La pandemia silenciosa
- Escrito por María Teresa Tejedor Junco
- Publicado en Opinión
Oímos la palabra “Pandemia” y ya casi escuchamos a continuación “coronavirus”, aun cuando nadie haya dicho ese término. La COVID-19, el coronavirus y todo lo que hace referencia a esta situación, han eclipsado al resto de pandemias o enfermedades.
Sin embargo, existen otros problemas sanitarios importantes, que causan miles de muertes cada año, casi sin que nos enteremos.
En toda Europa alrededor de 33.000 personas mueren cada año (2956 en España) como consecuencia de las infecciones hospitalarias causadas por bacterias resistentes. La aparición y propagación de las infecciones causadas por bacterias resistentes al tratamiento con antibióticos constituye una de las amenazas más graves a las que se enfrenta la salud pública y supone uno de los retos más importantes para la medicina moderna. El aumento de la resistencia a los antibióticos se debe a diversos factores, pero el uso inapropiado de estos medicamentos es uno de los que más contribuyen a la aparición de este fenómeno.
Entre el 18 y el 22 de noviembre tuvo lugar la “Semana de concienciación sobre el uso de antibióticos”. Este año, la Organización Mundial de la Salud centró su campaña en resaltar la repercusión de la pandemia de COVID-19 en la crisis sanitaria debida a la resistencia a antibióticos y en la importancia de la prevención para evitar empeorar la situación.
En España, el Plan Nacional frente a la Resistencia a Antibióticos, organiza jornadas de difusión y formación sobre este tema.
El efecto de la pandemia de COVID-19 sobre la resistencia a antibióticos ha sido muy diferente en distintas zonas geográficas. La COVID-19 es causada por un virus y, por lo tanto, no es tratable con antibióticos. Sin embargo, éstos se usaron inicialmente, por diferentes razones, en combinación con otros medicamentos para tratar esta enfermedad. La prevención o tratamiento de las infecciones bacterianas secundarias a la infección por coronavirus ha provocado un aumento en el consumo de antibióticos. Además, el incremento de consultas médicas a través de teléfono o plataformas virtuales ha hecho que se produzca un aumento de la prescripción de antibióticos ante la sospecha de determinadas infecciones, al no poder confirmarlas mediante auscultación u otras pruebas diagnósticas.
Pero, por otro lado, las medidas de prevención de la COVID-19 han contribuido a evitar otras infecciones. La higiene de manos, uso de mascarillas, distancia física etc. evitan las cadenas de contagio.
Las infecciones por bacterias resistentes a antibióticos se han convertido en una pandemia, pero una pandemia silenciosa. No somos conscientes de la cantidad de personas que mueren por esta causa. En las estadísticas aparecerán como fallecimientos por sepsis, neumonías, endocarditis etc.
La industria farmacéutica se implica cada vez menos en la búsqueda de nuevos antibióticos. Desde el punto de vista económico, no es una investigación rentable si la comparamos por ejemplo con los medicamentos para el colesterol alto, la hipertensión u otras enfermedades similares. La regulación para recetar antibióticos en Europa es mucho más estricta que la de estos otros medicamentos.
Dos pilares fundamentales pueden contribuir a revertir la situación: el enfoque “Una salud” y la formación a todos los niveles. Formar no solo a los profesionales sanitarios sino a toda la sociedad.
Recordar qué significa el enfoque “una salud”. Todos debemos trabajar unidos ya que la salud humana, la salud animal y la “salud ambiental” están interconectadas. Médicos, farmacéuticos, veterinarios, biólogos, pero también granjeros y ganaderos, propietarios de mascotas, agricultores y, por que no incluirlos, políticos, legisladores, etc.
Luchar contra el cambio climático evitará inundaciones y sequías, lo que a su vez evitará contaminación de los acuíferos y, por tanto, aparición de enfermedades infecciosas causadas por el agua contaminada. Evitará asimismo los cambios de distribución geográfica de insectos que pueden transmitir infecciones.
En cuanto a la formación, es necesario formar a los clínicos y que ellos a su vez asesoren a sus pacientes para que hagan un uso correcto de estos medicamentos. Pero también formar a la población en general, hacer campañas de concienciación y fomentar un uso prudente de los antibióticos. Desde la educación primaria hasta la Universidad, podemos introducir esta formación en los contenidos de diversas asignaturas.
¿Qué podemos hacer para colaborar a solucionar o al menos, a no agravar el problema? Mantener unos hábitos higiénicos adecuados tanto de higiene personal como cuando estemos en contacto con animales; vacunarnos para prevenir infecciones y no necesitar usar antibióticos; preparar los alimentos de forma segura, prevenir las enfermedades de transmisión sexual, etc.
Los antibióticos pueden dejar de curar: que sigan funcionando depende de todos.
María Teresa Tejedor Junco
Licenciada y Doctora en Biología. Diplomada en Sanidad. Experta Universitaria en Gestión de la Investigación. Experta Universitaria en Innovación Educativa. Presidenta (2 años) y vicepresidenta (otros 2 años) de la Asociación Canaria de Personas con Trastornos Generalizados del desarrollo (ACTRADE). Profesora Titular de Microbiología, en el departamento de Ciencias Clínicas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria desde diciembre de 1999.
Publicaciones: https://orcid.org/0000-0003-2387-142