Tres
- Escrito por Miguel Castro Muñiz
- Publicado en Opinión
(1) "No a todos gusta tener talento". Recordando a Severo Sarduy
Sí, soy barroco por excelencia. Ser barroco es ser derrochador por placer. La furia de las imágenes me arrastra compulsivamente y estoy seguro que nací antes de mi nacimiento. Soy barroco, soy galáctico. La historia, que iguala y confunde todo, me susurra al oído que involuciono, que soy un intelectual analfabeto porque siempre leo los mismos autores. La historia es una compostura que se ha apropiado de la literatura y ésta de la pintura, pinta dimensiones, formas y colores con palabras. Vivo, para colmo, sumido en la nebulosa argótica del lenguaje madrileño, del "qué flipe tronco", que produce un regusto fonético a la perspicacia de mi oído. La clave está en lo sonoro. Pienso que la naturaleza no es normal, Dios tampoco, sino amoldablemente perfectible. Persigo la meta de llegar a confundir el agua con el agua, como Góngora, cuyo original es Lezama Lima, como mismo es Picasso de las menísimas. (¡Sí!, Velázquez copió a Picasso). No nací, llegué. Vine con un gen tatuado y la nebulosa en que vivo me sigue tatuando, va haciendo de mí una obra producida por autoplástica.
(2) "Al apesadumbrado de Londres". Recordando a Cabrera Infante
No sé si soy más libre cuando escribo, cuando hablo, cuando leo o cuando escucho. ¿Ser culto para ser libre, es igual a ser libre o cauto? ¿La libertad radica en ser locuaz o mudo, taciturno, introspectivo? Nací en una isla donde mandaba la conjunción en una sola persona, de Robespierre y Napoleón. Donde leíamos casi a escondidas, novelitas de Corín Tellado cuyas cubiertas y tripas conformaban nuestra idea de la pornografía, de la pornografía de la risa inocente, pues entonces confundíamos erotismo y humorismo. Y veíamos en Marilyn el patrón común de belleza acrisolada que debieran tener las chicas que salían en la pantalla grande del Gran Cinema. Donde pasábamos buenos minutos que se nos iban yendo y jamás regresaron. Al cine íbamos sólo a dos cosas muy necesarias e imprescindibles: a ver y a escuchar. Mucho después descubrí que el erotismo es parte del humanismo y que hay que aproximarse a la vida con cierto desparpajo. El ciclo vital de un intelectual es recurrente, no es más que broma, afición, obsesión, profesión y nuevamente broma. Al final hemos descubierto que Newton era un alquimista a quien poco interesaban las matemáticas ni la física y se aburría los londinenses días brumosos.
(3) "No se te ve". Recordando a Néstor Almendros
Por más que miro sus películas nunca le veo y es porque siempre se ponía detrás del ojo polifémico. Su concepto de fotografía cinematográfica fue adquirido en Cuba y convertido en oficio. Inventó la película de narración caligráfica y llamó a su cámara estilo, por estilográfica, como si escribiera con ella. Aprovechaba la luz de las ventanas para filmar interiores y desdeñaba el plató cuando parecía que todo mundo posible podía reconstruirse en estudio. Fue a buscar la vida a la calle y a las playas habaneras. Sus primeras obras eran de rabiosa actualidad y no tuvieron beneplácito de los bienpensantes, era cine experimental sin copias o de copia cero. Gustaba de la nouvelle vague, de culto al director, pero la propia vida le acercó más al star system, de culto al actor, y terminó confundiendo la commedia dell'Arte con la comedia del arte americana, con los westerns, porque ambas repiten y repiten personajes.
Miguel Castro Muñiz
Comisario de exposiciones, profesor documentalista y coleccionista cinematográfico.