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En los huesos


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En esta vorágine de alarmas, confinamientos, toques de queda y cierres diversos que nos abruma para detener el ritmo de contagio del virus, parece que el debate se ha trasladado ahí ¿cerramos las discotecas? ¿confinamos un barrio? ¿decretamos toque de queda en toda España o solo una Comunidad Autónoma? Esas preguntas nos distraen, y no debemos olvidar que las herramientas más eficaces no son esas, y si hay que usarlas es porque las otras ahora mismo no tienen capacidad de respuesta.

Las otras son los servicios públicos. Hablamos de una sanidad con atención primaria cuantitativa y cualitativamente suficiente, de una educación con capacidad para tener grupos de alumnos reducidos y poder usar con fluidez las herramientas digitales, un transporte colectivo en nuestras ciudades con oferta suficiente para evitar aglomeraciones,... La lista puede ser mas larga, y como es conocida no me extenderé más. Las buenas herramientas son también planificación urbana (más espacios públicos, por ejemplo) o incluso, y ya pensando en el largo plazo, económica (dirigir el gasto público hacia actividades que nos hagan menos dependientes de una economía basada en los servicios personales).

En resumen, más Sector Público. No es sólo que los liberales hayan desaparecido, es que esta pandemia es una enmienda a la totalidad al neoliberalismo imperante en los últimos 40 años. Dicho lo cual, no estoy siendo nada original, esto se ha podido leer en los últimos meses en cualquier parte, incluso en el blog del FMI. Ante esto ¿como esta siendo la respuesta española? Siendo generosos, cabe decir que débil, y probablemente eso explique el porqué la enfermedad nos castiga tan duramente. Aunque pueda haber razones biológicas adicionales que desconozco, hay dos factores que explican nuestra situación: por una parte, nuestra estructura económica; por otra, las políticas desarrolladas en las dos ultimas décadas.

De nuestra estructura económica, nada que añadir que no sea sobradamente conocido. Tenemos mucha dependencia de las actividades de servicios personales, lo que hace que, por una parte, tengamos una economía que facilita la propagación de la enfermedad, y que por otra plantear un confinamiento sea tan devastador desde el punto de vista del empleo, algo que tiene menos impacto en Francia o Alemania. Y... ¿cuanto es mucho? En 2010, según la EPA del 4º trimestre, de un total de 18,67 millones de ocupados en España, había 3,20 en la categoría “Trabajadores de los servicios de restauración, personales, protección y vendedores de los comercios”, esto es, el 17,1% del total. En la misma fuente del 4º trimestre de 2019 había 19,96 millones de ocupados (1,29 millones más) y 4,41 en esa categoría (1,21 millones más), esto es, el 22,1%. Es la categoría profesional que más personas incluye, tanto en 2010 como ahora. Las cifras están redondeadas, como cabe suponer, no es la única categoría que ha aumentado su ocupación y, como es obvio, otras la han disminuido, pero la gran cifra es la que es. Da que pensar.

El otro capítulo han sido las políticas desarrolladas. No son sólo las privatizaciones de empresas públicas o la externalización de los servicios a la ciudadanía, es también la pérdida de capacidad de acción y, ya en el extremo, las políticas de personal que, en los últimos años, ni siquiera han cubierto las bajas, lo que ha supuesto algo mucho más radical que una cura de adelgazamiento: con la excusa de la austeridad el Sector Público ha quedado profundamente mermado. La gravedad de la situación queda patente ahora, cuando la tempestad hace que se aprecien las vías de agua en la nave. El actual gobierno se ha encontrado con la ausencia de capacidad para gestionar con eficacia los ERTES, el Ingreso Mínimo Vital, el control sanitario, las necesidades educativas, ... Esto no es una catástrofe por la gestión presente, es una situación creada a lo largo de años, y que si se quiere revertir también va a suponer mucho tiempo.

Como puede suponerse, no es cosa solo del Estado. Comunidades Autónomas y Administraciones Locales tienen también su parte de responsabilidad... y de irresponsabilidad. Cabe destacar aquí a las dos Comunidades que lideran el ranking de la infamia, Madrid y Cataluña, caracterizadas por las mismas cosas: políticas sistemáticas de reducción de la actividad publica acompañadas de rebajas fiscales a las rentas altas. En ambos casos, cuando la alegría de la primera década de este siglo pasó, las respectivas Administraciones terminaron en crisis fiscales y severos recortes de servicios públicos. Lo siguiente ya es conocido por todos.

La evidencia de que esa incapacidad como consecuencia de las políticas aplicadas no ha hecho que la derecha, artífice de estas, guarde un prudente silencio. De hecho, en Madrid, en un alarde de lo que debería ser considerada la versión local de las “políticas Trump”, se continua por el mismo camino. A escala nacional, hasta en el simple detalle de denunciar las incoherencias en los datos de la pandemia podemos apreciar la desfachatez de quien nos ha arrastrado a esa situación, y es ese detalle también el que nos indica hasta qué punto nuestro Sector Público necesita refuerzo, porque está en los huesos.

Nacido en 1967, es economista desde 1990 por la Universidad Complutense. En 1991 se especializó en Ordenación del Territorio y Medio Ambiente por la Politécnica de Valencia, y en 1992 en Transportes Terrestres por la Complutense, empezando a trabajar en temas territoriales, fundamentalmente como profesional independiente contratado por empresas de ingeniería.

Ha realizado planeamiento urbanístico, planificación territorial, y evaluación de impacto ambiental. En 2000 empezó a trabajar en temas de desarrollo rural, y desde 2009 en cuestiones de políticas locales de cambio climático y transición con su participación en el proyecto de la Fundación Ciudad de la Energía (en Ponferrada, León).

En 2012 regresó a Madrid, hasta que, en diciembre pasado, previa oposición, ingresó en el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, en el Servicio de Análisis Económico.