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Elecciones presidenciales de 1876: de aquellos polvos, estos lodos


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Los acontecimientos políticos que siguieron a las elecciones presidenciales de 1876 abrieron una crisis que bien puede considerarse un precedente de lo que está ocurriendo ahora con las acusaciones de fraude lanzadas por Donal Trump, cuyas pretensiones tuvieron punto final el pasado 7 de enero, después del asalto al Capitolio del día anterior.

En 1876, el candidato demócrata, Samuel J. Tilden, derrotó al gobernador republicano de Ohio Rutherford B. Hayes en el voto popular. Cuatro meses después, tras alcanzar un acuerdo con sus rivales, quien se quedó con la presidencia fue Hayes, inaugurando una presidencia que marcaría el destino del sur del país y la consolidación del supremacismo blanco.

En los once años transcurridos desde el fin de la Guerra Civil, los demócratas, cuya fortaleza electoral residía en la antigua Confederación, habían sido excluidos en buena medida de la esfera política federal; en ese momento, con la Administración del republicano Ulysses S. Grant enfrentado a acusaciones de corrupción, la candidatura de Tilden, que en buena medida atrajo a los votantes con un su historial de lucha contra la corrupción como gobernador de Nueva York, parecía una gran oportunidad para que los demócratas sureños recuperaran poder político.

Los ajustados resultados de las elecciones presidenciales de noviembre de 1876 provocaron el mayor retraso registrado jamás en la proclamación de un presidente y abrieron una vía que ha permitido la proclamación final de Joe Biden. Los habitantes de los territorios no incorporados a la Unión no tenían derecho a voto. Foto del Servicio Geológico de los Estados Unidos.

En la noche de las elecciones, el 7 de noviembre, Hayes estaba perdiendo por una diferencia tal que preparó su discurso de aceptación de la derrota antes de irse a dormir. El presidente de su partido se fue a la cama con una botella de güisqui. «Pronto dormimos en un sueño reparador, escribió Hayes en su diario sobre lo que sucedió aquella noche. [El] tema parecía liquidado».

Los acontecimientos de aquella carrera presidencial han regresado desde donde habita el olvido cuando una docena de senadores republicanos anunció que impugnarían los resultados electorales de los estados en disputa (Georgia, Pensilvania, Arizona y Michigan) si el Congreso no constituía una comisión para investigar sus denuncias de fraude electoral. Los legisladores republicanos citan la elección de 1876 como precedente de sus pretensiones.

Según sostuvieron en un comunicado, las elecciones de noviembre de 1876 en tres estados sureños fueron fraudulentas. «En 1877, el Congreso no ignoró esas acusaciones, ni los medios simplemente descartaron a quienes las plantearon como unos radicales que intentaban socavar la democracia. [...] Deberíamos seguir ese precedente».

Lo que consideran un precedente es un argumento torticero. Para empezar, el resultado del colegio electoral fue increíblemente ajustado: solo un voto electoral separó a los candidatos. En cambio, Biden consiguió 306 votos electorales y Trump 232. Pero lo que más diferencia a las elecciones de 1876 con las de 2020 es que existían evidencias contundentes de una represión generalizada en los estados sureños contra los votantes afroamericanos recién emancipados y, por lo tanto, un buen argumento para cuestionar los resultados.

 

Esta caricatura política de AB Frost publicada en octubre de 1876 en el Harper's Weekly se titulaba "Por supuesto que quiere votar por la papeleta demócrata". Colección de la Universidad de Indiana en Bloomington.

Muchos historiadores sostienen que, si los votos se hubieran contado bien en los estados del sur, Hayes debería haber ganado las elecciones de 1876 directamente. Pero, además de un fraude generalizado por parte de ambos partidos, el proceso electoral en los estados sureños estuvo marcado por la represión violenta ejercida por los demócratas, entonces racistas, contra los votantes negros. Al amparo de la conciliadora política de la Reconstrucción, los afroamericanos habían alcanzado un poder político sin precedentes y la nueva legislación federal buscaba proporcionar un mínimo de igualdad de derechos y de seguridad salarial para los esclavos manumitidos.

En respuesta, los sureños blancos se rebelaron contra el nuevo poder de los afroamericanos y usaron la violencia para impedir que los antiguos esclavos ejercieran sus derechos. Grupos violentos conocidos como los “camisas rojas” merodeaban alrededor de los suburbios y amenazaban, sobornaban y asesinaban a los afroamericanos en edad de votar.

Apenas unos días después de las elecciones, Tilden parecía haber ganado por un margen estrecho. Por una diferencia de unos 250.000 votos sobre un total de unos 8,5 millones, había conseguido el 51,5% del voto popular frente al 48% de Hayes y solo necesitaba un voto más en el colegio electoral para alcanzar los 185 votos electorales preceptivos para alcanzar la Presidencia. Hayes tenía 165, veinte votos menos de los necesarios. El conjunto de los cuatro estados impugnados por su partido sumaba precisamente veinte votos.

Los resultados electorales en tres de esos estados del sur controlados por los republicanos (Luisiana, Florida y Carolina del Sur) eran muy ajustados y ambos partidos proclamaron su victoria. Para complicar las cosas, los tres estaban todavía bajo ocupación militar tras la guerra y, por lo tanto, bajo control militar y administrativo republicano.

Los partidarios de Hayes en los tres estados argumentaron que, si los votantes negros no hubieran sido intimidados, Hayes habría ganado de calle. Con un Senado controlado por los republicanos, una Cámara de Representantes controlada por los demócratas y sin un claro ganador presidencial, el Congreso (un órgano bicameral, compuesto por la Cámara y el Senado) se sumió en el caos. A nadie se le escapaba que si el recuento de los estados en disputa se realizaba en el Senado, la mayoría republicana daría la victoria a Hayes. Si se realizaba en la Cámara, ganaría Tilden.

En una medida sin precedentes y no contemplada en la Constitución, el Congreso decidió crear una Comisión Electoral compuesta por cinco senadores, cinco congresistas y cinco magistrados del Tribunal Supremo. A finales de enero, la Comisión votó y, por ocho a siete, decidió que Hayes había ganado todos los estados en disputa y, por lo tanto, la Presidencia.

 

Este editorial ilustrado, "La farsa política de 1876", sostiene que la elección del "fraude" "derrotó la voluntad del pueblo estadounidense, expresada a través de las urnas". Los retratos son de los hombres blancos involucrados en el debate. De los dos negros, nunca se supo. Biblioteca del Congreso.

Furiosos, los demócratas se negaron a aceptar el fallo y amenazaron con obstruir el proceso de proclamación y toma de posesión presidencial. Comenzó el cabildeo. En largas reuniones a puerta cerrada, los demócratas y los socios republicanos de Hayes resolvieron lo que se conoció como el Compromiso de 1877: el acuerdo informal pero vinculante que hizo presidente a Hayes con la condición de que pusiera fin a la Reconstrucción en el Sur.

Poco después de las 4 de la madrugada del 2 de marzo de 1877, el presidente del Congreso declaró a Hayes presidente electo. Hayes, apodado desde entonces "Rutherfraude B. Hayes", tomaría posesión dos días después. Para evitar que los acontecimientos se repitieran en el futuro, diez años después, mediante la Ley de Recuento Electoral, se instauró el vigente procedimiento del colegio electoral.

Para entonces, el daño ya estaba hecho. Como Hayes aseguró su victoria a costa de poner fin a la Reconstrucción, apenas dos meses después de su investidura cumplió su compromiso y ordenó el retiro de las últimas tropas federales acuarteladas en el Sur. Estas tropas habían estado allí desde el final de la Guerra Civil haciendo cumplir los derechos civiles y legales de los antiguos esclavos.

Con este nuevo acuerdo, Hayes puso fin a la era de la Reconstrucción y marcó el comienzo de un período de "autonomía" sureña. Enseguida, un gobierno blanco reaccionario y supremacista alcanzó el poder en muchos estados del sur. Faltos de una intervención federal durante las siguientes décadas, surgieron grupos supremacistas como el Ku Klux Klan, y los estados promulgaron las leyes racistas Jim Crow cuyas funestas consecuencias segregacionistas continúan haciéndose sentir todavía.

Catedrático de Universidad de Biología Vegetal de la Universidad de Alcalá. Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Granada y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid.

En la Universidad de Alcalá ha sido Secretario General, Secretario del Consejo Social, Vicerrector de Investigación y Director del Departamento de Biología Vegetal.

Actualmente es Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá. Fue alcalde de Alcalá de Henares (1999-2003).

En el PSOE federal es actualmente miembro del Consejo Asesor para la Transición Ecológica de la Economía y responsable del Grupo de Biodiversidad.

En relación con la energía, sus libros más conocidos son El fracking ¡vaya timo! y Fracking, el espectro que sobrevuela Europa. En relación con las ciudades, Tratado de Ecología Urbana.