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El Ser Dual


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Decíamos hace unos días que nos encontrábamos en tiempos de “precultura”, como un hecho social impuesto por los dirigentes.

Mientras que estos líderes abanderan movimientos de apatía y freno, van disminuyendo sus seguidores incondicionales, los vecinos de pueblos, comarcas, distritos y barrios, se instalan en la reflexión previa a la acción capital.

Es el desarraigo a las tesis y puntos que sustentan su ideología. Mientras, la fuerza social se va colocando la vestimenta, que no el disfraz (lo primero es colocarse la prenda que acompaña a la actividad, toga, uniforme o bata, la segunda es el juego de aparentar lo que no eres), del derecho y la moral perseguida, con un movimiento rico en actividades y acciones culturales, esas que pretenden exiliar los gobernantes.

Ellos, los políticos, como siempre, infravaloran la cultura de base, la tradicional, aquella que surge y emana del pueblo, se dirige al pueblo y en ocasiones descabeza a la oficial por su profundidad y profesionalidad.

Esto no quiere decir que se niegue a los profesionales de las artes escénicas su complicidad con la cultura de proximidad, es más, deben conjugarse ambas y aunar sus esfuerzos y criterios de buen hacer. Un proyecto común para el desarrollo de la sociedad, para su equilibrio e intereses. El bien hacer conjunto.

Ellos, los profesionales de las artes escénicas, son los sabios conductores; unas veces esgrimiendo y poniendo en valor la propia esencia de su profesión, otras, como porteadores en esa escalada al zenit dramático, cómico, mímico, cromático, acústico… A partir de esa experiencia surge con fuerza el ser dual:

El creador y el asimilado en la vecindad, el libre y el acomodado. Dese ahí se engendra en sus neuronas el derecho a la duda y a la expresión, el derecho a la escucha activa y a la investigación, el derecho a la crítica y a la protesta.

Poco a poco se prospera en el hecho existencial y se propone y consigue la vinculación entre la labor de los profesionales del arte con sentido social y la sociedad con sentido artístico.

Los vecinos necesitan llevar una vida cierta, con objetivos, cercana al sincretismo cultural y fuera de la estulticia de la gobernanza, que solo consigue amenazarnos con su pobreza de sentimientos. Es desde la vecindad donde negamos la desertización de nuestro hecho cultural individual y común. Queremos seguir plantando esquejes de arte y regarlos frecuentemente con nuestro entusiasmo y nuestros valores.

El ser dual debe mantener su duda en criterios importados y basados solo en el despliegue económico-empresarial y usar de la crítica en su oposición a todo lo concerniente a la cultura descerebrada y con ánimos de subyugarla y hacerla dócil, sumisa y así olvidada.

¿Quién no ha recibido durante estas últimas semanas algún hermoso poema firmado por Miguel Hernández? Ese poeta que murió en posguerra, en la cárcel de Alicante, el lugar donde se condicionó su tratamiento antituberculoso a que, previamente, se casara por la iglesia ¡Cómo Dios manda!

Unos versos en el cementerio de la Almudena de Madrid, que daban sustento moral a unos pocos cuerpos de los 60.000 fusilados posteriores a que acabara la guerra (La posguerra).

La imposición de los políticos de derribar esos versos y esos nombres, más se acerca al criterio de que esa guerra aún no ha terminado y por tanto seguimos esperando la Paz sensata y democrática.

Era un monumento del pueblo, con gente del pueblo. Se quiso enterrar a la guerra, pero ellos no lo quisieron así. Y ese pueblo ha reaccionado con firme oposición crítica al hecho de su demolición, con la cultura por bandera. El ser dual sigue su marcha hasta alcanzar que se respeten sus valores por aquellos que solo deben administrar nuestros impuestos.

Y es cuando crece el ser dual.

Nada tiene esto que ver con Shade, el hombre cambiante de ficción que recreó Peter Milligan. El ser cambiante es toda persona que desde que nace va adquiriendo modos y hábitos del entorno a la par que lo transforma, innova y ajusta a su voluntad y necesidades. Es cuando se convierte en dual.

Todo ser es un complejo de acciones que le hace mantenerse y subsistir, algunos podríamos compararlo a una máquina en la que está en constante ebullición su caldera, con el tiempo la presión en la máquina aumenta y aumenta, haciéndose cada vez más intensa…

Lo mismo ocurre con las neuronas, están en ebullición, su actividad onírica y despierta es extrema, un sueño que cada noche idea y cada mañana fabula y pone en valor sus ilusiones. De ese sueño o idea surge la ensoñación frenética y desquiciada en forma de cruel pesadilla, cuando le es imposible trasladar lo soñado o creado a la realidad cotidiana.

Por más que se accionan válvulas de escape para eliminar la presión existente, como: la esperanza, la humildad o la tolerancia, vemos como se tambalea la conciencia individual de proyección y desde ahí escapa sin freno a la conciencia colectiva. No existe moratoria o respiro alguno para el hecho creativo. Se vislumbra el golpe atroz a la ética social en la que ya, nada, parece factible, todo se encamina hacia una gran interrogante en medio de un desquicio.

Se puede apreciar con total nitidez que, la moral social bien entendida por ciertos idearios políticos, parte de la defensa a ultranza de los establecimientos financieros nacionales e internacionales y de las políticas neoliberales. El resto no existe.

Sin prisa pero sin pausa el ser dual advierte que esos sueños creativos que tiene se almacenan, pero su parte más vívida, dedicada a la ensoñación y su proyección social hace aguas, se ahoga, le ahogan…

Ese almacenamiento engendra en él una crisis de identidad. Las neuronas ya no caben, tienden a dilatar el espacio o salir por algún punto para hacerse sentir, ver y entender las válvulas al uso, como: la humildad, el sosiego, la confianza y otras muchas, que no son suficientes ni eficaces para frenar su capacidad de influir en su entorno social y desarrollar su expansión creativa.

Al comienzo de esa primera mañana, tarde o noche que lleva acarreado ese primer sueño, existe incertidumbre, quizá desconfianza y, como no, miedo. Luego, ante el acumulo de fases y proyectos sin capacidad de tomar cuerpo y desarrollarse porque lo ahogan, todo se convierte en pánico, hasta llegar a rozar la paranoia esquizoide.

Es en ese punto donde el ser dual admite su dualidad. Sabe que debe esperar y a la par debe hacerse dueño del entorno creativo que se le ha negado.

La primera vez que esto ocurre es un experimento magnífico y extraño, con el tiempo lo va puliendo y asimilando, se hace fuerte y le sirve para frenar la presión existente dentro de su ánimo. Es cuando surge el hecho trágico de la conciencia social en toda su dimensión, de saber dónde está, donde estamos y donde quieres, queremos llegar a través de algo llamado cultura.

Siempre con la ilusión del niño que coloca su calzado en la ventana para que la noche del 5 de enero, le traigan la ilusión deseada.

Por el 5 de enero,

cada enero ponía

mi calzado cabrero

a la ventana fría……

Miguel Hernández

Ergónomo PhD. Profesor del Master Prevención de Riesgos Laborales en Suffolk University Campus Madrid. Sindicalista. Dramaturgo y Escritor. Vicepresidente del Colectivo de Artistas Liberalia. Guionista y conductor de los programas de radio: Mayores con reparos, Salud y Resistencia y El Llavero.