicie una nueva etapa histórica verdaderamente democrática y la ruptura con el franquismo que jamás se llevó a cabo. De nuevo se trata de devolverle al pueblo el libre ejercicio de sus derechos cívicos, propiciando así el establecimiento de un régimen auténtico de convivencia.
La III República española no podrá ser, ni es lógico pensarlo, la II República aun cuando los valores republicanos, el sueño fraterno de libertad y de igualdad y las múltiples conquistas en derechos y libertades sigan vigentes y tantas y tantas reformas de progreso iniciadas en aquella etapa sean un referente válido cuyo conocimiento se hace necesario para avanzar en la mejor de las direcciones. La III República será la República que decida el pueblo en el nuevo contexto, nueva época y de acuerdo con sus necesidades. Pero solo su realidad hará posible restituir la legalidad democrática tras un largo paréntesis en que ni la generosidad de los ciudadanos ni sus esperanzas puestas en una auténtica reconciliación aun a costa de tremendas renuncias ha sido correspondida por quienes aún se consideran vencedores y se toman de la mano el destino de todos por la fuerza y mediante la agresión y la exclusión de la mayoría, sin respeto alguno a los derechos humanos. Por ello, la Memoria Histórica ha de estar muy presente en la nueva etapa y abrir nuevos horizontes para que la historia de odio y violencia, de genocidio y de golpes a la democracia que han marcado desde siglos la vida de nuestros territorios, no se repita jamás.
La III República requiere del concurso de todos para construir un marco de convivencia real en paz y con respeto a las diferencias.
La III República será la única garante de superación individual y colectiva en pro de una sociedad mejor articulada, armónica y de progreso, donde encajen las distintas sensibilidades y sus expresiones, se trabaje en pro de la eliminación del odio, la xenofobia y el oscurantismo favorecedor de unas élites ventajistas que tienden desde siglos al embrutecimiento general. La fractura social, la coacción y el miedo como recursos hasta ahora imperantes para someter a la mayoría de los ciudadanos en los que pivota hoy el sostenimiento real del país dará paso a la luz por la Cultura y al mejor reparto de los recursos existentes.
Nunca más miedo. Nunca más coacciones ni golpes a la democracia. Nunca más esclavos, vencedores ni vencidos.
¡Ciudadanos, construyamos la República! Está en nuestras manos.
Enriqueta de la Cruz
Periodista, escritora.