Demasiado feminista
- Escrito por Paloma Román Marugán
- Publicado en Opinión
El Ayuntamiento de París, con su alcaldesa Anne Hidalgo al frente, ha sido condenado a pagar una multa de 90.000 euros por no respetar la paridad, debido a qué en sus puestos de responsabilidad hay un exceso de mujeres (once frente a cinco). Aunque cueste creerlo, es así.
La penalización ha sido impuesta por el Ministerio de la Transformación y de la Función Publica, en un ejercicio de aplicación del mandato de la ley que exige que ningún sexo pueda ocupar más del 60 % de los cargos. La ministra, Amèlie de Montchalin, ha mostrado su sorpresa ante la decisión de su propio departamento.
Lo cierto es que todo este episodio merece un momento de reflexión, porqué aunque hay otras muchas cuestiones por las que pararse un rato a pensar, esta situación, entre contradictoria y absurda, hay que darle un par de vueltas.
Por ejemplo ,y simplemente por el asunto de la discriminación positiva. ¿Por qué y para qué? Está claro que se precisaban acciones, por muy discutibles que les parezcan a algunos, que permitiesen acortar el trecho que existe entre la existencia de las mujeres (51 % de la población) y su presencia en cargos de responsabilidad y gobierno de la sociedad en su sentido más amplio. Había que facilitar un impulso que mejorase los números de presencia de las mujeres en el ámbito de la toma de decisiones en general.
Aún hay por tanto, un debate, enorme, intenso y a veces crudo, sobre la discriminación positiva, y resulta que ahora la aplicación de la ley francesa da la vuelta al asunto, con una aplicación literal estricta, en este caso por una autoridad administrativa, sin tener en cuenta ningún elemento más allá del mero porcentaje aplicado a una serie de cargos ordenados en hombres y mujeres.
Cabe poco dudar sobre este disparate, que viene a poner de manifiesto la necesidad de avanzar en la igualdad sin perder la capacidad de raciocinio, que incluye obviamente distintas operaciones como la aplicación de perspectiva, mesura, contextualización y evaluación de consecuencias, y que en definitiva se resume todo en que siempre hay que pensar -aunque sea un poco- antes de actuar. La paridad tiene que ver con la semejanza y la simetría entre la composición de la sociedad y la de sus instituciones rectoras, y estamos bastante lejos de algo parecido.
Una de las peores sensaciones que una tiene cuando observa hechos de este tipo, es la intima satisfacción de aquellos que opinan que todas estas cuestiones de la paridad tienen poca entidad y que resultan solo un entretenimiento, para bien o para mal, diluyendo el verdadero calado de la reivindicación.
Paloma Román Marugán
Directora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Complutense de Madrid y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.