Aquellos terribles sabañones
- Escrito por Lucia Villegas Vega
- Publicado en Opinión
Recientemente he tenido ocasión de participar, a través de las redes en Cursos y Talleres, alguno de ellos promovidos por los Centros de Mayores de mi localidad, que pretenden superar el aislamiento en el que nos vemos obligados a vivir por la cruenta Pandemia, que me están sirviendo para dos cuestiones fundamentales en este momento de mi vida.
Una, acercándome a las nuevas formas de comunicación de una manera antes inimaginada, siguiendo con esa fase de aprendizaje permanente que nos hace sentirnos útiles y vivos.
Y otra, compartir desde casa, recuerdos y nuevas experiencias que anteriormente efectuábamos de forma presencial, y que el maldito COVID nos está arrebatando por el aislamiento al que debemos estar sometidos, impidiéndonos seguir con nuestras formas de vida social, tal como hasta ahora conocíamos.
En uno de esos Talleres virtuales denominado “Laboratorio de ideas”, que nos proponía formas de comportamiento, para:
- Envejecer de forma saludable.
- Mantener las relaciones intergeneracionales.
- Procurarnos la Receta de la Felicidad (vivir más y mejor).
Se nos mostraba la manera de saber ver las OPORTUNIDADES, que tenemos al alcance de la mano en el día a día, o como reforzar la memoria, asociando nombres con personas conocidas o famosas, con sensaciones placenteras, flores o momentos positivos, y un montón de cosas interesantes más.
Preguntarnos, ¿para qué hago las cosas?, para así saber tomar decisiones, viendo el PARA QUE. Allí. En el debate posterior se pudo aportar, como deberíamos saber transmitir a las nuevas generaciones el VALOR DEL ESFUERZO, así como también EL SABER COMPARTIR.
Hablamos sobre la Memoria Histórica, nuestra Memoria Histórica, aquello sobre lo que hemos vivido y que canalizamos a través de nuestros recuerdos. Y en ese ámbito de cosas, vino a mi mente el recuerdo del enorme frio que pasábamos en la infancia, en ausencia de las comodidades que hoy tenemos en las casas (luz ininterrumpida, agua corriente, calefacción…) y lanzo la pregunta ¿os acordáis de aquellos terribles sabañones que no nos abandonaban en invierno?
A las nuevas generaciones ahora habría ahora que explicarles, que son los sabañones, como se producen y que efectos tienen. ¡Jajajajaja!
Todo esto me ha traido al recuerdo de aquellas inflamaciones dolorosas (perniosis es su término médico) que nos atormentaban en respuesta a la exposición repetida ante el frio y la humedad en manos y pies (a mi padre le salían también en las orejas), que causaban un tremendo picazón, cuando se conseguía entrar en calor poniéndose tremendamente rojas las zonas afectadas, debido al exagerado contrate de temperatura.
En las duras noches de invierno, se nos convertía en una auténtica obsesión encontrar la fórmula para calmar el picor, y como eliminarlos. Nuestras madres ante la imposibilidad de asistir a un médico que prescribiera algún remedio para aquel mal, tiraban con lo que tenían al alcance de las manos, y les resultaba fácil y barato de adquirir, procurando recetas de las abuelas, o siguiendo consejos del boca a boca que exhibía el saber popular, para procurarnos remedios más o menos exitosos.
A veces se mezclaba alcohol y alcanfor a partes iguales, para frotar el lugar de los sabañones. Este remedio también servía para dolores articulares, en brazos pierna y costado. ¡No habré visto yo a mi madre frotarle a mi padre en mil ocasiones, para curar sus molestias!
Otras veces se aplicaba, el pegajoso ungüento del famoso Vicks Vaporub en la zona afectada, procediendo a su envoltura en papel de periódico, paño de algodón o bolsa de plástico. Remedio que igualmente servía para el control de los refriados, dolor de garganta, o tos nocturna.
Como no el cura todo, aplicaciones sobre los mismos de una capa de aceite de oliva, que al friccionar no sé si curaban, pero conseguía un placentero alivio. Esta fórmula igualmente servía para infinidad de remedios. Recuerdo especialmente uno que mi madre efectuaba con maestría para curar el estreñimiento, procurando un largo masaje en el vientre, tras el cual soplaba un buchito de orujo, conseguir aliviar los intestinos, aunque solo fuera por el gran susto que te proporcionaba.
Menos utilizado por lo desagradable del olor que dejaba durante algún tiempo, también se combatían aplicando una cataplasma de cebolla asada, logrando disminuir el calor de la zona y favoreciendo así la curación.
Hoy, pasados ya tantos años raramente los tengo, eliminándolos con una buena prevención; abrigando convenientemente las zonas susceptibles de su aparición, manteniendo una buena alimentación, efectuando un mínimo de ejercicio diario que mantiene el sistema circulatorio activado, evitando así la creación de estos trombos o cúmulos tan incómodos y dolorosos.
Si a pesar de todo ello, desafortunadamente aparecieran, bastará con aplicar alguna pomada con corticoides, que aliviará los síntomas habituales de picor, dolor e inflamación, para que en pocos días vayan desapareciendo. Así han cambiado las cosas, y así de fáciles se han vuelto nuestras vidas.
Con todo esto, he pensado después, que en ese intercambio generacional necesario, si yo participara en la educativa experiencia de contar algo a los y las jóvenes sobre el pasado reciente, les hablaría a los chicos y chicas de dos cosas que conozco bien: El sindicalismo y los Sabañones, ambos hoy en vías de extinción, pero esa es otra Historia.
Lucia Villegas Vega
Secretaria Memoria Histórica y Mayores. Agrupación Socialista Rivas Vaciamadrid.